El pasado 24 de julio, se registró la trayectoria de un asteroide con rumbo directo a la Tierra, con la potencia para arrasar con una ciudad entera (similar a una bomba nuclear), el cual pasó a una distancia aproximada de 45.000 millas el 27 de julio.

Se trata del séptimo asteroide que se acerca a la Tierra, hasta dentro de los límites de la Luna, en lo que va de 2019. El descubrimiento fue de un grupo de astrónomos, el cual lo llamó 2019 OK.

Si bien 45.000 millas suena a una distancia considerable, el fenómeno resalta la necesidad de avanzar en una cooperación mundial para rastrear, desviar o destruir objetos que pudieran ser dañinos en la cercanías de la Tierra.

Tanto Estados Unidos, como China, India y Rusia han establecido compromisos, cada uno por su lado, para incrementar sus esfuerzos de exploración lunar, con el objetivo, por ahora sólo potencial, de sumar los recursos del satélite natural a la economía de la especie.

Según algunos analistas, hay una relación directamente proporcional entre las exploraciones lunares y el riesgo de colisión con asteroides de los llamados “clase Apolo”, que suelen orbitar entre la Tierra y la Luna.

Es necesaria una red de dispositivos para rastrear el espacio, desde el planeta o desde algún satélite, para buscar sin descanso amenazas potenciales. El reciente paso del asteroide 2019 OK, tan cerca del planeta, fue rastreado en primer término por el Observatorio Sonear, en Oliveira, Brasil, el 24 de junio.

Según informaron, el asteroide tenía entre 57 y 145 metros de diámetro y viajaba a una velocidad de alrededor de 89.100 kilómetros por hora. En caso de un impacto a esa velocidad, por el tamaño del asteroide, los efectos hubiesen resultado devastadores para cualquier poblado.

Actualmente, el encargado de rastrear asteroides que potencialmente pudieran impactar en la Tierra, es el Centro de Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra (CNEOS) de la Nasa. Según trascendió, sólo el 90% de esos asteroides “peligrosos” son advertidos.