Por Alejandro Maidana

La decisión del juez Fernando Carbajal sin lugar a dudas se ha transformado en un antecedente de suma valía para todos los pueblos indígenas de este país. Si bien el fallo judicial invita a creer en un futuro de reparaciones y reconocimientos, el mismo acepta el genocidio pero termina haciendo hincapié en los crímenes de lesa humanidad.

La posibilidad de creación de un monumento en homenaje, y la recordación en el calendario nacional, estarían brindando la posibilidad de que otros pueblos puedan acercarse aún más a ese reconocimiento que suele dormir en el baúl de los amnésicos.

Si bien el fallo judicial viene a romper con la negación, el ocultamiento y la distorsión, no reconoce la preexistencia de los pilagá al Estado. Algo que sigue rozando con el cinismo, si tenemos en cuenta que el territorio donde tuvo lugar la Masacre de Rincón Bomba, sigue en poder de Gendarmería Nacional. El Estado nuevamente responsable de un baño de sangre, en esta oportunidad sucedió en octubre de 1947 con la presidencia de Juan Domingo Perón.

En nuestro país cuando hablamos de campos de concentración, desaparecidos, borramiento de identidades y fusilamientos de gente que ya estaba cautiva, el ideario argentino inmediatamente nos conduce a la última dictadura militar. Pero esto fue lo que pasó en el sur con la mal llamada “Campaña del desierto”, en aquellos espacios territoriales los ejércitos argentino y el chileno, decidieron avanzar en una competencia de las elites que gobernaban los respectivos países. La realidad es demoledora, de 1880 a esta parte, las masacres han sido muchas.

Octubre Pilagá, un documento audiovisual indispensable en la lucha contra el olvido

En octubre de 1947 cientos de personas se habían reunido en La Bomba –centro oeste de la actual provincia de Formosa–, en torno a un sanador pilagá llamado Tonkiet y transformaron el paraje en un espacio de resistencia política y religiosa. Aquella multitudinaria manifestación no fue tolerada por el poder estatal y el 10 de octubre, luego de varias advertencias y amenazas, la Gendarmería Nacional inició una sangrienta represión que duraría varias semanas. Los grupos que huyeron fueron perseguidos por el monte y capturados. Ocurrieron fusilamientos, los cuerpos fueron incinerados, y el silencio cubrió las huellas de la violencia hasta hacerlas desaparecer de la historia.

“Octubre Pilagá”, memorias y archivos de la masacre de La Bomba, es una investigación en la que la memoria y el olvido dialogan con imágenes y archivos de una de las más grandes y ocultas masacres ocurridas en nuestro país bajo el gobierno de Juan Domingo Perón. Valeria Mapelman fue la directora y guionista de esta obra anclada en una crucial investigación, que en definitiva sería de vital importancia para la justicia a la hora de fallar sobre el caso.

El trabajo comenzaría con las memorias del hecho, para completarse a lo largo de cuatro años con la búsqueda, en archivos de documentación que aportaran a los testimonios. Allí Mapelman pudo dar con los <confidenciales y secretos> del Ministerio del Interior, y con algunos diarios, de los cuales solo uno (El Intransigente), había denunciado lo sucedido en esa época. Cabe destacar que este periódico sería clausurado no mucho tiempo después, ya que había sido el único que había enviado un corresponsal que relataría con lujo de detalles, la quema de cuerpos humanos y casas en Las Lomitas.

Sin duda alguna para Valeria Mapelman fue una tarea difícil poder trasladar al documental las cien horas de grabación, es por ello, que sería su libro quién terminaría de darle forma a una investigación indispensable, a un revisionismo histórico por demás de necesario. La historia aparece una vez traducido el material, con la ayuda de un traductor llegado de Formosa que permaneció junto a la directora por espacio de un mes, la misma pudo descifrar aquellos testimonios que conservaban su lengua madre.

Esquivando censuras, interpelando en profundidad el rol del Estado y los objetivos del mismo para con los pueblos indígenas, Valeria Mapelman lejos de claudicar, colaboró para que la memoria siga viva, amplificando esos gritos que provenían desde el silencio más oscuro.

Para conocer en profundidad el conjunto de sensaciones que atraviesan a quién impulsó y le dio fuerzas al esclarecimiento de un nuevo crimen estatal, Conclusión dialogó con la directora de <Octubre Pilagá>. “Días atrás viajé nuevamente a Formosa para participar de una asamblea con 23 comunidades integrantes de la Federación Pilagá, la misma comenzó a las 10 de la mañana extendiéndose hasta las 22 del mismo día. Dicha Federación está encabezada por Bartolo Fernández, Cipriana Palomo y Ángel Navarrete, ellos invitaron a Paula Alvarado, abogada de la Federación, para que explique a los representantes la sentencia que obtuvo a principios de este mes”, sostuvo Mapelpam.

Un cambio de paradigma tan movilizador como complejo, “ellos durante estas dos semanas de feria judicial van a profundizar el debate para seguir pensando como continuar esta historia, ya que es una nueva etapa la que se abre”.

Sobre el arduo camino que transitó con su trabajo, la documentalista indicó: “Comenzamos con esto hace 14 años, relevando testimonios para poder estrenar finalmente en el 2010, una película con la que insistimos para que sea tomada como prueba, algo que pudimos lograrlo a través de fiscalía. En la sentencia judicial que se obtuvo, fue considerada como una prueba fundamental, ya que muchas personas que pudieron brindar sus vivencias sobre la masacre ocurrida, han fallecido”.

A Valeria Mapelman la invade una enorme satisfacción al saber que tanto su película como libro, han sido de un valor incalculable a la hora de lograr que la justicia admita que lo sucedido en “Rincón Bomba”, fue un crimen de lesa humanidad.

“Cabe destacar la importancia de que el juez haya destacado que los testimonios, la memoria oral, está al mismo nivel que la documentación estatal, y eso es sumamente importante. Es decir, los documentos secretos y reservados que encontramos en Buenos Aires, él los puso al mismo nivel que los testimonios para considerar que lo sucedido fueron crímenes de lesa. En segundo lugar, todos los hechos fueron probados, es decir, se probó la masacre, también que los pilagá estaban desarmados y que fueron fusilados el 10 de octubre. A esto habría que sumarle las violaciones, y la participación de un avión de la fuerza aérea que sobrevoló el lugar disparando desde el aire”.

Una historia de sangre y fuego que continuaría con la privación de la libertad, “los sobrevivientes fueron llevados a la Colonias de Bartolomé de las Casas y Muñiz. En tercer lugar, la masacre de la Bomba ha sido considerada crimen de lesa humanidad, con lo cual, por primera vez en la historia de nuestro país, una masacre de un pueblo indígena obtiene el mismo resultado judicial que los crímenes de lesa ocurridos en la última dictadura cívico militar”.

“Una demostración cabal que el trabajo que venimos realizando hace mucho tiempo desde la Red de investigadores en Genocidio y Política indígena, no estábamos en el camino equivocado cuando sosteníamos que previo a los crímenes ocurridos en la última dictadura, existían antecedentes como las denominadas campañas a los desiertos tanto de Patagonia como de Chaco, en el 24 en Napalpí y el último del 47 en la Bomba”, concluyó