Por Jorge Alberto Ripani*

Cuando en 1808 la Península Ibérica se desmoronó en manos de la Francia napoleónica, sus ecos llegaron hasta las colonias americanas españolas. El fin del colonialismo ya no fue un sueño para el pueblo americano que al unísono se levantó y formó sus propios gobiernos.

Pero la contrarrevolución no tardó en llegar y restaurar aquél viejo sistema a fuerza de sangre y fuego. A partir de 1814 Fernando VII vuelve al poder, no mediante una monarquía constitucional sino restaurando el absolutismo. Hay fusilamientos y crímenes tendientes a escarmentar a los independentistas.

En el norte de América del Sur, en los territorios del virreinato de Nueva Granada, los realistas ponen fin a la Patria Boba en lo que hoy es Colombia y a la Segunda República en lo que hoy es Venezuela. Simón Bolívar parte al exilio y escribe la célebre “carta de Jamaica”.

En el centro del subcontinente, Lima y el virreinato del Perú son un claro bastión realista. Ninguna revolución ha podido triunfar allí hasta el momento.

En el sur, la situación también es mala. En Chile, “el desastre de Rancagua” había terminado con el período independentista denominado “Patria Vieja”. El Alto Perú, hoy Bolivia, se encuentra en poder realista mayormente. Exceptuando algunas fugaces “republiquetas” en manos de guerrillas independentistas. Paraguay está gobernada por Gaspar Rodríguez de Francia. La Liga Federal por Artigas y se compone nada menos que de la Banda Oriental, el Litoral y Córdoba. Las Provincias Unidas por el Congreso de Tucumán y contiene nada más que a Buenos Aires y las provincias andinas. Chaco y la Patagonia están bajo el control de los pueblos originarios.

Para 1817 sólo Paraguay, la Liga Federal y las Provincias Unidas del Sur quedan en pie. Entre ellas prima la división y la desconfianza.

En este contexto interior de turbulencia, exterior de retroceso independentista y desde Cuyo, una zona aislada y humilde, José Francisco de San Martín crea, educa y conduce un ejército de 5200 hombres para cruzar los Andes y liberar Chile como primer paso de un plan mayor: la libertad de la América hispánica considerada como entonces: un todo. Una unidad política integrada.

El 19 de enero es cuando las columnas principales, comandadas por el propio San Martín, por el paso de «Los Patos», y la de Las Heras, por el paso de «Uspallata», comienzan a internarse en la cordillera de los Andes. Lo hacen en el medio del verano para soportar las bajas temperaturas de montaña.

Asimismo el conjunto de maniobras que componen el “cruce de los Andes”, se realiza luego de la declaración de independencia de Tucumán, pues San Martín la necesitaba para no estar al mando de una milicia insubordinada sino de un ejército constituido legítimamente.

El ejército de los andes es una formación continental, integrada por personas de toda la denominada patria grande. Diversas razas y colores. Indios, negros, criollos, mestizos, gauchos, bolivianos, chilenos, uruguayos, argentinos, etc. Una especie de precedente de la denominada “raza cósmica”.  En el estado mayor se encuentra otro “libertador de América”: Bernardo O’Higgins.

Es menester hacer mención a que San Martín es el gobernador de Cuyo y conductor político y militar de las operaciones. A su precaria salud y por ende a su audacia. También a que desoye a los porteños que le requieren ir a pelear contra los federales. Dice: “’¡Jamás desenvainaré mi espada para mancharla con la sangre de mis compatriotas!”. A que por ello los rivadavianos (sus enemigos históricos) lo calumnian mediáticamente acusándolo de “robarse un ejército”. A que consecuentemente pese a la carencia de recursos suficientes provenientes del puerto de Buenos Aires se arregla con “viveza criolla”. Y a que cuenta con el permiso de los indígenas para pasar por alguno de los pasos y colaboración femenina  en el campamento del plumerillo.

En una proclama escribe «compañeros del Ejército de los Andes: … creen que estamos cansados de pelear y que nuestros sables y bayonetas ya no cortan ni ensartan; vamos a desengañarlos. La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar; cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada.”

Una semana como ésta hace 201 años se inicia el cruce de los andes. Luego vendrán paisajes inolvidables, la victoria de Chacabuco, el intercambio de elogios con Artigas, el gigantesco abrazo de Maipú, la independencia de Perú por el océano, las playas del Pacífico grabadas en la retina, el Protectorado proteccionista de Lima, el enigmático encuentro de Guayaquil, la vuelta, la rivalidad con Rivadavia y el destierro, las “máximas a Mercedes”, el anclaje en Montevideo tras el asesinato de Dorrego, el regalo del sable corvo al “Restaurador” y el cuadro de Bolívar en Boulogne Sur Mer. Pero esa es otra historia.

* Abogado especializado en Derecho Político e Historia Constitucional / [email protected]