Por El Comentador de Occidente

Según nuestras más confiables fuentes estamos en condiciones de asegurar que toda esta cuestión del balotaje, sí, así, dicho en sentido nacional…, decía, que toda esta cuestión del balotaje es una cortina de humo para ocultar el verdadero problema que se cierne sobre los indefensos ciudadanos de este bendito país (…fundamentalmente bendito porque el Papa es argentino…), como es el inminente arribo a superficie del señor de las tinieblas.

Sí señores, el mismísimo diablo estaría mostrando y entrometiendo su cola entre nosotros. No sería entonces casualidad la desmedida cantidad de solicitudes de exorcismos que se palpan con solo caminar por las calles y que colman las columnas de nuestros más insignes medios periodísticos.

Jóvenes de todas las edades, ancianos y ancianas, incluso adultos jóvenes y veteranos nos hacen saber con sólo percibir su rostro que algo sucede en sus vidas, que se han trastocado sus conductas, que los habita la tristeza, la desazón, la regresión a eras prenatales y cósmicas. Estas personas sienten que se desvanecen, que el inmerecido vacío de sus vidas los ahoga, que están sometidos a fuerzas extrañas que los llevan a hacer y a pensar cosas desmedidas, tránsitos hacia el más allá, delirios místicos o de posesión.

Ciertamente, la virtud los ha abandonado y sus existencias se convierten en un infierno. Hombres y mujeres hablando solos por la calle, actores y actrices sumidos en verdaderos éxtasis de desenfreno espiritual, políticos y militantes desvirtuados que pierden la cordura, se enfadan y vomitan furia, ira y recelos por doquier.

Toda esta realidad palpable solamente se puede explicar a partir de este flagelo de nuestra argentinidad que se interna, así, en las aguas turbias y movedizas del goce luciferino. ¿Se puede no ver? Porque la próxima pregunta en relación a esa vicisitud será… ¿y ahora, quién podrá defendernos?

Solamente así se puede entender también la proliferación de grupos misioneros, sectas de liberación, agrupamientos de oración, ceremonias místicas, de sanación, de limpieza interior, etcétera, etcétera, con que vemos florecer la oferta propiciatoria en aras de un futuro mejor. ¿No será que toda esta parafernalia santífera es solamente una manera cómoda de eludir responsabilidades y dejar en manos del altísimo nuestras almas en pena? ¿No será que en aras de una notable veneración de Lucifer, el Rey de Reyes nos ha abandonado?

Bueno, creemos que con nuestra advertencia cumplimos en llamar a la reflexión a toda la población para que no se deje tomar por sorpresa, que los ardides del malísimo son implacables, que suele cooptar nuestro debilitado espíritu con objetos materiales, dinero, mujeres, joyas, viajes estrambóticos, mansiones inmensas, gustos y placeres de todo tipo, felicidad en el más allá, paz, amor y fantasía eternas. Todo un combo de saturación de goce que a veces nos hace perder la cabeza. Por eso, sepa el pueblo optar: al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios, pero al diablo con sus ofertas de temporada…, nada.