Lo alertamos hace mucho tiempo. Porque se veía venir. Se ladeaban, se ladeaban por el borde del fangal. La cuestión era investigar datos de la realidad. “La hinchada más popular” se disputa la herencia.

Asoman nuevos líderes que se disputan la ansiada conducción. Como el alerta periodístico despertó de la siesta a los responsables de la seguridad afloró la cuestión.

Ante la ausencia física obligada de Diego El Panadero Ochoa (está preso y va a juicio oral por delitos muy graves), los ratones bailan. Se produjo un quiebre lo que se dice medular en ese grupo. Desde el crimen del Pimpi que esto no ocurría. Aunque hubo episodios, nunca de este tenor. Se trata de referentes de la propia tropa. Son unos 450 en total. Surgen Alpa y Leito. Dos muchachitos que andaban dudando, daban vueltas y volvieron en ausencia, para tratar de ejercer la conducción.

Luego de las alertas periodísticas, ocurrió lo que tenía que ocurrir. Se concretó una balacera feroz contra el frente de la vivienda de Leito, el 24 de marzo pasado en Laprida 6700. Alli recogieron una decena de cápsulas 9 milímetros. Impactos por todos lados. Se notó hermetismo en la fiscalía actuante que ejerce una joven mujer. Pero, inmediatamente, encabezó con el comando radioeléctrico una serie de procedimientos en San Nicolás y 24 de Setiembre, con 19 detenidos. Toda esa esquina lucía rojinegra. Era el lugar de reunión de estos grupos. Secuestraron armas y otras cosas. Toman decisiones inconsultas, pintan los frentes, las columnas, el pavimento sin respetar propiedad privada ni pedir permiso a nadie. Oponerse, según los vecinos, es muy peligroso.

El 1º de abril pasado, miércoles, lo mataron a balazos a Jonathan Fernández, en la calle Padre Giacone al 1300.

Jona, tal su apelativo, era de armas llevar, ametralladoras y pistolas 11,25 , y había abandonado la política para mutar a la barra leprosa. Como buen pesado, estaba presuntamente a cargo de la distribución de “mercadería” y de entradas de favor. Una labor importante en la tribuna. Lo ejercía desde hacía más de dos años. Eficientemente. Su muerte violenta aún impune, se investiga como un ajuste de cuentas. Varias hipótesis se trabajan, en las que mencionan a Los Monos, los Papaínos, grupo incipiente poco numeroso pero muy violento, en el amplio espectro de las bandas del narco lavado como los Bassi, y los Sánchez en la zona Oeste de la ciudad. De Jona se sospecha fuertemente sobre quién disparó al policía aquel día en que se frustró un clásico amistoso en enero del 2013. También lo sindicaban como un innovador en el delito. Mano de obra desocupada, había conformado una banda que desarrolló las entraderas violentas, hoy instaladas en la provincia.

En el último partido como local de los rojinegros del Tolo Gallego, en el estadio del parque Independencia, se pudo ver en la alambrada una bandera con esos colores y una foto y su nombre como un homenaje póstumo.

Debemos mencionar también otro ataque al segundo del Panadero, el Chivo, un inestable virrey que recibe órdenes de Diego, pero que no logra consolidar liderazgo. Fueron varios balazos a su automóvil en la noche del 2 de abril pasado.

La madrugada del domingo, a su vez, otra muestra de violencia extrema: dispararon desde varias motos en movimiento, con dos ocupantes cada una, contra el frente de la casa del Colo, integrante de otra facción rojinegra en Necochea y Deán Funes. Eran proyectiles, también 9 mm.

Finalmente, entre lo sobresaliente, le dispararon ráfagas al frente de la Florería situada en avenida Francia y avenida Godoy. Estaba marcado con un escudo leproso. Una imagen patética.

Antes del triunfo en el Coloso ante Unión de Santa Fe, y con un control ejercido en serio, se notó a la barra del Panadero en el paraavalanchas, pero disminuída. De los 450 infaltables -medulares concurrieron 250.Las ausencias son una incógnita y una preocupación. No se sabe si están condicionados por sus antecedentes o si están trabajando otros nichos de violencia independiente.

Con el presidente de la entidad de licencia por un problema de salud, Guillermo Llorente, en convalecencia, hombre importante, que siempre buscó el equilibrio y la convivencia, con no violencia, involuntariamente hace notar su ausencia.

La ciudad en todo su territorio, padece la expansión del brutal fenómeno. Las consecuencias no son números sino personas que pierdan la vida. La muerte se enseñorea por las rumbosas calles de la segunda ciudad de la república como en ninguno otro lado, de la mano del estupor y de la droga.

Se trata de una humilde lectura de la realidad. No le parece?.