Se pueden escuchar reiteradas opiniones respecto de que la Argentina tiene un futuro con grandes expectativas de desarrollo económico y social. Recursos humanos, materias primas, condiciones naturales y tantas otras bondades que nuestra patria tiene para enfrentar un mundo conflictivo y cambiante.

Pero este año también nos toca asumir con responsabilidad la elección de nuevas autoridades de gobierno, tanto en el plano municipal, como provincial y nacional; ellos tendrán

en sus manos la posibilidad de llevar a cabo acciones y políticas que afectarán la vida del pueblo y sus expectativas.

Sin embargo, a muy pocos días de iniciar el proceso eleccionario, los votantes sabemos poco (por no decir nada) acerca de las propuestas y los proyectos que tienen los que se postulan a ocupar cargos de gobierno. La voracidad mediática se caracteriza por instalar una agenda con muy poco análisis profundo de los temas que realmente le importan a la comunidad y que tienen repercusiones directas en el día a día de la ciudadanía: Qué modificaciones

propondrán para el próximo presupuesto?, Cómo apoyarán a la industria?, Cómo promoverán la generación de empleo?, Qué inversiones impulsarán desde lo público?, Qué proponen hacer para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos?

Peor aún, y más allá de lo puramente económico, lo grave es que tampoco se presenta un diálogo profundo y con fundamentos acerca de la violencia, la injusticia y la delincuencia, ni propuestas viables para abordar sus causas, a más no ser con una perspectiva de solución en el largo plazo. En síntesis, los ciudadanos no sabemos con precisión qué piensan los que, en pocos días, tendremos que elegir para que dirijan el Estado.

Que se haya perdido la costumbre de reclamar plataformas de gobierno, y de votar en base a un programa con objetivos claros, metas cuantificables y medidas concretas, no significa

que esto sea un elemento indispensable para participar con responsabilidad de las elecciones. La gran oportunidad está en nuestras manos; no vale quedarnos inertes confiando ciegamente en la democracia por el simple hecho del juego de las mayorías. Desde el espacio en que cada uno se sienta partícipe libre de las decisiones, hay que sumarse activamente al diálogo y la construcción colectiva impulsando la responsabilidad de votar con conocimiento de causa y asumiendo las consecuencias.

Para que la democracia sea verdadera, la elección debe realizarse a conciencia de lo que representa y propone cada candidato; de lo contrario, podremos estar votando a gobiernos que no tengan ideas claras y convicciones ciertas, o mucho peor, que no hayan interpretado la voluntad del pueblo al que se deben.