¿Qué edad tiene, Don José?, pregunta Doña Rosa. Ochenta…, y todavía no necesito viagra, contesta Don José.

La situación dispara la risa. Cuando termine de reírse, analice: Don José asume que la edad implica tiempo, y responde cuántos años tiene. Pero al agregar que todavía no necesita viagra, Don José concede a la conservación de sus capacidades fisiológicas (tiempo biológico), un significado similar a la edad cronológica.

Le llamamos “edad biológica”.

Y como es más fácil estimar años que detallar capacidades biológicas, nadie lo duda: “¿qué edad tiene?”, es preguntar “¿cuántos años tiene?”.

Sin embargo, no es lo mismo ochenta años usando viagra, lentes, dientes postizos, bastón, pañales, y no sé cuántas cosas más, que ochenta años sin necesidad de esa larga lista de “ayudas”. Los años (edad cronológica) son importantes, pero la edad biológica también.

Es “casi” (no completamente igual) como la situación que se da al comprar un auto usado. Tanto interesa el modelo (año), como el kilometraje.

Y esta situación, que parece tener sólo interés teórico, en realidad es la base del mayor propósito que se puede plantear respecto del envejecimiento: mantenerse biológicamente joven, el mayor tiempo posible.

¿Se puede hacer eso?

Si. Más allá de la genética (no es el único ni el más importante factor), los seres humanos podemos “retener mayor información efectiva en el tiempo” (vivir más).

Así expresaba Margalef la estrategia evolutiva de las especies más sofisticadas (baja tasa de reproducción, individuos que viven mucho), en contraposición con la estrategia “disipativa” de las especies más simples (alta tasa de reproducción,   individuos que viven poco).

Todo bien…, pero ¿cómo lograrlo?. Cambiando malos hábitos por un estilo de vida saludable. Las mayores longevidades se ven en algunos pueblos rurales de montaña. No en nuestras modernas ciudades, ya sean de occidente, de oriente, del norte o del sur.

Esto implica cosas sencillas, como alimentación variada, ejercicio, eliminar cigarrillo y alcohol.

Otras cosas no son tan sencillas: sin energía eléctrica, hay una cuenta menos que pagar (menos stress). Pero los alimentos no se conservan sin la heladera. Tampoco las vacunas.

Es fácil quejarse del modo en que vivimos, pero no llegamos hasta aquí por casualidad. Aún con sus males, el progreso no deja de ser progreso: nuestra esperanza de vida es hoy mayor que nunca.

Entonces, “¿estamos mal, pero vamos bien?” (célebre frase, no?).

No lo podemos asegurar: el envejecimiento es un proceso complejo, y llega el momento de analizar sus causas…