Por Diego Fusaro y Traducción: Carlos x. Blanco

Roma, 5 de marzo – La situación se está saliendo de control. Junto con el pánico y la psicosis, que son el elemento subjetivo, también existe, sin embargo, el elemento objetivo de un contagio que, si no se detiene rápidamente, podría dar lugar a unos escenarios que –sin exageración- podríamos llamarlos apocalípticos. Y son estos los que deben ser tratados en primer lugar. Giorgio Agamben, entre otros, se detuvo en el primero, proponiendo de nuevo el paradigma biopolítico habitual: el terror como método de gobierno. Que también existe este componente resulta evidente.

La marca de la «conspiración»

Por nuestra parte, partimos de un punto que no se les habrá escapado: quien se atreva a poner en duda la versión oficial -la del virus como evolución «natural» a partir del murciélago- es inmediatamente silenciado como conspirador y, como tal, condenado al ostracismo y privado del derecho al debate público. Es curioso, de hecho, que aquellos que socráticamente plantean dudas son calumniados como idiotas, mientras que los que viven con certezas graníticas son aclamados como agudos e inteligentes ¡Prodigios de pensamiento único! Y sin embargo, si se produce un incendio, no es ciertamente un conspirador el que plantea la hipótesis de dolo. Por el contrario, si invoca motivos e hipótesis de trabajo, su posición es aceptada o al menos escuchada seriamente.

Utiliza el tratamiento para los países no alineados…

El mismo Tucídides, en la Guerra del Peloponeso, tiene la hipótesis de que la plaga se extendió en Atenas por obra de los espartanos, que envenenaron los pozos. ¿Por qué, entonces, no es lícito formular la hipótesis – con dudas y no con certezas – de que también en este caso nos encontramos en presencia de una epidemia «dolosa», desatada por alguien con intenciones precisas? El motivo no es, entonces, difícil de resaltar. Estamos en la Cuarta Guerra Mundial: la que la civilización del dólar, después de haber ganado la tercera (Guerra Fría), ha declarado desde 1989 a todos los Estados no alineados con el consenso de Washington (desde Iraq a Libia, desde Serbia a Afganistán). Ahora, ¿es China un país que no está alineado con el consenso de Washington? Sí, lo es. ¿Es China un país altamente invulnerable a la talasocracia de las hamburguesas? Sí, lo es. ¿Había, antes del estallido de la epidemia, una fuerte tensión entre los dos países? Claro que sí. Si digo 5G y el caso Huawey, ¿significa eso algo para Vd.? China, es innegable, ha dado el salto adelante: y quizás, en muchos sentidos, ya ha superado a la civilización de las estrellas y las rayas en poder técnico y comercial. Hipótesis de explicación y motivo, entonces, hay.

Wuhan, el Silicon Valley del Este

Wuhan – no lo olvide – es una especie de Silicon Valley del Este. Un punto estratégico al más alto nivel, un golpe que, como es evidente, pone de rodillas a toda China. Obviamente, nuestro imaginario, moldeado por un pensamiento único y un transbordo ideológico inadvertido, se niega de manera irreflexiva a pensar que esto es posible: con un movimiento casi inconsciente, rechaza esta hipótesis hermenéutica, sin siquiera aventurarse a tomarla en serio. ¡La civilización del dólar no puede hacer tales cosas! ¡Es el bonum maximum del planeta Tierra, el siempre vigilante garante de la paz y la democracia! Sin embargo, como sabemos, las armas biológicas y bacteriológicas no son ciencia ficción.

La guerra biológica no es ciencia ficción

Sin embargo, todo es oficial y ante los ojos de todos, como en el conocido cuento de Poe «La carta robada»: la carta está ahí, a plena vista, y somos nosotros los que no podemos verla. Tomemos el documento oficial del año 2000, Rebuilding America’s Defenses, publicado por el conservador Project for a new american century: en primer lugar, planteamos la hipótesis de la necesidad de un «nuevo Pearl Harbour», que permita a los EE.UU. utilizar su poder como una respuesta legítima a una agresión. Irónicamente, con increíble coincidencia, la monarquía del dólar tendrá su nuevo Pearl Harbour al año siguiente, el 11 de septiembre de 2001. Y siempre en ese documento leemos textualmente: «Las formas avanzadas de guerra biológica, que pueden apuntar a ciertos genotipos, pueden transformar la guerra biológica, de un reino de terror, en una herramienta política útil». ¡Sic! Entonces, ¿cómo interpretar lo que le pasó a Wuhan? No es difícil.

Fuente: https://www.ilprimatonazionale.it/cultura/coronavirus-arma-guerra-biologica-complottismo-148349/

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