DOMINGO, 06 DE OCT

El primer periódico que tuvo Rosario

Por Rubén Alejandro Fraga

Por Rubén Alejandro Fraga

El sol del 25 viene asomando… Y al calor del tradicional chocolate con pastelitos (de membrillo o batata) del desayuno y el no menos rico locro con empanadas (regado con una copa de vino tinto) del almuerzo, los rosarinos conmemoramos hoy no solamente el 206 aniversario de la Revolución de Mayo sino también la aparición del primer periódico que tuvo nuestra ciudad, La Confederación, cuyo ejemplar Nº 1 vio la luz durante los festejos patrios del jueves 25 de mayo de 1854.

Todo había comenzado unos días antes de esa fecha, el lunes 15 de mayo de 1854 con la publicación de un prospecto que anunciaba la inminente aparición del primer número del periódico La Confederación. Eudoro Carrasco y su hijo Gabriel señalan en su libro Anales de la ciudad del Rosario de Santa Fe (1897): “Esta hoja fue la primera impresión que se hizo en el Rosario con una imprenta radicada en la ciudad. Antes de la fecha de esa impresión los decretos y avisos oficiales eran publicados a voz de pregonero y toque de clarín, o fijados manuscritos en las puertas de los templos y otros edificios públicos”.

Por la ciudad había pasado anteriormente la imprenta volante del ejército con el que el general Justo José de Urquiza avanzaba sobre Buenos Aires para derrocar al gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas, imprenta que Domingo Faustino Sarmiento, boletinero de la campaña, instaló brevemente en una propiedad ya demolida de la esquina sudeste de las calles Laprida y Santa Fe. Allí, el 31 de diciembre de 1851, tras desembarcar en Rosario, Sarmiento, teniente coronel del Ejército Grande, dio a conocer su célebre carta a los habitantes de la villa, impresa con la prensa que llevaba para editar los boletines del ejército. Fue el primer impreso aparecido en Rosario y también la primera vez que la mayoría de sus habitantes tuvieron la oportunidad de conocer una imprenta.

¿Cómo era el Rosario de entonces?

En el libro Orígenes de la Prensa en Rosario, escrito por los historiadores Miguel Ángel De Marco, Ana María Fischer, María Cristina Díaz Nicolau y Mercedes Pallavicini (Colmegna, 1969) se señala que a principios de 1854 Rosario era, en palabras de Nicasio Oroño, “un emporio de riqueza nacional”. Tenía un magnífico puerto natural y una bien organizada aduana; era asiento de la principal sucursal del Banco Nacional y centro de la actividad comercial de la Confederación Argentina.

Con todo, en lo administrativo dependía aún de la capital de la provincia. Sin gobierno municipal ni instituciones de ninguna índole, seguía como en tiempos de la colonia, “mandada por un juez de paz”.

Apenas si había escuelas y no podía pensarse en otra forma de actividad cultural en la ciudad. Sólo había un número muy escasos de libros en alguna que otra casa de las familias más acomodadas y un puñado de ejemplares de los diarios y periódicos porteños de la época, leídos y releídos hasta el cansancio por los pocos y aristocráticos rosarinos que tenían acceso a ellos.

Por eso, la aparición del primer periódico revolucionó la vida de la incipiente ciudad al darle a sus habitantes los medios para informarse regularmente sobre el complejo acontecer nacional, permitiéndoles a los rosarinos participar de los sucesos, si bien en forma indirecta, a través de las cuatro páginas cargadas de noticias de La Confederación.

La obra de un porteño

Paradójicamente, el mentor del primer periódico de la ciudad no fue un rosarino. En efecto, Federico de la Barra, era un periodista y político nacido el 14 de octubre de 1817 en la ciudad de Buenos Aires. Cuando desembarcó en Rosario para encarar la gran aventura de fundar y dirigir el primer periódico de la ciudad, De la Barra tenía 36 años y fama de gran periodista.

Hijo de un chileno y de una porteña, Federico tenía una gran experiencia en el oficio. Había comenzado su labor periodística en Buenos Aires, en 1840, defendiendo con vehemencia las políticas de Rosas. Años mas tarde se trasladó a Corrientes, donde fue secretario del gobernador Joaquín Madariaga y redactó el periódico El Pacificador. De regreso en Buenos Aires, fue redactor del Diario de la tarde, donde escribió “La vida de un traidor”, para criticar duramente el pronunciamiento de Urquiza.

Sin embargo, después de la derrota de Rosas en la batalla de Caseros, De la Barra sufriría una transformación. Redactó El Federal y El Federal Argentino. Fue diputado a la Convención convocada para examinar la Constitución Nacional de 1853 y poco a poco dejó de lado su prédica adversa a Urquiza y pasó a ser un sincero defensor del vencedor de Caseros.

Fue en ese nuevo rol de partidario del flamante presidente de la Confederación Argentina (Urquiza había asumido el cargo el 5 de marzo de 1854) que De la Barra decidió fundar en Rosario un periódico que ya desde su nombre dejaba en claro su respaldo al mandatario.

Paralelamente a su trabajo como director de La Confederación, De la Barra fue electo diputado nacional por San Juan y desde su banca proyectó, en 1856, la creación en Rosario de una Escuela Normal de Profesores de Enseñanza Primaria y se destacó por su espíritu emprendedor y su pasión civilizadora.

Más tarde, fue secretario del presidente Santiago Derqui, sucesor de Urquiza, y tras la batalla de Pavón tuvo que exiliarse en Montevideo. Por entonces, El Nacional de Buenos Aires calificó a Derqui como “un tahur de los caminos públicos” y a De la Barra como “su saltimbanqui”.

Después de Pavón, De la Barra se retiró a la vida privada, colaborando no obstante con algunas hojas periodísticas. Más tarde fue redactor político de La Capital, colaborando con su fundador, Ovidio Lagos, en apoyo a la candidatura presidencial de Adolfo Alsina en memorables artículos en los que desplegó su calidad periodística y su experiencia política. También publicó algunas notas humorísticas en La Capital con el seudónimo de El Diablo. Y escribió varios libros hasta su muerte, el 1º de diciembre de 1897 en Buenos Aires, la misma ciudad en la que había nacido 80 años antes.

El primer número de La Confederación

El jueves 25 de Mayo de 1854, cuando se celebraba en Rosario con repiques de tambor y salvas de fusilería el 44º aniversario de la Revolución, apareció el primer número de La Confederación.

El propio De la Barra fue el encargado de vender los primeros ejemplares del periódico bisemanal, ayudado por los aprendices de su todavía no muy bien montado taller.

La portada del periódico mostraba en grandes caracteres su nombre, que como La Capital años más tarde, anunciaba todo un programa: La Confederación, que era lo mismo que decir la Nación, significando que su prédica y sus esfuerzos iban a estar orientados en la defensa del ente político constituido por las provincias unidas, frente a las cuales se había colocado, segregada, Buenos Aires. Con tipos más reducidos señalaba: “Periódico político, literario y comercial”, y en un recuadro la terminante disposición constitucional: “Todo habitante de la Confederación puede publicar sus ideas sin censura previa”.

El tamaño corriente de las ediciones de La Confederación era de 44 centímetros de largo por 29 centímetros de ancho, en sus cuatro páginas a cuatro columnas. Los primeros números aparecieron dos veces por semana, pero a partir del 1º de agosto de 1854 tiró tres ediciones semanales: martes, jueves y sábados.

Cuando la urgencia o importancia de una noticia lo exigía, se tiraban “Anticipaciones” o ediciones especiales, generalmente en hojas de menor tamaño al de las ediciones normales y que fueron muchas a lo largo de los siete años durante los cuales se editó el periódico. También se publicaron varios suplementos.

De la Barra estableció secciones dedicadas a la publicación de documentos oficiales, a informaciones del país y del extranjero y a la marcha del comercio local y nacional. La primera información del exterior apareció el sábado 3 de junio de 1854, en el tercer número, y se refiere a la guerra de Crimea y al asesinato del duque de Parma. Invariablemente, desde ese tercer número, las noticias del exterior ocuparon la primera página del periódico y a veces parte de la segunda o tercera, si la importancia de los hechos lo justificaba.

Las fuentes de noticias en materia internacional eran los diarios que por entonces llegaban a Rosario, mientras que las informaciones nacionales eran propias y reproducidas de distintos diarios del país.

El primer folletín que publicó La Confederación fue “Don Beltrán de la Cueva”, al que siguió “El gabán de don Henrique el Doliente”. Más tarde, a partir del Nº 140 del periódico, del 19 de mayo de 1855 se publicó, en forma recortable, “De la integridad nacional de la República Argentina bajo todos sus gobiernos á propósito de sus recientes tratados con Buenos Aires”, escrito por Juan Bautista Alberdi, del que se efectuó una tirada aparte en forma de opúsculo.

Asimismo, muchas veces se reprodujeron composiciones poéticas y artículos de interés literario o histórico

Los avisos publicitarios ocupaban casi siempre la cuarta página, o contratapa del periódico, aunque en algunos casos ocupaban la tercera. La diagramación de estos avisos se efectuaba de acuerdo con las posibilidades de la época, con grabados litográficos y viñetas y adornos tipográficos. Se acostumbraba a colocar algunos anuncios en forma vertical a una o dos columnas y a lo largo de la página para llamar la atención del lector. Por otra parte, en muchos casos, se encabezaban los avisos con la mención de algún hecho importante, a menudo no real.

Los primeros anuncios publicados en el Nº 1 de La Confederación ofrecen facilidades para girar dinero a las provincias de Mendoza y San Juan junto a los servicios de un joyero y relojero alemán y los de un profesor de piano. Decían así:

* “(Grabado que representa un artístico reloj de bolsillo) Teodoro John, relojero y joyero alemán, tiene el honor de ofrecer sus servicios a este respetable público en todo lo concerniente a relojería como igualmente cajas de música, etcétera. Vive en la calle de Córdoba, cerca del Club Mercantil”.

* “El que firma, profesor de piano, tiene el honor de ofrecer sus servicios al respetable público de esta ciudad en los ramos de enseñanza, reformar y afinar pianos. Las personas que se dignen favorecerme ocurran a la casa de don Juan Buroni en la calle de Córdoba. En la misma casa se venden y se alquilan pianos”.

La crítica teatral también se inicia en el primer número del periódico, en el que se elogia la actuación de la soprano Landa y del tenor Rico quienes interpretaron para el público rosarino, ávido de elevadas expresiones musicales, “las inspiraciones de los maestros italianos” y “esa sal tan característica de los cantos andaluces”.

Otras secciones fijas del periódico fueron dedicadas a las transacciones monetarias y al movimiento portuario, singularmente intenso por entonces.

La vida de la incipiente ciudad se refleja con claridad en aquellas páginas hoy amarillentas y todo suceso de significación tenía cabida en sus columnas.

La Confederación dejó de aparecer en los primeros días de octubre de 1861, luego de haber informado a la ciudad por espacio de más de siete años y de haber tirado más de mil ediciones. Luego de aquel primer periódico vendrían otros como El Comercio (1856), El Comercio de Rosario (1859), El Litoral (1859), El Progreso (1861), El Eco Comercial (1861), La Nueva Era (1861), La Patria (1861), El Ferrocarril (1861), El Diario (1862), El Rosario (1862), El Cosmopolita (1864) y El Trueno (1864).

La Confederación de Federico de la Barra había nacido cuando Rosario daba sus primeros y vacilantes pasos hacia el progreso y dejaba de publicarse más de siete años después, cuando la ciudad era ya una pujante y magnífica realidad.

 

 

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