Por Ignacio Fidanza

Más enigmática que nunca, Cristina hizo una jugada de una densidad poliédrica que acaso sea demasiado temprano para entender en todas sus dimensiones. Puede ser un error garrafal de última milla o la llave que destrabe un triunfo que no tenía asegurado.

¿Es el primer paso de una negociación con el peronismo federal, en el que Alberto Fernández cumple el rol de candidato-tapón hasta que haya un acuerdo global? No lo sabemos, pero no son pocos los que orbitan en ese universo que desearían que fuera ese el objetivo final de la ex presidenta.

Alberto Fernández fue el elegido, pero todas las miradas apuntan a Sergio Massa, el único peronista no kirchnerista que retiene votos que podrían terminar en la ex presidenta si no fuera candidato. «Con Sergio adentro ganamos en primera vuelta», dijo Cristina en el Instituto Patria. Por eso, en ese grupo heterogéneo que es el peronismo no kirchnerista, la gran pregunta por estas horas es: «¿Qué va a hacer Massa?».

Tampoco lo sabemos. Pero ya tenemos algunos datos. El paso al costado de Cristina y la elección de Alberto Fernández se vivieron con euforia en las oficinas del Frente Renovador. «Esto facilita todo», sintetizaron.

Pero no fue el único encantado con la novedad. Cuando el nombre de Alberto recién empezaba a rebotar en los portales, varios gobernadores se apresuraron a aplaudir la decisión. Lo hizo la fueguina Rosana Bertone, que ya estaba integrada al kirchnerismo, pero también neutros o ex federales como Jorge Manzur, Gerardo Zamora y Gustavo Bordet. Mientras deshoja la margarita, Schiaretti corre el riesgo de quedarse sin flor.

En efecto si se la mira inserta en una línea de tiempo, la decisión tiene poco de sorprendente y es una consecuencia bastante lógica del acercamiento que Cristina vino tejiendo con los sectores más tradicionales del peronismo -gobernadores y sindicatos- y terminó de escenificar con su visita a la sede partidaria del PJ. La Cristina del segundo mandato, de la juventud maravillosa, fascinada con La Cámpora, de los patios y el vamos por todo, vuelve a mutar.

En el Gobierno sintieron el impacto, por más que la reacción de Marcos Peña haya sido la de siempre: Acá no cambió nada y si lo hizo es a nuestro favor. Macri candidato. Sin embargo, desde la Casa Rosada se activaron llamados urgentes a gobernadores para garantizarse que no abandonaran el espacio de Alternativa Federal, para impedir una confluencia con el kirchnerismo que estiman podrían dejarlos afuera del poder en la primera vuelta.

La apelación al inmovilismo, que va desde Peña hasta Schiaretti, la negación del profundo impacto político de una decisión que cambia el escenario, o el más elegante pero igual de sugestivo silencio de Lavagna, son reacciones defensivas que ofrecen una primera pista sobre a quien podría beneficiar y a quien perjudicar la decisión de la ex presidenta, que una vez más demostró que está un escalón por encima de la media.

«Al final el peronismo racional era Cristina», bromeaba un dirigente insospechado de kirchnerista. A la jugada le falta el resultado para poder determinar si además de inesperada fue efectiva, pero no se puede negar que encierra un reconocimiento de los límites de la realidad, que por ahora no se observan en Macri, el otro engranaje de esta peste que se llama polarización.

Como deja claro en su video, Cristina acepta que no tiene marco regional ni geostratégico para gobernar con fluidez y advierte que aún ganando, el problema es el inmenso desafío económico y social que enfrentará la próxima gestión. Con la elección de quien fuera su pragmático jefe de Gabinete, Cristina pone prudente distancia del chavismo y parece reconocer que el próximo gobierno enfrentará un paisaje que vuelve irrealizable la idea de cabalgar en soledad.

Esto lleva a preguntarse porqué Macri cree que en su caso si es posible, contra la opinión de los principales líderes políticos de su coalición, propios como Emilio Monzó y ajenos como Alfredo Cornejo, que se han cansado de gritar en el desierto que si en este mandato era deseable ampliar la base política, en el próximo será inevitable.

Pero la decisión también tiene su costado inquietante. La idea de entronizar un presidente vicario para sortear el veto de los poderes fácticos no es nueva en el peronismo. El país ya sufrió la dinámica tóxica de Cámpora al gobierno, Perón al poder. Como también se laceró con el renunciamiento histórico de Evita. Y Cristina más fiel a sí misma que nunca, se dio el gusto de mezclar esos dos hits de la batea peronista.

Fuente: La Política Online.