Por David Narciso

¿Tiene futuro el Frente Progresista? ¿Parte de los radicales seguirán siendo aliados del socialismo o al final todos se irán con Cambiemos? ¿Puede el socialismo terminar aliado con una parte del peronismo? ¿Puede partirse el peronismo? ¿Puede Santa Fe ser el escenario de una alianza transversal antimacrista? Y siguen las preguntas…

Si con sólo haber leído el primer párrafo el lector se siente apabullado por tanta pregunta, nadie lo va a contradecir. Es más, puede abandonar la lectura en este instante porque, nobleza obliga, cuando llegue al final no habrá encontrado respuestas certeras a las mismas. Sí información de primera mano sobre lo que hablará la política santafesina en enero y febrero. Y eso es así porque esas respuestas todavía no las tiene nadie, ni siquiera quienes tomarán las decisiones cuando llegue el momento. Todo es parte de un gran escenario de cambio (no en el sentido Cambiemos) y en construcción.

No es novedad que el Frente Progresista necesita reinventarse. Lleva 12 años de gestión en la provincia, Lifschitz tiene aprobación y marcó un hito al suceder tres gobernadores diferentes. Sin embargo no es el paso del tiempo su principal problema, sino los malos resultados en Rosario, la irrupción de Cambiemos en el gobierno nacional –desde entonces le viene comiendo el electorado y le disputa territorio y lealtades políticas–, y la fractura en la UCR, en particular la salida del intendente José Corral, que alineó Santa Fe ciudad con Macri. Peleas internas, diferencias de criterio y egos cierran el cuadro.

Lifschitz sostiene desde el mismo 22 de octubre que el Frente Progresista debe ampliarse. Con su estilo, lo que dice es que se terminó un ciclo.

Esa mirada la comparten radicales, socialistas y el resto de los partidos del Frente. Ahora bien, ¿qué hacer?, ¿hacia dónde ir? ¿A quiénes sumar? El Frente, o como vaya a llamarse, puede reinventarse y ser atractivo para otros espacios políticos y sectores sociales?

El ojo por ojo

Parte del socialismo cree que en el actual escenario la única puerta de salida está por el lado de unir fuerzas con el peronismo, o al menos una parte de él. Las elecciones legislativas ya demostraron que quedarse a medio camino, en la avenida del medio, es una idea cómoda pero no paga en las urnas.

Correrse de ahí exige un posicionamiento político distinto. Y es en lo que puso manos a la obra la conducción partidaria nacional, con Antonio Bonfatti a la cabeza y Eduardo Di Pollina como secretario. El voto en contra de Luis Contigiani a la ley de ajuste previsional y la reforma tributaria, y la decisión de poner en veremos hasta el año próximo la adhesión de Santa Fe al Consenso Fiscal van en ese sentido.

En adelante esto significará tensiones con la Casa Gris. Que Lifschitz termine el año sin la ley tributaria aprobada es consecuencia de que los radicales de Cambiemos y el PRO reprocharon que el socialismo no apoyó la reforma tributaria de Macri en el Congreso. Así será en adelante, ojo por ojo. El gobernador convivirá con los aprietes de la Casa Rosada y las decisiones de su partido, donde su opinión no es vinculante.

Un frente antimacrista

Lo que asoma en el horizonte, aún difuso, es un frente antimacrista del que formen parte todos los entenados del actual modelo. Representantes de trabajadores, organizaciones sociales y entidades intermedias observan con interés los movimientos.

Al mismo tiempo, un frente de esas características sería una alternativa para un grupo de senadores del PJ al que les preocupa la idea de pelear la reelección en sus departamentos contra candidatos que contarán con el apoyo del oficialismo provincial por un lado y nacional por el otro. El gobierno provincial les disputa territorio y los emisarios de Cambiemos les caminan municipios y comunas oficiando de abrepuertas en la Casa Rosada y ofreciendo subsidios y obras.

Las conversaciones nunca pasaron de charlas informales, pero seguirán en escena en 2018. “Creo que o nosotros no los entendemos a ellos o ellos a nosotros. Nos vendría bien a los dos, pero no podemos ponernos de acuerdo”, confiesa resignado un senador peronista.

Para muchos, traducir en un dispositivo electoral esa base de acuerdos es imposible. ¿Cuál sería la situación de los radicales NEO, es decir los que se quedaron en el Frente Progresista? ¿Los candidatos del Frente Progresista que desafían a los actuales senadores se van a su casa?

A Lifschitz, una alianza con el peronismo de base territorial, además de robustecer su penetración geográfica, quizás le allane el camino para habilitar la reforma constitucional que tanto anhela.

Sin embargo un acuerdo de esa naturaleza no aporta solución al problema de Rosario, que es el que amenaza su permanencia en el poder de la ciudad y la provincia. Los senadores “venden” la figura de la diputada Alejandra Rodenas (prohijada en su esquema de poder), a la que ellos representando un electorado no tan distinto al del socialismo y que aportaría unos 200 mil votos.

“En 2019 si esto sigue igual y nosotros no hacemos algo, cualquier cuatro de copas que aparezca con Macri en la foto nos gana”, reflexiona otro senador que ve el mapa de Santa Fe pintado de amarillo y entra en pánico.

Ahí está el punto donde se cruzan los caminos del Frente Progresista y estos senadores. Quedarse inmóviles donde están no pueden. Moverse es imperioso, pero ¿hacia dónde?

El mundo peronista

¿Por qué habría peronistas que exploren una alternativa de poder provincial que lleve a un candidato de otro partido? Más teniendo en cuenta que en 2017 el PJ logró unificar una propuesta electoral pensando en 2019 y tiene en Omar Perotti un precandidato a gobernador competitivo.

Una primera cuestión. Perotti será candidato por el peronismo, con todo el PJ o con parte de él. No será candidato de ningún oficialismo, ni provincial ni nacional, lo cual en el manual se supone que es una desventaja. Los senadores peronistas buscarán su reelección y ven que si Macri les compite con el respaldo de la caja nacional y el envión de Cambiemos, y el socialismo hace lo propio con un candidato respaldado por el aparato provincial, sus liderazgos departamentales correrán riesgo. Por eso les tienta la idea de asociarse con el Frente Progresista o lo que quede de él. Si la división es por dos, razonan, tienen más chances de sobrevivencia que si es por tres.

Hay otro aspecto influyente y que excede la ingeniería electoral. La relación entre los senadores del PJ y Perotti suele estar marcada por la desconfianza. A los caciques no les gusta el modo de construcción personalista del rafaelino. Y éste no está dispuesto a pagar de más por la influencia territorial de aquellos. Perotti prefiere que su suerte descanse en el vínculo que como legislador y candidato construyó con los santafesinos. Hasta ahora nunca le alcanzó para llegar a la Casa Gris, el lugar al que realmente quiere llegar.