El asunto de la disputa del despacho en la Cámara de Diputados parece sin importancia, pero en realidad la tiene. Desde luego que no es determinante quién ocupará el despacho, o toda la puesta en escena que los medios se ocuparon de difundir por todo el país. Al fin y al cabo, todo eso es el marco de una mera y grotesca pelea por la posesión de un espacio físico en una de las instituciones de la República. Y tal pelea, debe decirse, no es la primera vez que sucede en la historia del Congreso Nacional y de otros espacios legislativos del país.

La importancia del asunto está determinada por lo que esta disputa significa, por lo que transmite a la sociedad. Y lo cierto es que esta confrontación no es un mensaje halagüeño para una sociedad que asiste y sufre problemas a veces graves y que los funcionarios deberían, al menos, procurar mitigar. El mismo presidente Macri, por caso, acaba de reconocer que la inflación este año estará entre el 20 y el 25 por ciento; la devaluación ha pegado en el bolsillo de la sociedad; la narco criminalidad es un flagelo causante de no pocos males en el país y la inseguridad tiene a mal traer a todos los argentinos y como si todo esto no bastara, hay problemas serios de subsistencia, sí, de subsistencia, en no pocos sectores sociales de la Patria ¿Cómo no será razonable que cualquier ciudadano se indigne cuando se le informa que los señores legisladores se están peleando por una oficina, cuando él (ese ciudadano) hace bilibirloques para sobrevivir a menudo indignamente, con gran esfuerzo y no escasa angustia?

Mientras muchas empresas y el mismo Estado piensan en el recorte laboral, con todo lo que ello significa, mostrar al país este cuadro, ya pintado en otras ocasiones, siempre es preocupante e indignante.