Publicado en Revista Ñ

7 Dec 2019

Por Alejandra Varela

El Mayo Francés fue una revuelta programada desde los servicios de inteligencia anglo-norteamericanos para debilitar al gobierno de Charles de Gaulle. El sindicato Solidaridad de Polonia tenía como principal ideólogo al Papa Juan Pablo II en su plan por terminar con los regimenes del Este. La novela Doctor Zhivago logró una distribución tan apabullante en todo el mundo porque resultaba efectiva dentro de la mecánica de propaganda norteamericana durante la Guerra Fría. El politólogo Marcelo Gullo no desconoce que al describir estas escenas en su libro Relaciones Internacionales. Una teoría crítica desde la periferia sudamericana, el lector podrá sentirse atacado en sus certezas, como si algo se volviera irreconciliable con el estilo en que habitualmente lee la política mundial y sus conflictos.

Y tal vez este sea el primer ejercicio de un trabajo que se propone discutir las determinaciones que llevan a la producción del conocimiento en los países subalternos. En el impulso por crear una epistemología situada el autor encuentra los conceptos de Unidades Políticas con Asiento Territorial (UPCAT) y Unidades Políticas sin Asiento Territorial (UPSAT) que “en términos weberianos, permiten agrupar desde el Estado nación hasta el imperio persa, desde los caballeros templarios hasta la oligarquía financiera internacional, desde la Madre Teresa de Calcuta hasta George Soros” explica Gullo. Estas herramientas identifican la lucha por el poder y analizan como campos de fuerza las dinámicas políticas que varias escuelas de relaciones internacionales limitan a las negociaciones entre estados. A esas imágenes que parecen contar los vínculos entre las naciones desde la aplicación de las leyes.

–¿La teoría que usted propone no debería construirse en simultáneo con la implementación de una política concreta?

–Una de las grandes crisis del pensamiento académico argentino es que está completamente desligado de la acción. Las carreras de relaciones internacionales, que comenzaron a surgir como hongos después de la caída del muro de Berlín, copiaron la matriz norteamericana. Si bien las relaciones internacionales nacen en Inglaterra, van a tener un segundo nacimiento en Estados Unidos, después de la Segunda Guerra Mundial y es allí cuando se contaminan de las formas que tienen los norteamericanos de abordar las ciencias sociales. En su idiosincrasia es más importante el presente que estudiar la historia. A su vez, el hecho político les exigía analizar el presente porque se habían convertido en una potencia mundial. No necesitaban estudiar cómo los débiles habían dejado de ser débiles sino cómo seguían siendo potencia. En cambio a nosotros nos interesa estudiar cómo se construye el poder nacional porque no lo tenemos y sin poder no hay justicia social. No hay nada que uno pueda determinar, ni hacia adentro ni hacia fuera.

–Las Unidades Políticas Sin Asiento Territorial, al poder actuar de manera más o menos encubierta en varios estados a la vez ¿No vuelven más difusos los límites entre la política nacional y la internacional?

–Ya era complejo cuando Gran Bretaña asume como el principal objetivo de su política exterior propagar el libre comercio desde finales del Siglo XIX hasta comienzos del siglo XX. Cualquier acción contraria de un estado, como ser proteccionista o fomentar la industria nacional, se transformaba en un acto de política exterior. Gran Bretaña no exportaba el libre comercio solamente porque quería vender su mercadería. El momás importante era que la industria es poder y ellos no querían que otros tuvieran poder. Hoy los actores principales son las Unidades Políticas sin Asiento Territorial pero esto no quiere decir que los estados no tengan poder. Hay un doble enfrentamiento, una dialéctica nueva, la que se produce entre la oligarquía financiera internacional, que es el principal elemento subordinador y los estados nación. Lo que pasa es que algunos estados tienen mayor capacidad de resistencia que otros. Hoy Estados Unidos se opone a su oligarquía financiera internacional, al mismo tiempo que se opone a Rusia.

–¿A qué se refiere exactamente?

–Es la primera vez que el poder norteamericano está partido. Hasta la Guerra de Secesión hay dos Estados Unidos. El norte proteccionista, anti británico y el sur librecambista y pro británico que se peleaban en el parlamento. Esa pelea se define en la guerra civil y a partir de ese momento hay un solo poder en Estados Unidos. Hoy no todo el Pentágono, ni toda la CIA responden al presidente.

–Esta situación, unida a la guerra tecnológica con China ¿genera las condiciones para establecer desde América Latina lo que usted llama una insubordinación fundante?

–Nunca tuvimos un momento más propicio, al contrario de lo que cree toda la clase política argentina. El enfrenamiento entre China y Estados Unidos se va a incrementar. Cuando el centro del poder se relaja en la custodia de los países periféricos porque se están peleando entre ellos, el menos poderoso tiene mayor facilidad para hacer la política que quiera.

–En esa línea, usted recupera la idea de un estado continental latinoamericano, ya que hoy el territorio es un capital ¿Los gobiernos del llamado Socialismo del Siglo XXI no pensaron un proyecto similar?

–Todos estos movimientos habían heredado un barniz del pensamiento nacional, entonces planteaban esta idea pero el proceso fracasaba porque nunca dejaron de ser neoliberales. Para dejar de ser neoliberal tenes que hacer una planificación industrial conjunta y establecer qué industrias se quedan de este lado del río en Argentina y qué industrias se quedan del otro lado del río en Brasil. Por ejemplo, la industria siderúrgica que la haga Brasil pero la industria petroquímica del todo el MERCOSUR la hace la Argentina. Hay que comenzar por la unidad argentino-brasileña, eso hace que la sinergia empiece a englobar a los otros, a América del Sur primero porque nada se podría pretender hacer con México si no está consolidada Sudamérica. Poner los pies en el Caribe sería un error porque están bajo la influencia norteamericana.

–¿Esto no podría reproducir la lógica de los países subordinantes y subordinados pero en el ámbito latinoamericano?

–Por eso hay que desprenderse del neoliberalismo y hacer una economía industrial planificada. Mi primer libro se llama Argentina, Brasil. La gran oportunidad. Ahí propongo crear una gran acería en el Mutún, en Bolivia, donde están las minas de hierro más importantes de América del sur. Ahora Brasil le roba el hierro a Bolivia y se lo lleva a San Pablo. Lo mismo hizo Lula con Hugo Chávez. Iban a hacer una gran petroquímica pero en vez de hacerla en Venezuela, la hicieron en Pernambuco ¿Por qué, si el petróleo es venezolano? Entonces tienen trabajo los brasileños y los venezolanos siempre van a vender cosas en bruto. Ahí si Brasil va a ser el centro, y la periferia vamos a ser todo el resto ¿Hace falta ser revolucionario para llenarse de plata con el litio? No, nace falta que los presidentes de Argentina, Bolivia y Chile definan el precio, como hicieron los árabes con el petróleo. No importa si ahora no te lo compran porque ponemos un precio muy alto. Dentro de dos años lo van a tener que comprar porque se acabaron las reservas del mundo, entonces vale lo que nosotros queremos. Con el litio nos vamos a perder una oportunidad gigantesca de acumular capital ¿Cómo hacemos justicia social si no acumulamos capital?