Por Ariana Robles

“Pobre de ustedes, los jóvenes”, me dijo una señora días atrás mientras esperábamos el colectivo y hablábamos de la violencia en Rosario. Debo confesar, que esas pocas palabras me quedaron resonando durante largas horas del día.

Será porque ya es cotidiano levantarse y abrir el diario o escuchar en la radio que la ciudad se cobra una muerte más, que las estadísticas van en aumento porque un número más se suma a la lista de homicidios y crímenes que sólo parecen importar en cifras y no así en vidas que son arrebatadas en un minuto por negligencia política.

El incremento de la seguridad en Rosario no es una sensación como se dijo en alguna ocasión, sino una desconsolada realidad. Las autoridades no asumen la inseguridad como el problema central y eso causa un creciente malestar, fastidio que se vio y se ve reflejado en las movilizaciones que se llevan a cabo en la ciudad reclamando justicia.

Días atrás, el ministro de Seguridad provincial, Maximiliano Pullaro, criticó a la Justicia y consideró que «ninguno de los que tenemos responsabilidad en seguridad nos podemos hacer los sonsos, desde el Poder Ejecutivo trabajamos mucho pero hay otras patas que se tienen que hacer responsables».

¿Otras patas responsables? Los jueces son responsables, claro, pero no son quienes diseñan políticas generales o específicas de seguridad, ni estrategias de prevención situacional del delito. Si se trata de una cuestión nacional o provincial, no es lo que reclama la opinión pública. La sociedad sólo quiere salir  de su casa y no vivir con la incertidumbre de saber si regresa o no por la noche.

La realidad es que desde hace casi una década la inseguridad encabeza las demandas sociales en la Argentina y Santa Fe se ha convertido en el ejemplo resonante de ello.

En conclusión, la inseguridad es quizá el problema en el cual el relato del gobierno provincial se distancia más de la opinión pública, pero al mismo tiempo la oposición no pareciera por ahora tener capacidad para capitalizarlo o generar acciones que promueven la seguridad y tranquilidad de la población santafesina.

«Pobres de ustedes, los jóvenes»… Cuánta razón tenía la señora. Pobres los grandes, los trabajadores, pero sobre todo nosotros, los jóvenes, que vivimos en una ciudad que trunca los sueños de aquellos que sólo queremos ser felices en el lugar donde crecimos y elegimos vivir.