1- Finalmente el gobernador Miguel Lifschitz recurrió a la Corte Suprema por el no pago de la deuda histórica generada por retenciones indebidas de coparticipación nacional entre 2006 y 2015. Los jueces supremos no tienen plazos para resolver el pedido santafesino, por lo tanto la espera puede ser larga. En el mientras tanto la deuda será un nutritivo insumo para la campaña 2019.

El gobernador sobreactuó cuando dijo que quizás fue “ingenuo” al demorar el regreso a la Corte. En realidad estos 3 años estuvo envuelto en un juego de ajedrez del que no era gratis sacar los pies del plato. Si Santa Fe rompía la mesa de negociación facilitaba la victimización del macrismo y le concedía la excusa para no pagar. Ahora que el macrismo está en la lona y sin crédito, no hay otro camino. Además, era el propio presidente el que le pedía personalmente tiempo al santafesino y manifestaba voluntad de acordar. El presidente. El camino alternativo era el de San Luis, pero en casi 2 años desde la presentación tampoco logró cobrar nada.

Haber esperado un poco más o un poco menos como dijo el senador Omar Perotti no hacía al resultado. Sí acertó Perotti cuando reprochó: “Allí (ante la Corte) tendríamos que haber estado todas las fuerzas políticas, de la producción y el trabajo”. El gobernador eligió ir solo, desviándose de aquella especie de línea diplomática que sentó Binner aquel día que inició el juicio contra Nación fortalecido con las presencias de sus antecesores peronistas Reutemann y Obeid.

2- El G20 es un hecho sin precedentes en un país que prácticamente no pincha ni corta en esa liga. Macri por momentos lo vivió como un intendente más que un presidente si se observa su obsesión por cuidar la imagen del país con los que nos miran desde afuera. Un discurso que gira en la lógica histórica de “tenemos que demostrar”, “tenemos que parecer”. ¿Civilizarnos? El roce con los jefes de las principales potencias es la última gran apuesta por proyectar a Macri a una órbita global con la esperanza de que contrarreste la realidad de un gobierno cansado, desgastado, hastiado de cosechar desaprobación y al que nada parece salirle como espera, ni siquiera un partido de fútbol.

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3- El Senado provincial aprobó en un abrir y cerrar de ojos el Presupuesto 2019 que le envió la Casa Gris. Todo un dato político y una muestra de que el esquema de gobernabilidad que en su momento construyó el ex gobernador Bonfatti, detalles más detalles menos, se mantiene robusto a través de los años. Lifschitz, que también gobierna con minoría en esa cámara, además de mantener los acuerdos políticos-económicos de la era Bonfatti, los profundizó con un stock de obra pública de dimensiones históricas, a tal punto que en cada localidad tiene algo que ofrecer.

El debate en Diputados tendrá matices, más discusión, pero el oficialismo es mayoría y por lo tanto se descuenta su aprobación durante la primera parte de diciembre.

4- Discutir recursos en 2019 es una quimera. Nadie sabe exactamente cómo sigue la película: cotización del dólar, niveles de inflación que el gobierno nacional jamás acertó, extensión de caída económica y recesión; todo es incertidumbre. Este último dato será central: los ingresos futuros se calculan en base a los actuales, pero es muy probable que la recesión empeore y que las recaudaciones continúen cayendo. En sentido inversamente proporcional, la crisis aumenta la demanda por la crisis. El panorama es desolador.

La política tiene la obligación de redistribuir cargas y poder en medio del desastre. Tarifas, tasas, impuestos y subsidios son las herramientas más inmediatas en una economía descalabrada. La negativa de Cambiemos, y de sectores del peronismo y del Frente Progresista a incrementar gravámenes provinciales a grandes cerealeras y entidades financieras demuestra que se trata de una faena bastante más compleja de lo que el sentido común indicaría.

5- Entre el martes y el jueves se realizó un foro de debate en Santa Fe y Rosario sobre el Plan Abre, la nave insignia del gobierno provincial en materia de políticas sociales. Hubo expositores y visitantes de distintas ciudades del país y de Montevideo. Más allá de la cuota de autobombo que este tipo de jornadas conllevan, el Abre santafesino es considerado y estudiado por otras jurisdicciones.

Nacido en 2014, el plan Abre es resultado del colapso de las viejas respuestas que el Estado intentaba dar a una realidad socio-urbanística que había cambiado. Y algo de eso confesó la intendenta durante las jornadas: “…había problemas más complejos que los que el modelo del viejo Estado nos estaba poniendo adelante; eran problemas para los que no alcanzaba con esa institucionalidad, nos planteaba nuevos desafíos”. Y continuó: “Defendíamos el modelo de Estado que habíamos construido y del cual estábamos orgullosos, pero de alguna manera interpelaba si era suficiente lo que estábamos haciendo. Y el Plan Abre vino a ayudarnos a construir respuestas y nuevas preguntas, nos hizo replantear la política social, la política pública, comprender en cada barrio la territorialidad hablando con los vecinos, no crear un modelo único”.

La puesta en marcha del Abre significó asumir que el Estado estaba profundamente en falta y desatento en muchos aspectos. Su mayor virtud es la articulación multisectorial en cada barrio con vecinos, organizaciones e instituciones que están en el territorio. Y al mismo tiempo entre provincias y ciudades y entre ministerios y secretarías de los mismos gobiernos. Esa red es la que permite, donde interviene, llegar familia por familia y atender necesidades particulares casi como si se tratara de acupuntura social. El marco es una poderosa intervención urbanística y social. El Plan tiene distintos grados de intervención en más de 60 barrios de Rosario, Santa Fe y Reconquista.

A su turno, Lifschitz aprovechó el foto para marcar diferencias: “Una de las características de este programa es la permanencia en el tiempo, no es hacer dos o tres cosas y después nos vamos a otro lado. No es el Estado en tú barrio, es el Estado presente todo el tiempo en tú barrio”, en abierta crítica al programa del gobierno nacional.

6- Diciembre llega con el avispero electoral agitado. Mónica Fein y Miguel Lifschitz bendijeron a Verónica Irízar como la precandidata del Partido Socialista para enfrentar en las primarias del Frente Progresista a Pablo Javkin, tal como adelantó esta semana Conclusión.

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El concejal de Cambiemos Gabriel Chumpitaz invade carteleras en vía pública con gigantografías que promocionan su figura, se supone para una futura candidatura aún no especificada.

En el peronismo, hay sectores que plantarán un candidato propio a la par de la de Roberto Sukerman, por más que reconocen que es el más conocido y con mayor intención de voto. La advertencia de la concejala camporista Marina Magnani fueron elocuentes en el sentido de que no todo el kirchnerismo estará, al menos en la primaria, detrás de Sukerman.

De todos modos, el abogado constitucionalista desborda entusiasmo con los guiños de Omar Perotti y María Eugenia Bielsa a la idea de sumar espacios de centroizquierda en un gran frente electoral.

También con el guiño que hizo el dirigente social Juan Grabois, que en una actividad convocada por Ciudad Futura en Rosario instó al precandidato de esa fuerza Juan Monteverde a competir dentro del mismo espacio donde va a estar Sukerman.

No es tan fácil. Más allá de los debates internos que enfrenta cada fuerza sobre con quién sí y con quién no y la conveniencia de hacer alianzas, la arquitectura jurídico-electoral que buscan Sukerman y buena parte del peronismo no está claro del todo si es viable. De hecho los apoderados del PJ provincial ya estudian el pedido del peronismo rosarino para que se les permita conformar un frente electoral, si fuera necesario, diferente del que se arme en la provincia. Si fuera posible, surgen preguntas: ¿implica que si Monteverde ganase la interna el PJ se queda sin candidato propio en la general? Hay aristas por pulir y debatir, y tres meses por delante.