Por Rubén Alejandro Fraga

“El Caudillo es como la reencarnación de la Patria y tiene el poder recibido de Dios para gobernarnos”. Así describía el Catecismo Patriótico español de 1939 a Francisco Franco Bahamonde, el hombre que gobernó España durante casi cuatro décadas con mano de hierro y de cuya muerte se cumplieron 40 años el viernes pasado.

A las 6.10 de la madrugada (hora española) del jueves 20 de noviembre de 1975, el entonces ministro de Información español, León Herrera, leyó ante los micrófonos de Radio Nacional de España el siguiente comunicado: “Las Casas Civil y Militar informan que a las 5.25 horas Su Excelencia el Generalísimo acaba de fallecer por paro cardíaco, como consecuencia de un shock tóxico por peritonitis”. Era el anuncio oficial de que Franco había dejado de existir a la edad de 83 años.

Franco1El dictador había muerto en su cama, 39 años después de acceder a la jefatura del Estado español con todo el poder político en sus manos. Un mes antes, el octogenario tirano aún había encontrado fuerzas para reunir a 150 mil seguidores en contra de la “conspiración masónica de izquierda” que, según él, intentaba derrocarlo. En verdad, por esos días de 1975 la dictadura ya hedía a cadáver y enfrentaba un creciente descontento popular.

El agonizante régimen franquista se basaba en la personalidad y la ideología de su fundador, nacido el domingo 4 de diciembre de 1892 en la ciudad portuaria gallega de El Ferrol, provincia de La Coruña, y bautizado como Francisco Hermenegildo Paulino Teódulo Franco Bahamonde. Segundo hijo de un oficial de la marina que terminó por abandonar a su familia, su voz aflautada y su insignificante contextura física le valieron el diminutivo de Paquito, con el que se lo conoció durante muchos años, incluso una vez iniciada su carrera militar.

Pero fue allí, en el ejército, donde Paquito descubriría en sí mismo al Generalísimo que llevaba dentro. Aunque diversas biografías lo retratan como un joven tímido, gris y no muy buen estudiante, a los 34 años Franco se convirtió en el general más joven de Europa desde Napoleón Bonaparte. A partir de allí nació la mitología franquista y, con ella, la figura del Caudillo, el salvador de España, el defensor de la Cruzada, del Imperio y de la grandeza de la Madre Patria, apelativos que mantendría hasta el final de sus días.

En 1923, Franco se casó con Carmen Polo, heredera de una influyente y ultracatólica familia de Oviedo, en Asturias. Con ella, Paquito entró en los salones de la aristocracia, con la que más tarde se emparentaría gracias a los matrimonios de su hija y de su nieta en círculos reales.

El sábado 18 de julio de 1936, siendo comandante general de Canarias, Franco se unió desde Marruecos al alzamiento iniciado por el general José Sanjurjo contra el gobierno republicano del Frente Popular –una coalición de partidos de izquierda que había ganado las elecciones generales de febrero de ese año– presidido por Manuel Azaña Díaz. La asonada desató una feroz guerra civil que dejó más de medio millón de muertos, miles de exiliados y una sociedad dividida. Franco2Franco2

Antes del fin de la sangrienta contienda Franco presidió, el 30 de enero de 1938, el primer gobierno de su larga dictadura. Desde que terminó la guerra, el 1º de abril de 1939, y hasta su muerte monopolizó un régimen despótico. Franco odiaba a los comunistas, a los masones y a los liberales y defendía la fe católica y los valores del Imperio Español por encima de todo. Se refería a la independencia de las últimas colonias españolas (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) como el desastre y relacionaba a la izquierda con el mismo demonio.

La posguerra fue el período de más depresión y represión del nuevo régimen. Franco siempre dejó en claro que no creía en la reconciliación y persiguió implacablemente y sistemáticamente a sus adversarios. En uno de sus más conocidos discursos, aseguró que “los españoles no creen en las palabras rendición y prisioneros, sino sólo en la victoria y la muerte”. Por ello, miles de exiliados españoles partieron para América latina; otros, hacia países europeos y hasta la Unión Soviética.

Simpatizante de las dictaduras de Adolfo Hitler en Alemania –que ayudó a los nacionalistas en la guerra civil– y Benito Mussolini en Italia, la España franquista mantuvo, no obstante, una aparente neutralidad durante la Segunda Guerra Mundial, lo que le valió el aislamiento de la comunidad internacional durante más de una década. Ello propició una economía cerrada, basada en un sistema corporativista y autárquico.

A mediados de los años 50 España se incorporó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y acordó el primer plan de estabilización económica con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Fue entonces cuando Franco renovó su entorno político, sustituyendo a algunos de los militares, falangistas y tradicionalistas, por jóvenes tecnócratas, afines al reaccionario grupo católico Opus Dei –fundado en 1928 por el sacerdote Josemaría Escrivá de Balaguer–, que encabezaron la reforma económica.

En julio de 1969 se anunció que el príncipe Juan Carlos de Borbón sería el sucesor de Franco en la jefatura del Estado y un año después se firmó el primer acuerdo con el Mercado Común Europeo, antecedente de la actual Unión Europea.

Con todo, el descontento de los españoles con la dictadura franquista se fue generalizando al comenzar la década del 70. Hasta junio de 1973, cuando por primera vez cedió la jefatura del gobierno a su mano derecha, el almirante Luis Carrero Blanco –muerto en un atentado de la organización separatista vasca ETA, el 20 de diciembre del 73 en Madrid, cuando se perfilaba como el delfín que continuaría la dictadura franquista–, el Generalísimo Franco fue al mismo tiempo jefe del Estado, del gobierno y del Ejército.

Su muerte abrió un nuevo período en la historia de España, pese a que algunos pensaban que todo estaba atado, bien atado para facilitar durante mucho tiempo la continuidad del régimen. Sin embargo, la evolución del país y la necesidad de cambio fueron comprendidas por la gran mayoría de los dirigentes políticos españoles, que encontraron en el rey Juan Carlos el más amplio y mejor respaldo. El monarca, por entonces de 37 años, tuvo que enfrentar una decisión que había provocado la guerra civil en muchos otros países: continuar la dictadura o establecer la democracia. Juan Carlos apostó por el lento y difícil camino de la transición democrática.Franco3

Gradualmente y no sin dificultades, el rey puso fin a la censura de la prensa, liberó a la mayoría de los presos políticos, legalizó los partidos y en 1976 sustituyó al reaccionario primer ministro Carlos Arias Navarro por un político joven y poco conocido, Adolfo Suárez, quien convocó a elecciones para 1977.

Aunque algunas leyes represivas de Franco sobrevivieron tras aquellas elecciones, el gobierno dejó de aplicarlas. A partir de entonces, España comenzó a disfrutar de una libertad de expresión sin precedente desde los años 30 y dio vuelta definitivamente la negra página de su historia escrita con sangre por la dictadura franquista para comenzar una nueva era.

Un nuevo tiempo no exento de temores y angustias, cuya esencia captó –entre otros– el director José Luis Garci en su película de 1978 Solos en la madrugada, donde su protagonista, un locutor de radio personificado por José Sacristán, pronuncia un monólogo memorable sobre la muerte del padre de los españoles (ver aparte).

En un artículo publicado en noviembre de 1992 en el diario madrileño El País, el poeta, periodista y novelista catalán Manuel Vázquez Montalbán escribió sobre Franco: “Fue comparado con Napoleón, Fernando el Católico, el Gran Capitán, Agamenón (difícil de entender), César, Almanzor, Federico II de Prusia, Recaredo… El cardenal Plá y Daniel aprovechó el sermón de bodas dirigido a Carmen Franco y el marqués de Villaverde para equiparar la pareja de la virgen María y san José con la de Franco y doña Carmen, y entre las metáforas la lista da que pensar sobre la poesía como laboratorio del lenguaje: desde «padre adoptivo de la provincia» hasta «la figura más importante del siglo XX», pasando por «espiga de la paz», «vencedor del dragón de siete colas», «el cirujano necesario», «el gran arquitecto», «el redentor de los presos», «guerrero elegido por la gracia de Dios», «vencedor de la muerte», «el que sube las cuestas que es un contento», «el únicamente: genial», «enviado de Dios», «padre que ama y vigila», «voz de hierro», «centinela de Occidente», cientos, miles de imágenes de esplendor y gloria”. Y Vázquez Montalbán remató: “Pero yo me quedo con aquella perla que le dedicara Joaquín Arrarás cuando lo imaginaba conduciendo la nave de la nueva España, la nave de la muerte, la tortura, la expatriación, la desidentificación para tantos de sus compatriotas: «Timonel de la dulce sonrisa»”.

Un monólogo magistral para el fin de una época

El actor José Sacristán pintó el fin de una época en España tras la muerte del dictador Franco en un monólogo magistral de la película Solos en la madrugada, dirigida por José Luis Garci en 1978.

A continuación, el texto completo de aquel inolvidable monólogo cinematográfico:

“Se van a acabar para siempre la nostalgia, el recuerdo de un pasado sórdido, la lástima por nosotros mismos. Se acabó la temporada que duró 38 hermosos años. Somos adultos, a lo mejor un poquito contrahechos, pero adultos. Ya no tenemos papá. Somos huérfanos gracias a Dios y estamos maravillosamente desamparados ante el mundo.

“Hay que enfrentarse al mundo con esa cepa que nos da ese aire garboso. Tenemos que convencernos de que somos iguales a los otros seres que andan por ahí, por Francia, por Suecia, por Inglaterra.

“En septiembre ya no vamos a reunirnos solos en la madrugada para contarnos nuestras penas, para mirarnos el ombligo, para seguir siendo mártires, para sufrir. No, a partir de ahora y aunque sigamos siendo igual de minusválidos vamos a intentar luchar por lo que creemos que hay que luchar, por la libertad, por la felicidad.

“Hay que hacer algo ¿No?, para alguna cosa tendrá que servir el cambio, pues venga, vamos a cambiar de vida. Se ha terminado eso de ser víctimas de la vida, hay que vencer a la vida. Hay que tomar el mando en la cama.

“Si lo que quieres es un televisor en color, cómprate el más grande que encuentres por que es lo que quieres, no ahorres cuatro perras para dejarlas a los hijos, disfruta de la vida vosotros porque es vuestra vida.

“Hay que empezar a tratar de ser libres. Yo también quiero ser libre. No quiero tener que mentirme tanto. Sé que tengo que ser algo… a lo mejor escuchar, escuchar más a la gente o hacer un programa de radio para adultos, para hablar de las cosas de hoy porque no podemos pasar otros cuarenta años hablando de los cuarenta años…

“No soy político, ni sociólogo, pero creo que lo que deberíamos hacer es darnos la libertad los unos a los otros, aunque sea una libertad condicional. Pues vamos, yo creo que sí podemos hacerlo, creo que sí.

“No debe preocuparnos si cuesta al principio porque lo importante es que al final habremos recuperado la convivencia, el amor, la ilusión. Pues no cabe duda, al vegetar estamos acabando. Vamos a vivir por algo nuevo. Vamos, vamos a cambiar la vida por nosotros. Vamos”.