Por Daniel Oscar Siñeriz Griffa

El pasado 8 de diciembre volvieron a encenderse las luces del enorme árbol navideño del Parque Independencia. Este año con el regreso feliz de toda la gente que se convocó entusiasta y masivamente. Un momento dichoso y cargado de significados; encabezados por el reencuentro, el deseo y reclamo intenso de una paz tan valiosa como necesaria, la presencia y plegaria de representantes de denominaciones religiosas, la participación de músicos de los barrios, coros, artista y comunicadores, animando una jornada “encendida” de luz y esperanza.

La celebración religiosa del día aporta también un signo fuerte de Esperanza: La Iglesia Católica celebra “La Inmaculada Concepción de María”. Un acontecimiento que testifica el obrar de Dios que, partiendo de lo pequeño, realiza hasta lo que parece imposible. Ya que los padres de María, Ana y Joaquín, eran discriminados y señalados por el pueblo como maldecidos, por no tener descendencia. Creyendo y esperando con firmeza y constancia fueron bendecidos con esta niña concebida inmaculada y destinada a ser la madre de Jesús.

Esto que parece un privilegio único es, sin embargo, un signo programático. Lo que Dios obra de antemano en quien sería la Madre del Redentor, lo tiene pensado para toda la humanidad. El “adelanto” que se realiza en María es el programa a desarrollar y así, de la condición “inmaculada” de ella se desprende la Dignidad y la Humanización  para todos, y lo que ya se hizo al inicio para una criatura está escrito y dispuesto para hacerse y cumplirse para todos en el caminar de la historia.

Por todo esto es preciso que se sigan encendiendo TODAS LAS LUCES: las de la mente, las del corazón, las de los mejores sentimientos, las de los gestos y actitudes solidarias; las de los acuerdos y las del diálogo, las del reconocimiento y la valoración de los otros, las de la sana convivencia y las de las reconciliaciones necesarias…¡Todas las luces, todas encendidas, todo el tiempo! Por una Paz que “marque terreno”, que crezca, que dure, que reúna los corazones, los espíritus y las manos.

¡TODAS LAS LUCES!