Nadie duda de la legitimidad del paro nacional del día 31, pero sí muchos discuten acerca de su oportunidad política. La medida fue ejercida en el marco de un derecho democrático y fundamentalmente para exigirle al gobierno nacional que suba o elimine el mínimo no imponible para los salarios que sufren descuentos por el impuesto a las Ganancias. Pero los dirigentes gremiales que impulsaron la medida y los sectores políticos que la festejaron, no deben perder de vista que ese universo de trabajadores en la Argentina no llega al 11 por ciento.

Hay un inmenso 85 por ciento que no percibe descuento alguno por sus haberes y de todos los trabajadores en blanco de la Argentina, existe un 50 por ciento que sobrevive con no más de 5 mil pesos por mes. Este también debe ser un horizonte de lucha gremial y política que lime las asimetrías y acorte la brecha entre trabajadores de primera y trabajadores de segunda.

Por otro lado, en este paro hubo dirigentes que hasta son candidatos en estas elecciones por el Frente Justicialista para la Victoria. Esos dirigentes deben saber que tienen también responsabilidades políticas al haber aceptado las candidaturas y, sobre todo, no pretender desconocer que este era un paro contra el gobierno a quien –dicen- van a intentar defender en las urnas.

El salario no es ganancia. Es un concepto que todos podemos compartir y es deseable que la administración nacional reaccione lo más rápido posible elaborando un plan de reemplazo progresivo de estos ingresos suculentos para el fisco. También la mayoría puede coincidir en que deben ser reemplazos por impuestos a la renta financiera y al juego. Pero hay que hablar claro al respecto: Para eso el Estado, el gobierno, debe seguir reuniendo poder para enfrentar a esos sectores concentrados y encuadrarlos en un régimen tributario que hasta ahora han esquivado olímpicamente.

Las organizaciones políticas de izquierda, gremios que ni son rozados por Ganancias como docentes y peones rurales; estaban ahí por otra cosa. Estaban ahí no en solidaridad con los que más ganan en el país, sino para tratar de conseguir otro objetivo político que es dañar al gobierno en cualquier terreno. Hay nucleamientos sindicales y dirigentes que hace rato no piensan en sus representados sino más bien en su propia suerte. Que no ven más allá de la coyuntura de sus apetencias personales y que olvidaron rápido las conquistas conseguidas en todos estos años que, entre otras muchas cosas, permiten que un grupo de trabajadores hoy tengan escalas salariales que ingresan a altos rangos tributarios.

Hay otros gremios que no tienen el objetivo de dañar al gobierno, pero que deberían recordar cómo estaban en la década del ’90 y calcular si no merecía un poco más de análisis y estudio la decisión de plegarse a esta medida que fue más que nada garantizada por la adhesión estratégica del transporte que puso en dificultades a otros miles y miles de trabajadores que sí querían llegar a sus empleos.