Por Graciana Petrone

En Chañar Ladeado el amor y el recuerdo le ganan al olvido. Pasaron 24 años de los femicidios de Irina Laura Montoya y María Dolores Sánchez, dos jóvenes oriundas de la localidad del Departamento Caseros que estudiaban Trabajo Social en la Universidad Nacional de Rosario. Un verano de 1998 viajaban de mochileras hacia Comodoro Rivadavia para conocer al sobrino de María Dolores que había nacido hacía pocos días. Nunca llegaron. En un paraje de Bahía Blanca fueron víctimas de un feroz y letal ataque por parte de un custodio de seguridad que se ofreció a llevarlas en su auto. Pese al paso del tiempo, cada 18 de febrero se organizan diferentes actividades para mantener viva su memoria. “Hasta viajan amigos y amigas que iban con ella a la facultad y muchos de ellos hoy son profesores. Eso es lo que generaba mi hija en los demás”, contó a Conclusión María del Carmen Montoya, madre de Irina.

Este viernes a las 19.30 se oficiará una misa en la parroquia San Juan Bautista de Chañar Ladeado y a las 20 habrá una charla en la plaza 25 de Mayo con la presencia de Alejandro Vecchi, abogado de una de las familias de las víctimas y también quien representó a los padres del fotógrafo José Luis Cabezas asesinado en Pinamar. El renombrado profesional hará una especie de conferencia en donde responderá a las preguntas que quieran hacerle los asistentes.

María del Carmen contó que tanto la familia como amigos y compañeros y compañeros de estudio de Irina todos los años la siguen recordando: “Todos ellos me acompañaron siempre. El pueblo de Chañar Ladeado me acompañó mucho y todos los años la recordamos y en cada ocasión va mucha gente, gente que la conocía, que la quería. Hasta el día de hoy recibo cantidad de llamados de personas que ni conozco, que me dicen que la habían conocido”.

Actualmente, una Comisión Familiares y Amigos de Irina Montoya se encarga de organizar cada convocatoria. Cada año, desde que ocurrió el femicidio, nunca dejaron de encontrarse para mantener viva la memoria de las jóvenes. Hay una placa con el nombre de Irina en la plaza del pueblo, tradicional lugar de encuentros en localidades pequeñas si los hay. Por eso eligen reunirse allí.

A horas de comenzar las actividades de este viernes, la madre de Irina ya piensa en el próximo año, que se cumplirá, nada menos, que el 25º aniversario de su muerte. “Ya estamos en campaña para comenzar a partir de junio de este año con la planificación de las actividades que haremos en 2023, si Dios quiere”.

La madre de Irina remarcó que el acompañamiento y la contención que recibió su familia la intenta de canalizar y retribuir acompañando a otros: “Siempre pasan cosas, en algunos pueblos cercanos hubo casos también y si nos necesitan estamos porque sabemos lo que es perder a un hijo”.

El recuerdo de la madre de Irina

“Ella estudiaba Trabajo Social, le gustaba mucho ayudar y decía que ‘el día que me reciba voy a poner una casa para los chicos de la calle’. Irina estaba haciendo una pasantía en un roperito de Rosario. Además, para que se den idea de cómo era, había conocido a una chica que era mamá de un chiquito, estaba sola y no tenía a nadie que se lo cuide, entonces ella se lo llevaba al roperito y lo cuidaba para que la madre pudiera ir a trabajar y además ella era empleada en un negocio, porque nosotros somos una familia de clase trabajadora y hacíamos mucho esfuerzo para ayudarla a que pudiera continuar sus estudios y ella nos ayudaba para que no fuera tan pesado.

Era una chica que se llevaba bien con todo el mundo, era feliz, le gustaba estar alegre, por eso todos la recuerdan y tenía amigos por todos lados. Cuando venía en el verano a Chañar trabajaba en un supermercado para ayudarnos. Así la recuerdo. Pero para poder seguir adelante nos ayudó mucho el apoyo del pueblo y de gente que no conocíamos”.

Los amigos y una vida de aventuras

Roberto Sosa es uno de los integrantes e impulsores de la Comisión de Familiares y Amigos de Irina Montoya. Ambos eran de Chañar Ladeado. Se conocían desde chicos. Él vino a vivir a Rosario y unos años después vino también Irina y empezaron juntos Trabajo Social en la UNR. Pero antes, allá por la década del 80, con la joven formaron parte del programa “Sí a la vida, no a la dependencia”, un proyecto que la Legislatura provincial aprobó para plasmar en el territorio. “En Departamento Caseros llegó a más de 600 pibes”, contó Roberto.

“Coincidimos en la carrera y también en que nos gustaba viajar. Arrancábamos haciendo dedo y así conocimos gran parte del país. Incluso, con Irina y otra chica más, nos habíamos ido a Brasil a la Isla de la Miel.

Irina era una joven militante y comprometida en lo social. “Con ella hemos ido a cientos de marchas por el caso María Soledad Morales que se hicieron en Rosario, a otras marchas que hacían las Madres de la Plaza 25 de Mayo en diciembre y que duraban 24 horas. Ella tenía una mirada muy social, muy comprometida. Era un personaje de esos que podían vivir en una carpa y a la hora estar en el Sheraton de Buenos Aires y en los dos ámbitos encajaba perfecto. Recuerdo que ella vivía en el centro de Rosario y cuando caminábamos juntos la saludaba  gente en situación de calle o que pedía en las esquinas. La conocía y la quería todo el mundo Era una persona muy alegre y muy libre”, concluyó Roberto.

La cita de este viernes

Desde la Comisión Familiares y Amigos de Irina Montoya dijeron que en caso de lluvia la charla se llevará a cabo en el Auditorio Comunal de la localidad del Departamento Caseros.

A casi un cuarto de siglo del brutal femicidio de las jóvenes, cada año familiares y amigos realizan actividades para recordarlas. En esta ocasión, la invitación inicia con una frase del dramaturgo alemán Bertolt Brecht que insta a reflexionar sobre la naturalización de ciertos comportamientos negativos, tanto individuales como sociales:

“No aceptes lo habitual como algo natural. Porque en tiempos de desorden sangriento, de confusión organizada, de arbitrariedad consciente, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural, nada debe ser imposible de cambiar”.

El 18 de febrero fatal

El 18 de enero Irina y María Dolores, de 25 y 19 años, respectivamente, viajaban de mochileras hacia Comodoro Rivadavia a conocer al sobrino de “Doli”, como le decían a una de ellas sus amigos. Era de madrugada, llovía y se guarecieron en una estación de servicio en un parador de una ruta cercana a Guaminí, una localidad del sudoeste de la provincia de Buenos Aires que no llegaba a dos mil habitantes. Le pidieron a un camionero si podía darles un aventón, pero les dijo que viajaba en la dirección opuesta, por lo que el hombre habló con un vigilador que trabajaba de noche custodiando camiones y que accedió a llevarlas. Tenía un auto gris. Se trataba de Eduardo Fermín Elicabe, de 35 años. Irina y María Dolores no sabían que se subirían a un viaje sin retorno.

Cerca de las siete de la mañana un tambero encontró el cuerpo de María Dolores en un camino de tierra y despoblado a unos 35 kilómetros de la ciudad de Bahía Blanca. Irina estaba a unos metros, aún con vida, pero falleció horas más tarde en el Hospital Interzonal de Bahía Blanca. Dolores había sido abusada sexualmente.

El hallazgo de los cuerpos apareció rápidamente en las noticias. El camionero lo vio por televisión, como también el mozo del parador donde estuvieron por última vez las mochileras. Ambos se pusieron en contacto con la Policía para contar que ellas acordaron viajar con el “hombre del auto gris”. Así fue que el 22 de febrero allanaron la casa de Elicabe, cuya esposa estaba embarazada de nueves meses. En la vivienda encontraron la cámara de fotos de Irina en un cajón y la pistola con la que las asesinó escondida adentro de un parlante.

A Elicabe la Justicia lo encontró culpable de doble asesinato con alevosía y abuso carnal. Le dictaron reclusión perpetua, la pena máxima que otorgaba la ley entonces. Sin embargo, hoy el femicida es un hombre libre. Por un cómputo de cumplimiento de pena efectiva del dos por uno, más la validación de un juez por buena conducta, fue dejado en libertad.