Por Alejandra Ojeda Garnero

Una nueva página se escribe en la causa por la muerte de Franco Casco que tiene a 19 policías en el banquillo de los acusados, enfrentando una posible pena de prisión perpetua; y que ya llevan casi cinco años en prisión preventiva. En la séptima jornada del juicio, que comenzó en diciembre pasado, se conocieron datos clave que demuestran los movimientos que realizó el móvil que supuestamente detuvo a Franco Casco la noche del 6 de octubre de 2014 en la Estación Rosario Norte; y el testimonio del médico legista que realizó el acta de levantamiento de cadáver en el playón de Prefectura Naval Argentina, detrás de Canal 5. Entre otros testimonios, estuvo el de un alto mando de la policía provincial en el momento de los hechos, quien dio cuenta de las funciones asignadas a los jefes de comisarías en ese tiempo y las directivas en cuanto al servicio a la comunidad que debían prestar en cada jurisdicción.

La hipótesis de la querella y la Fiscalía federal sostienen que a Franco Casco lo detuvieron el 6 de octubre a la noche, en la Estación Rosario Norte en el móvil N°4387, cuando el joven de Florencio Varela iba a abordar un tren para volver a su ciudad natal. Desde un principio, la policía sostiene, y así consta en el expediente, que lo detuvieron el día 7 a las 13.15 aproximadamente por el llamado de un vecino.

La defensa de los policías presentó evidencia concreta que demuestra que el móvil 4387 acudió en la noche del 6 de octubre de 2014 al llamado de una mujer que desde un colectivo de la línea 110 pedía ayuda desesperadamente porque hinchas de Rosario Central habían destruido los vidrios de la unidad frente al shopping Alto Rosario, ubicado en Junín al 500. Se trata de un llamado a la Central 911 en el cual la operadora le indica que espere al móvil policial, que va en camino, en Ovidio Lagos entre Güemes y Brown, exactamente a las 21.24.

Minutos más tarde, otro audio registrado a las 21.34 se escucha claramente la voz del comisario Diego Álvarez, quien da cuenta por comunicación radial que ya se encuentra entrevistando a los pasajeros del colectivo por los incidentes. En la comunicación informa que frente al shopping un grupo de hinchas de Rosario Central le rompieron los vidrios, no hubo lesionados y el chofer va a trasladar el colectivo a la comisaría octava.

Con estos elementos la defensa de los policías intenta demostrar que Franco Casco no fue detenido el 6 de octubre, como tampoco en la Estación Rosario Norte. Los registros muestran que esa noche el móvil 4387 estuvo en Ovidio Lagos y Brown convocado para asistir a los pasajeros del colectivo de la línea 110, y desde allí el comisario Álvarez se comunicó para notificar lo que estaba sucediendo.

El incidente fue reflejado por un medio local.

La secuencia completa se puede observar en la “carta de incidencia”, desde el momento que una pasajera del colectivo realiza el llamado al 911 hasta que se da por cerrada la incidencia a las 21.35.

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El 7 de octubre a las 11.56 de la mañana la Central 911 se comunica con la Policía Motorizada para pedir que se acerquen a la zona de Urquiza y Cafferata, por la denuncia de una vecina sobre la presencia de “un masculino perdido en tiempo y espacio”, que vestía “una camiseta azul y un pantalón de jean”.

Tanto la descripción que dio la vecina del estado en el que se encontraba el sujeto en cuestión y la ropa que vestía, se corresponden con lo que horas más tarde corroboró la medica que lo examinó alrededor de las 16 en la comisaría y con la foto que se tomó cuando llegó a la dependencia. Del mismo modo, el lugar dista de pocas cuadras de la intersección de Catamarca y Constitución, lugar donde finalmente fue detenido Franco Casco el 7 de octubre alrededor de las 13.15, tal como consta en el acta de procedimiento.

 

 

Más tarde, el mismo 7 de octubre, desde la comisaría séptima Cintia Greiner llama a la Central 911 para pedir datos del domicilio que Franco Casco había mencionado, sin saber hasta ese momento que pertenecía a Florencio Varela. En el audio se puede escuchar claramente a la agente que consulta por la calle 12 al 3700, y la operadora del 911 le responde que no existe ese domicilio. Sobre el final del audio la agente Greiner dice “bueno, le voy a preguntar bien entonces”, es decir le va a preguntar a Franco Casco, que estaba vivo, detenido en la comisaría séptima.

Entonces, si la teoría de la acusación fuese correcta, es decir que lo detuvieron, torturaron, mataron y arrojaron al río en la noche del 6 de octubre, ¿por qué motivo una agente llamaría al 911 para intentar dar con el domicilio del joven? Cuando aún no sabían que su apellido era Casco, como también desconocían que era de Florencio Varela, y más aún cuando no existía una búsqueda de paradero.

 

Hallazgo del cuerpo

El cuerpo de Franco Casco apareció el 30 de octubre de 2014 flotando en las aguas del río Paraná. El médico policial Mariano Minnucci fue convocado por el oficial de guardia por el hallazgo de un cuerpo sin identificar hasta el momento.

En el examen que realizó el médico observó que “el cuerpo estaba muy deteriorado por el accionar de predadores”, tenía un tatuaje, por el cual luego sería identificado, y por tratarse de una muerte dudosa ordenó “que se realice la autopsia” para determinar las causas de muerte.

El examen en el momento del hallazgo es visual y solo externo, por lo tanto “no se puede determinar la causa de muerte”, como tampoco presencia de lesiones a simple vista.

En el transcurso de la investigación, llegaron de forma anónima fotos en las cuales se observa el cuerpo de Franco Casco atado con sogas, más precisamente el brazo y la pierna izquierda, tal figura en las imágenes tomadas por los peritos fotográficos cuando fue extraído de las aguas. Sobre estas imágenes la querella sustenta la teoría de que fue “fondeado” en el río luego de ser torturado en la comisaría séptima.

El médico indicó, en principio que no se observaron lesiones visibles en el cuerpo de Franco Casco, y por otro lado señaló que “Prefectura utiliza sogas para sacar los cuerpos del río” y se trata de un procedimiento habitual en estos casos, de todos modos aclaró que si un cuerpo hubiese sido atado y arrojado al río “quedaría la impronta de la soga en el lugar de las ataduras”, lo cual no se observó en este caso.

Alto mando  

Entre las acusaciones por un supuesto mal desempeño del personal de la comisaría séptima, específicamente sobre el comisario Álvarez, cuestionado por haber brindado su número de teléfono celular a los vecinos para que lo llamen en caso de alguna urgencia, y por haber dado respuesta personalmente a un llamado de un vecino.

El comisario José Luis Amaya, quien en el momento de los hechos se desempeñaba como Jefe de la Unidad Regional II, indicó que “las directivas en ese momento eran brindar un servicio a la comunidad”.

Vale recordar que la zona de la séptima estaba siendo vapuleada por varios hechos delictivos y la interacción del jefe de la comisaría con los referentes barriales y vecinos se había tornado asidua, “los policías tenían que darle sus teléfonos a los vecinos”.

También se refirió a las funciones de jefe y subjefe de una comisaría: “Tenían que salir a recorrer sus jurisdicciones y hablar con los vecinos”, como también era habitual “que el comisario salga a hacer un procedimiento”, del mismo modo que “podía trabajar fuera de su horario” si la ocasión así lo requería.