José Gervasio Artigas nació en Montevideo, Uruguay, el 19 de junio de 1764. Su familia se remite a los orígenes del nacimiento de Montevideo. Luego de recibir una formación franciscana, se dedicó a las tareas rurales en las estancias de su padre. Tiempo después se ganó la vida comprando cueros en la campaña para venderlos a los exportadores de esa localidad.

Las primeras armas de Artigas las hizo desde 1797 como soldado de caballería en el regimiento de Blandengues, creado para combatir el robo de ganado, el contrabando en la Banda Oriental, y proteger la frontera con el Brasil. En 1805, siendo ya oficial, se retiró del ejército por razones de salud.  Artigas debió retornar al servicio activo y en 1806, durante las invasiones inglesas participó en la reconquista de Buenos Aires y en la defensa de Montevideo a las órdenes de Liniers.

En febrero de 1811, el capitán Artigas desertó de la guarnición de Colonia y se puso a disposición del gobierno porteño, que le dio el grado de teniente coronel, 150 hombres y 200 pesos para iniciar el levantamiento de la Banda Oriental contra el poder español, como respuesta a la decisión del Gobernador español de Montevideo, Javier de Elío, nombrado Virrey del Río de la Plata, que le declaró la guerra a la Junta revolucionaria creada en Buenos Aires en mayo de 1810.

El 28 de febrero de 1811, dos campesinos, Pedro José Viera y Venancio Benavídez, con el apoyo del sublevado comandante militar de la región, Ramón Fernández, daban en Asencio (Soriano) el grito de libertad del pueblo oriental y se disponían a luchar junto a Artigas.

Artigas reclutó un ejército formado por los gauchos orientales, empobrecidos por la administración de Elío, procedió a repartir entre sus paisanos las tierras y los ganados que les iba tomando a los españoles. Con estas fuerzas, el 18 de mayo de 1811 derrotó a los realistas en el combate de Las Piedras y, puso sitio a Montevideo hasta que, sorpresivamente el Primer Triunvirato firmó el 20 de octubre un armisticio con Elío por el cual se comprometía a retirar las tropas patriotas.

El giro dado por el primer triunvirato disgustó a Artigas y seguido por sus milicianos y la mayoría de la población oriental,  se retiró hacia Entre Ríos para reorganizar la lucha. Las familias que huyeron de la persecución española se colocaron bajo su protección y pasaron a luchar contra los españoles y los portugueses que habían comenzado a penetrar desde el norte de la Banda Oriental por pedido de Elío.

Mil carretas y unas 16 mil personas iniciaron el éxodo cruzando el río Uruguay y se instalaron cerca de la actual Concordia (Entre Ríos) preparados para continuar la lucha. Pero el Primer Triunvirato envió a Manuel de Sarratea para reemplazar a Artigas en el mando de las tropas orientales. Tras la caída del Primer Triunvirato, Sarratea fue reemplazado por Rondeau, y se le devolvió su mando a Artigas.

Al inaugurarse la Asamblea del Año XIII, la Banda Oriental eligió sus representantes en un Congreso y, por inspiración de Artigas, les dio precisas instrucciones de contenido federalista y revolucionario: inmediata declaración de Independencia, constitución republicana, libertad civil y religiosa, igualdad de todos los ciudadanos, gobierno central con respeto a las autonomías provinciales y el establecimiento de la capital fuera de Buenos Aires.

Mediante formalismos la Asamblea rechazó los diplomas de los diputados orientales. Rondeau convocó otro Congreso para elegir nuevos diputados y Artigas rompió entonces abiertamente con Buenos Aires. El Director Supremo Gervasio Posadas lo declaró «traidor» y puso precio de 6.000 pesos a su cabeza.

Las razones de la Asamblea, que era presidida por Carlos María de Alvear, se fundaron en el temor que la incorporación de los artiguistas produjera una alianza entre el caudillo oriental y San Martín para apurar una declaración de independencia, que el grupo alvearista, en consonancia con los intereses de Gran Bretaña, pretendía retrasar lo más posible.

También existían recelos de la clase alta porteña que la influencia del caudillo oriental y su enorme popularidad se extendieran al resto de las provincias y pusieran en juego la base de su poder económico.

José Artigas fue el primero en plantear claramente en el Río de la Plata las ideas del federalismo. Así se lo contó él mismo al general Paz: «Tomando por modelo a los Estados Unidos yo quería la autonomía de las provincias, dándole a cada estado un gobierno propio, su constitución, su bandera y el derecho de elegir a sus representantes, a sus jueces y a sus gobernadores entre los ciudadanos naturales de cada estado. Esto es lo que yo había pretendido para mi provincia y para las que me habían proclamado su protector. Hacerlo así habría sido darle a cada uno lo suyo».

La popularidad de Artigas se había extendido a varias provincias argentinas, afectadas por la política de libre comercio y puerto único, promovida por Buenos Aires, que arruinaba a los artesanos y campesinos del Interior. Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones y Córdoba se unieron a los orientales, formando la Liga de los Pueblos Libres. Como Protector de la Liga, Artigas luchó junto con los jefes litoraleños contra el centralismo del Directorio. La liga formó una especie de mercado común regional en el que se protegía a los productores locales y se fomentaba la agricultura a través del reparto de tierras, animales y semillas. No pagaban impuestos las máquinas, los libros y las medicinas y derivaba el comercio del Litoral al puerto de Montevideo.

En 1815 Artigas recuperó Montevideo, y convocó en Concepción del Uruguay el 29 de Junio de 1815 al Congreso de los Pueblos Libres. Allí estaban los diputados por la Banda Oriental, Corrientes, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y Misiones. Sus primeros actos fueron jurar la independencia de España, izar la bandera tricolor (igual a la de Belgrano pero atravesada por una franja roja, símbolo del federalismo) y la resolución de no concurrir al Congreso de Tucumán convocado por el Directorio, en protesta por la actitud del gobierno porteño de fomentar la invasión portuguesa a la Banda Oriental para terminar con Artigas.
Mientras se reunía el Congreso de Tucumán, Artigas y su gente defendía el territorio contra una nueva invasión de los portugueses, que tomaron Montevideo en 1817.

A fines de 1819, el fin se acercaba, la Liga estaba entre dos fuegos, por un lado los directoriales y por el otro los portugueses. Pero mientras el caudillo de Santa Fe, Estanislao López, y su compañero de Entre Ríos, Francisco Ramírez, invadían exitosamente Buenos Aires y triunfaban en Cepeda, Artigas era derrotado por los portugueses en Tacuarembó.

Aprovechando esta situación de debilidad de su antiguo jefe, los caudillos firmaron a espaldas de Artigas el Tratado del Pilar, abandonando a su suerte al caudillo oriental. Ante la traición, Artigas decidió unir sus escasas fuerzas con las de Corrientes y Misiones. Entró en Entre Ríos dispuesto a someter a Ramírez, pero fue derrotado definitivamente en Las Huachas y debió marchar hacia el exilio en el Paraguay.

En el Paraguay vivió humildemente, bajo la protección de los sucesivos gobernantes paraguayos, Gaspar Rodríguez de Francia y Carlos Antonio López. Vivía en una modesta chacra rodeado de indios y campesinos que lo llamaban en guaraní Caraí Marangatú (Padre de los pobres). Después de tres décadas de exilio paraguayo, Artigas murió, a los 86 años, el 23 de setiembre de 1850. Sus restos fueron repatriados al Uruguay en 1855.

«Yo no hice otra cosa que responder con la guerra a los manejos tenebrosos que el Directorio me hacía por considerarme enemigo del centralismo, el cual sólo distaba un paso del realismo (la monarquía). Pero los Pueyrredones y sus acólitos querían hacer de Buenos Aires una nueva Roma imperial, mandando sus procónsules a gobernar a las provincias militarmente y despojarlas de toda representación política, como lo hicieron rechazando los diputados al Congreso que los pueblos de la Banda Oriental habían nombrado y poniendo precio a mi cabeza.» aseguró el padre del federalismo en El Plata.

Los uruguayos tomaron el día del natalicio de Artigas para realizar el Juramento de fidelidad a la Bandera Nacional, que fue decretado el 20 de julio de 1940 y que establece que «Todo ciudadano natural o legal, está obligado a prestar juramento de fidelidad a la bandera nacional, en acto público y solemne».