Por Aldo Battisacco -Enviado especial a Buenos Aires

Argsentina está obligada -en un papel secundario- a acompañar esta puesta en marcha del rediseño del mundo que viene. Sin posibilidad de influir en los pliegues del poder mundial, su tajada fue lograr patear el pago de la deuda por cuatro años.

Mientras se repliega sobre sí, para barajar y dar de nuevo, y lograr una cohexistencia con las sucursales locales del poder transnacional, buscará reperfilarse de manera que cuando finalice la comedia, cuente con algunas ventajas que ofrece haber entrado en el furgón del único tren que aparentemente ofrece un destino.

De aquí, al club de naciones que reclamará un tratamiento distinto de su condición de deudores a los organizamos internacionales y bonistas, hay  un paso. 

Los poderes internacionales, artífices de la pandemia informativa, han comenzado con el proceso de selección darwinista a través del terror, si no te mata la peste, lo hará el miedo. El puntapié que dio la OMS, de que el contagio de coronavirus sea tratada como una pandemia llamó la atención de varios científicos, que números en mano, no le encuentran una explicación fundada.  

La OMS registró que se producen 650.000 muertes anuales por gripe en el mundo frente a las 20.834 por coronavirus, no obstante, amerita aclarar que la diferencia radica en la rápida propagación del COVID-19, que sumió en un caos de proporciones a los sistemas de salud internacionales y la necesidad del aislamiento.

En verdad, se trate de un virus de diseño -según las hipótesis conspiracionistas- o no, la enfermedad delató las políticas impuestas por los organismos financieros internacionales de reducir la asistencia sanitaria de la población, para sanear los déficit de las cuentas públicas de los países que se encolumnaron detrás de la nueva ola neoliberal.

Seguir las cifras de fallecimientos de personas por distintas enfermedades, en países a los que denominamos del primer mundo, impacta y genera confusión. 

Los guarismos que brindan distintos organismos de salud de países europeos, son contundentes. En una publicación de España titulada «La histeria interminable», escrita por Javier Aymat, señala que dos científicos «Wolfgang Wodarg, reputado epidemiólogo y expresidente de la Comisión de la Salud del Consejo de Europa, Manuel Elkin, descubridor de la vacuna contra la malaria y Pablo Goldsmith, prestigioso virólogo, entre otros muchos científicos, cuestionan la ola de pánico creada en torno al coronavirus y las medidas desproporcionadas y contraproducentes».

Para dar una magnitud de los escabroso del tratamiento del tema, pregunta : «¿Cómo pudimos sobrevivir el año pasado a 525.300 enfermos de gripe frente a 25.000 de coronavirus y 6.300 muertes (de gripe) frente a 1.350 muertes (de coronavirus) sin paralizar el país? ¿Y cómo lo sobrellevamos en 2018 que hubo 800.000 casos de gripe y 15.000 muertes?».

Y explica que la «media viene a ser 17 muertos al día el año pasado (41 muertos al día en 2018). Aunque realmente dividir y enfrentar ambos virus no es realmente correcto, ya que, tal y como ha manifestado el epidemiólogo Wolfgang Wodarg, el coronavirus siempre ha formado parte de la gripe».

En otro cotejo que ofrece sobre España, Aymat indicó que «en enero de 2018 aumentó la mortalidad de la gripe en un 77% registrando, del 15 al 21 de enero, 121 fallecidos en una sola semana» en España. «¿Fue un colapso mundial? ¿O Simplemente se habló en 2018 de una gripe con mayor virulencia?», se preguntó. 

Ante la evidencia, se impone un comparativo con nuestro país. Según dijo el presidente de la Sociedad Argentina de Infectología (Sadi), Omar Sued a Telam, alrededor de 32 mil personas murieron en 2018 por neumonía e influenza (virus de la gripe cuyas medidas de prevención son las mismas que para el COVID-19).

Aunque explicó que «el COVID-19, conocido vulgarmente como coronavirus, causa enfermedad respiratoria, pero no es gripe. La gripe es la enfermedad causada por el virus influenza, en todas sus variantes, y se estima que tiene una tasa de mortalidad de 0,5 por ciento», «hasta el momento sabemos que la letalidad del llamado coronavirus es del 2%, principalmente en personas mayores y con enfermedades previas».

Una publicación de la Dirección de Estadística e Información de Salud (DEIS) de la cartera de Salud, reportó que en 2018 murieron 31.916 personas por neumonía e influenza, de las cuales 13.246 fueron mayores de 85 años, lo que representa el 41,05% de los fallecimientos y constituye la segunda causa de muerte en esa franja etaria.

En ambos casos, el especialista advirtió que las medidas de prevención son las mismas: «Lavarse las manos, estornudar en el pliegue del brazo, utilizar alcohol en gel y dar las vacunas a quienes tienen la indicación son acciones eficientes para evitar nuevas infecciones por gripe».

«Cuando la población está más alerta a estas medidas de prevención siempre es beneficioso. Ya nos sucedió en 2009 con la epidemia de la llamada Gripe A, que las personas se lavaban más las manos y eso permitió la disminución de la diarrea», recordó Sued.

Así, de las casi 32 mil personas fallecidas por neumonía e influenza en 2018, 5.325 tenían entre 80 y 84 años; 3.891 entre 75 y 79; 2.954 entre 70 y 74, y el número sigue bajando progresivamente a medida que desciende la edad.

No obstante, de las 242 muertes de niñas y niños (de 0 a 14) que se registraron en 2018, la mayor mortalidad por neumonía e influenza corresponde a las franjas de menores de 1 año y de 1 a 4 años (190 decesos), lo que representa el 78,5 por ciento de los casos.

Esto no quita de que se deban extremar recaudos para no resultar contagiados, y acatar lo prescripto por las autoridades respecto de las indicaciones que se vienen impartiendo, para evitar engrosar la lista de los afectados por el coronavirus.

En tanto, la aparición del coronavirus en el mundo, ya empujó a China a quedarse con un paquete importante de empresas norteamericanas y los Estados Unidos pide a distintos países que desechen la ayuda humanitaria cubana y brega por el bloqueo a Venezuela.