2019 será un año recordado por mucho tiempo en Argentina, para bien y para mal, como todo lo que valga la pena ser recordado (recordar la frase de William Faulkner: entre la Nada y la Pena prefiero la Pena).

Fue el año final del mandato de Mauricio Macri, primer presidente ni peronista ni radical en llegar democráticamente a la Casa Rosada. También, como a muchos les gusta resaltar, es el primer no peronista que culmina su mandato, por lo menos desde 1983 (otros extienden el período hasta la presidencia de Alvear, culminada en 1928, pero es un debate más engorroso).

La contracara es que es el primer presidente de la historia de Sudamérica que intenta su reelección y no la consigue. Medida por ese dato concreto, su Presidencia fue un fracaso. Medida por la vara que el mismo se puso, que es si lograba reducir la pobreza (aumentó), también fracasó.

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Probablemente lo que haya orquestado ese escenario, lapidario (por ahora) para el ahora ex presidente, fue la subestimación que se hizo desde su gestión a una recesión que fue brutal para la sociedad, lo que abarca desde empresarios hasta trabajadores informales pasando por sindicatos, e incluyendo autónomos, niños, desocupados y jubilados.

Por eso mismo cuesta tanto, en un año como éste, separar dos materias probablemente indisolubles, como la política y la economía, pero que muchas veces se analizan por separado, bien para hacer más comprensibles sus conceptos o todo lo contrario.

Justamente allí radicará entonces el mandato con el que asume Alberto Fernández, elegido para sacar al país de la recesión, volver a la senda del crecimiento y, recién entonces pensar en otros desafíos históricos, como expandir el perímetro productivo, engrosar exportaciones y regenerar la institucionalidad, en especial la relación entre la Justicia y los servicios de inteligencia.

Quien permitió al ex Jefe de Gabinete llegar allí y vislumbrar de aquí en más la configuración de un nuevo entramado político institucional (por ahora un enigma) fue la actriz principal (y la más audaz) de la política argentina por lo menos en la última década.

Con sus más y sus menos, Cristina Kirchner es la arquitecta de este retorno del peronismo al poder y sigue siendo quien moldea la arcilla de la política vernácula. Justamente su «legado», y quién será quien lo capitalice finalmente, serán incógnitas principales de estos años aunque no urgentes ahora.

También se inauguran procesos en Rosario y en Santa Fe. En la ciudad, el radicalismo «progresista» de Javkin llegó al Palacio de los Leones después de tanto anhelarlo, pero no sólo eso: dos de sus laderos, como María Eugenia Schmuck y Franco Bartolacci, conducirán el Concejo Municipal y la Universidad Nacional de Rosario, con lo cual toma volumen una nueva fuerza cuasi hegemónica, si saben mover sus fichas, en los máximos ámbitos de poder público de una de las tres principales ciudades del país.

En el plano provincial, el peronismo articuló una gran campaña, que incluyó una interna para alquilar balcones entre María Eugenia Bielsa y Omar Perotti, con el rafaelino como vencedor y a la postre elegido gobernador, apoyado por Bielsa. Así, el PJ vuelve tras doce años a gobernar Santa Fe y desbanca al socialismo, que se quedó sin sus dos principales cajas (a pesar de que los mandatarios de Rosario y Santa Fe capital se inscriben dentro del Frente Progresista, por ahora).

El principal desafío de Omar Perotti será sin dudas la agenda de Seguridad, para lo cual nombró a Marcelo Saín y busca marcar la cancha de entrada. No le será fácil pero será evaluado principalmente por eso. Por su idiosincrasia, seguramente el rafaelino buscará también impulsar el desarrollo productivo en distintas ramas de la versátil industria santafesina.

A continuación, un repaso mes por mes de algunas de los movimientos más salientes de 2019:

Enero y Febrero

El peronismo federal quiere afianzarse como “alternativa ni K ni M”.

Macri, en medio de fuertes rumores internos de Plan V y la no candidatura, se mantiene firme y dice que el país “no vuelve al pasado”.

Comienza el operativo reelección ilusoria y, así como en el presidente y su entorno hay negación de la realidad, en quienes lo enfrentan dentro de su fuerza hay demasiada timidez o incapacidad de doblegar la voluntad del líder.

En medio del baile de los desdoblamientos en distintas provincias, Vidal unifica y ata su destino al de Macri en Nación. Verdadero fin del Plan V, que quizás nunca fue más que un hueso ficticio, como cuando desde Presidencia ventilaban que se evaluaba “darle una interna” al radicalismo. Ni caramelos de madera con azúcar impalpable. Los calmaron solo con rumores que jamás iban a concretarse.

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Ley de financiación de partidos, en discusión. Tema clave y espinoso en un año electoral, en la superficie por “causa de los cuadernos” y antes por “aportantes truchos”. Las campañas son un pozo ciego, quizás nadie quiera mirar allí verdaderamente.

Nuevas turbulencias cambiarias, en un avión ya muy deteriorado por la crisis. Macri ve complicarse su llegada a las elecciones, con lo cual blindar la divisa se transforma en política de Estado. «Hay que llegar a agosto, como sea», parece ser la premisa. Siguen subiendo las tasas de referencia que fija el Banco Central y establecen el costo del crédito para empresas y particulares, un dato sustancial para la producción.

Una economía ya con respirador artificial, tendrá una recesión aún más prolongada. Las consecuencias de esto, de las cuales Macri sólo miró las electorales (perdió las elecciones por la recesión), son aún insoslayables. La última recesión tan larga en Argentina fue de 1998 a 2002. No hace falta recordar lo que pasó en términos institucionales. En términos sociales, engendró una nueva clase social, precisamente desclasados, trabajadores informales, que a la postre, en parte, serían lo hoy conocido como Economía Popular. Clave de bóveda de estos tiempos para repensar y repreguntarse sobre la representación de los partidos, de la política, del sindicalismo y del peronismo en sí.

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Viajes a Washington de funcionarios del Gobierno para suplicar al FMI que flexibilice los condicionamientos cambiarios y poder encarar la campaña y con un dólar controlado, la gran bestia negra de Macri en su gestión. En Argentina la figura del presidente está pesificada y cada devaluación lo demostró, minando la imagen del presidente hasta llegar a un nivel muy bajo, algo que logró revertir en el último tramo de campaña electoral, lo cual no le alcanzó.

Miguel Lifschitz, gobernador socialista de Santa Fe, cuestiona al peronismo federal: “No llega al balotaje”. Pretende armado progresista, excluido de esa “alternativa”.

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Se alinea, a la vez, la ofensiva contra CFK, presumiendo que será la candidata y apostando a la polarización máxima como fórmula para reelegir. Coopera parte de la Justicia, al postergar el juicio oral y hacerla desfilar por los tribunales de Comodoro Py en plena campaña, la cual finalmente sería delegada en Alberto Fernández, dejando al descubierto la magnitud del error en el oficialismo.

Marzo

Los datos de una recesión cuyo fin se parece cada vez más a la oscuridad de un túnel sin salida van conformando el anecdotario de la crisis. Desempleo acercándose a los dos dígitos. Catarata de concursos, quiebras, procedimientos preventivos de crisis. ¿Cómo un presidente puede ser reelegido con estos datos?, se preguntan, desde el sentido común, analistas sagaces pero sobre todo dirigentes hacia adentro de la Alianza Cambiemos. Macri, desde el Congreso, da un discurso que bordea el realismo mágico.

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Dólar sigue incontrolable. Los pedidos al FMI ya son ruegos, para que le permita al BCRA tener un mayor poder de fuego (intervención en el mercado cambiario, libertad para “quemar” divisas y contener el tipo de cambio).

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Comienzan las elecciones provinciales. Neutrales que ganan en medios alineados son presentados como reveses para CFK. A Macri, que tenia candidato propio, se lo omite o se menciona su buena relación con el ganador. Las malas interpretaciones de elecciones provinciales, al querer nacionalizarlas, muestran toda su dimensión. Solo crean clima, lo que modifica la opinión pública y sobre todo de los políticos, lo que los hace modificar  estrategias, pasar de la acción a la quietud o viceversa. Ver el episodio clave del año (Mayo: el Cordobazo de Schiaretti le dio a CFK el aviso a tiempo).

Abril

Ahora desde el gobierno filtran que analizan ya no darle una interna al radicalismo, sino la vicepresidencia (que terminó en manos de un peronista). Interminables caramelos de madera para el centenario partido.

Con todo, se empieza a imponer el empecinamiento de Macri, o su voluntad de poder. Dice cada vez más convencido que competirá y ganará la reelección, aunque ya entonces comienza a hablar de un “resultado ajustado”.

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Así, comenzando a alinear la tropa, Macri congela tarifas por seis meses al darse cuenta que es inviable seguir aumentándolas en campaña. También se impulsa un acuerdo de precios y se dice que se multará a las empresas que lo incumplan. Inflación galopante. Inicio de la escisión del Macri presidente y candidato. Gana el segundo y el país ingresa en un desgobierno que se profundizaría después de las primarias.

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El FMI autoriza al BCRA a congelar las bandas cambiarias hasta fin de año, y le da mayor flexibilidad para intervenir en el mercado. A cambio, le veta subsidios a la energía y otras definiciones de política económica. Macri recién tuvo un verdadero plan económico, si se quiere, “neoliberal”, a partir que se lo impuso el FMI para prestarle plata. Antes, fue un conjunto de liviandades liberales o keynesianas en pugna, todas lo suficientemente separadas entre sí y alejadas del conocimiento macro del funcionamiento de la economía real. El FMI entonces va haciendo correcciones ante cada concesión, por desvíos electorales del gobierno.

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Lavagna quiere ser “el candidato del consenso”. Comienza a plantear discrepancias con Massa, no se disciplina a la igualdad de tratamiento en Alternativa Federal. Quiere ser él candidato, sin interna. Se aleja, se profundizan las grietas en ese armado alambrado, se ve cada vez más nublado el pronóstico electoral para “la avenida del medio”.

Reforma constitucional en Santa Fe. Apuesta de Lifschitz para no ser un pato rengo.

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Macri lanza 10 puntos de consenso con la oposición, llama a Massa y dice que quiere reunirse con todos, menos con el kirchnerismo.

Mayo

Avanzan las elecciones provinciales. Se acerca Córdoba, bastión macrista pero donde domina el peronismo federal alambrado por Schiaretti y De La Sota a lo largo de los años.

Desde el oficialismo siguen impulsando el debate sobre los “consenso básicos”. Buscan licuar el impacto de la crisis y compartir la responsabilidad. Se acerca la hora de las definiciones: en junio vence el plazo para la presentación de listas y alianzas.

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Domingo 12 de mayo. El segundo distrito con más electores del padrón elige gobernador, con resultado cantado. Otra vez gana el peronismo, con una de esas rara avis del justicialismo federal, que logran ser votados incluso por gente que puede ser anti, o al menos “enemigo” histórico del movimiento fundado por el General Juan Domingo Perón.

La contundencia de la victoria de Schiaretti lo posiciona automáticamente como uno de los líderes del peronismo. Es al menos a esa fecha, el más poderoso, por territorio. En su discurso sintetiza todo. Habla del daño que hace la grieta, critica a ambos bandos, reivindica la justicia social como objetivo inclaudicable y al mismo tiempo reconoce a las Fuerzas Armadas. Es un discurso presidenciable. Al menos si no de alguien que será candidato, de quien busca erigirse como el armador, el conductor, el ideólogo y lugarteniente de esa alternativa. Naturalmente le corresponde ese lugar. Pero todo en la política argentina estaba a punto de conmoverse.

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Tres días después reúne a Massa, Urtubey y Pichetto. Envía un mensaje grabado en el que convoca también a Marcelo Tinelli y Daniel Scioli, e invita a Lavagna a competir en la interna, de igual a igual. El ex ministro de Economía se aleja definitivamente y lo declara “capítulo cerrado”.

El 9 de mayo, Cristina Kirchner presenta en la Feria del Libro de Buenos Aires su libro “Sinceramente”. Habla de un contrato social y da algunas líneas, sutiles, sobre lo que vendrá. Elogia por sobre todos a Alberto Fernández y eleva su figura como armador clave del peronismo para lo que vendrá, y sella pública y definitivamente la alianza con su ex jefe de Gabinete, con el cual estuvo peleada durante una década.

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Nueve días después, la senadora y ex presidente hace gala de su audacia y demuestra por qué la política argentina se mueve a su ritmo hace por lo menos 12 años. En la mañana taciturna del sábado 18 de mayo, nomina a través de un video publicado en redes sociales a Fernández como candidato a presidente, encabezando una fórmula que completaría ella misma, pero en el segundo lugar, como candidata a vicepresidente. Logra un efecto tsunami en todo el tablero político, el cual comienza a reordenarse nuevamente a su alrededor. Durmió a todos con su corrimiento, que es a la vez de una demostración de su capacidad política nata, un reconocimiento de debilidad. Como había dicho su ahora delfín, “con Cristina sola no alcanza (sin ella no se puede)”. Es también una autocrítica implícita y un desplazamiento hacia el centro de cara a la campaña, con un Macri que desde hacía meses apostaba al todo o nada a una profundización de la grieta al mango, como estrategia electoral para buscar reelegir en medio de una crisis socioeconómica brutal.

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Un día después del anuncio, Alberto Fernández empieza la campaña, alambrando exactamente desde donde termina la construcción kirchnerista. Apunta a Córdoba, Santa Fe, San Juan, Tucumán y otras provincias, los gobernadores peronistas responden al gesto de CFK y empiezan a acercarse. Fernández aclara: “ni Cristina es Perón ni yo soy Cámpora”. Empiezan las conversaciones con Massa, toda la bisutería de la seducción, invitaciones televisivas a tomar “cafecito” mediante. El tigrense es quizás “el más buscado” para que se acerque, entre los que se alejaron desde 2013 con la cerrazón del oficialismo de entonces.

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A menos de un mes del cierre de listas, el resto de las fuerzas políticas sienten el cimbronazo. Cristina los madrugó, e hirió de muerte a Alternativa Federal, desde donde quería emerger la figura de Schiaretti, robustecido por la victoria. El timing de la ex presidente pareciera incluso ser una respuesta al estímulo de ese triunfo contundente en suelo cordobés. En el oficialismo dicen que “no cambia nada”, con lo cual demuestran no tener plan B: todo o nada a la grieta, la demonización del kirchnerismo y la agitación de Venezuela y fantasmas “del pasado”.

Junio

Sigue la hilación de victorias del justicialismo en el interior. El 3 de junio gana de forma contundente allí Sergio Uñac como gobernador, pronuncia un discurso componedor y se acerca a Alberto Fernández. Se repite, las elecciones provinciales no anticipan resultados pero generan clima e influyen en la opinión pública, es decir en decisores de la política.

Mientras suceden campañas y comicios, la economía es una ciénaga.

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Un día antes del cierre de listas, Macri anuncia al senador peronista Miguel Pichetto como candidato a vicepresidente de Juntos por el Cambio (antes Cambiemos). Pichetto fue hasta entonces el cacique de la oposición en la Cámara alta y pilar de los “consensos” de gobernabilidad, con los cuales el presidente pudo aprobar algunas leyes vitales para su gestión. Algunos diarios hablan de “buena reacción” de los mercados. Otros señalan que la movida llega dos años tarde, y obligado por la “primereada” de CFK.

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Alternativa Federal queda efectivamente pulverizada. Massa finalmente va con el peronismo, que conforma el Frente de Todos, Urtubey va como vice de Lavagna y Schiaretti se declara prescindente. Todo se definirá entre agosto y octubre.  Confirman fórmulas la izquierda, encabezada por Nicolás del Caño, los ultraliberales de José Luis Espert y el derechista José Gómez Centurión, entre otras testimoniales.

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Datos de inflación y desempleo evidencian estadísticamente la profundidad y duración de la crisis y golpean a un gobierno que insiste con la reelección de Mauricio Macri como prioridad.

Omar Perotti gana en Santa Fe y el peronismo recupera la gobernación tras doce años de gestiones socialistas. Apoya a Alberto Fernández y asegura que trabajarán juntos. El justicialismo provincial, que se unió y articuló para volver al poder, se ofrece como plataforma de sostén e impulso del candidato presidencial del Frente de Todos. Fernández señala a Perotti como “su amigo” y comienzan a trabajar en una agenda conjunta en la provincia y en el discurso federalista del candidato.

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Paralelamente, el radical “autónomo” Pablo Javkin se impone como intendente de Rosario. Si bien se inscribe dentro del Frente Progresista, el socialismo ya no manejará las dos principales cajas santafesinas.

Julio

Muere el 10 de julio el ex presidente Fernándo De la Rúa.

Inicio oficial de la campaña electoral en radio y televisión, con bombardeo de spots.

La crisis eleva índices de pobreza e indigencia, pelea por meterse en la agenda mediática, en especial por jornadas muy frías y muertes de indigentes en capital federal. El oficialismo busca bajarle el tono a la polémica, pero los datos son incontrastables.

Agosto

La hora de la verdad.

En un clima de incertidumbre llega el domingo 13 de agosto, fecha dispuesta para la elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Desde el oficialismo aseguran que se tratará de una elección reñida, en la que reconocen que pueden perder pero “máximo por 5 puntos”. Se esperanzan en que sea sólo por 1. En el Frente de Todos confían en una diferencia algo superior, de 8 puntos.

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Los comicios arrojan un arrasador triunfo de la fórmula de Alberto Fernández – Cristina Fernández de Kirchner, que le saca 15 puntos al oficialismo y deja al peronismo nuevamente a las puertas del poder. Axel Kicillof se impone a su vez por una ventaja aún mayor a María Eugenia Vidal en la trascendental Provincia de Buenos Aires. Macri da un discurso en el que parece no asumir la realidad, se lo ve apesadumbrado, casi enojado con el electorado por no entender.

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A partir de la primera hora hábil del lunes, se desata un tembladeral económico y financiero (otro más en la gestión macrista). Un verdadero black monday: el dólar escala hasta los $60, las acciones de empresas argentinas se desploman a mínimos históricos y se agigante el fantasma del default. Macri da un discurso a mediodía aún más inverosímil que el de la noche anterior. Culpa al kirchnerismo y su “falta de credibilidad” por el agravamiento de la crisis. Vuelve a negar la realidad y es duramente criticado por la opinión pública, algo casi inaudito en sus cuatro años de mandato. Incluso desde dentro del Gobierno le piden que rectifique su discurso, algo que hace recién el martes, cuando se disculpa con la sociedad en un mensaje pregrabado y de pocos minutos, desde la Quinta de Olivos.

Septiembre

El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne “se quiere ir”, asediado por un ¿plan? que fracasó estrepitosamente y ya sin desembarco en Normandía a la vista. Llega Hernán Lacunza, hasta entonces titular de la misma cartera pero en suelo bonaerense. Impone un duro cepo cambiario para cuidar las reservas, con el que se restringe la compra de dólares fuertemente, que se suma a las retenciones impuestas tras la llegada del Fondo Monetario Internacional (FMI). Además se congelan tarifas y aumentos de prepagas, entre otros anuncios “populistas”. Macri busca llegar vivo a las elecciones de octubre. Cambia la estrategia, encara actos con una escenografía más cercana al público y busca al menos la “derrota digna”, aunque el leit motiv oficial hable de “darla vuelta”.

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El Congreso Nacional sale del ostracismo para aprobar la ley de emergencia alimentaria, que habilita al Gobierno a administrar partidas para atender la crisis nutricional creciente en la población, en especial en el segmento infantil.

El FMI demora el desembolso del último tramo del préstamo que pidió Macri y agiganta aún más el fantasma del default. Lacunza niega posibilidad de un nuevo “corralito” ante la escalada del pánico en ahorristas, con retiros masivos de dólares en bancos.

Octubre

En pausa desde agosto, el país entra en el mes de las definiciones. Luego de las PASO, Macri optó entre ser presidente y candidato, claramente a favor de la segunda opción. La Casa Rosada quedó con un ostensible vacío de poder luego del contundente triunfo peronista en las primarias, y la oficina de Alberto Fernández, así como su cuenta de Twitter, parecieran ser las nuevas credenciales de un poder que aún no había asumido, ni siquiera concretada la victoria en elecciones generales.

Sindicatos, empresarios, centrales fabriles, movimientos sociales, todos ya miran a Fernández como presidente virtual y buscan acercamientos o concesiones.

En ese clima llegan los debates presidenciales, primero en la Universidad del Litoral y luego en la de Buenos Aires. Ambos con un tono monocorde y bastante aburrido. No cambian sustancialmente la escena.

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Finalmente es 27 de octubre. Ya no más conjeturas ni proyecciones. Ya no más campaña. A las 22 del domingo están cargados casi todos los datos escrutados y Alberto Fernández es el nuevo presidente electo de Argentina. Macri, por su parte, logró una recuperación más que considerable y quedó a 8 puntos del ganador, recortando casi la mitad de la diferencia de las PASO, pero sin poder evitar la derrota en primera vuelta. Fin del mandato para el primer presidente no peronista ni radical desde la vuelta de la democracia. Y también el primero en la historia de Sudamérica que busca su reelección y no la consigue, en medio de una crisis que no terminó en estallido social pero cuyas consecuencias calan hondo en las condiciones de vida de la sociedad argentina. Axel Kicillof también ratifica su victoria en Provincia de Buenos Aires, recuperando un histórico bastión que el justicialismo había perdido cuatro años antes a manos de Vidal.

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A contramano de su berrinche post-PASO, el presidente saliente reconoce la derrota en su discurso y convoca para la mañana siguiente a Alberto Fernández para desayunar y comenzar la transición.

Noviembre

Macri profundiza las medidas de control cambiario, entre otras cosas, para preservar la gobernabilidad hasta el fin del mandato. Desde el entorno de Fernández endilgan que debió tomarlas antes y no lo hizo por la campaña, complicando aún más la situación fiscal y financiera del país.

Se tensa la transición. Alberto Fernández designa a un equipo especialmente dedicado a eso pero busca no ser alcanzado por las esquirlas de la crisis. Macri busca comprometerlo. El presidente electo se refugia en la agenda internacional, visita México y recibe en el país a referentes del Grupo de Puebla, para auscultar una agenda “progresista” en la región.

En el medio de ese encuentro celebrado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, dos noticias de gran impacto regional sacuden la calma de las charlas.

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Por un lado, la liberación de Luiz Inácio Lula Da Silva, ex presidente de Brasil, noticia recibida con euforia por quien fuera Jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, en épocas en que Lula gobernaba el país vecino.

Por otro, la crisis política e institucional boliviana llega a su punto de máxima algidez con la consumación del golpe de Estado contra el presidente Evo Morales, que forzado por la situación renuncia y se exilia en México DF, previa gestión de Fernández en su primera actuación como mandatario, sin ser aún investido institucionalmente.

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Se demora la definición del Gabinete. Fernández no quiere mostrar sus cartas y no adelanta quienes lo acompañarán en la primera línea del Ejecutivo.

Diciembre

El 6 de diciembre Fernández presenta su Gabinete, con algunas figuras de peso como Ginés González García en Salud, Felipe Solá como Canciller y la sorpresa de Martín Guzmán, un académico que vive hace años en New York y especialista en reestructuración de deuda soberana, al frente del Ministerio de Economía.

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Con la cercanía del traspaso de mando a cuestas, Alberto Fernández cede y proporciona gestos componedores para con el presidente saliente. Accede a asistir a una misa conjunta en Luján, en la que se muestra al lado del mandatario saliente, e incluso lo saluda con un abrazo, lo que repetiría en su jornada de asunción como Jefe de Estado, dos días después.

Finalmente llega el 10 de diciembre y se consuma la entrega de la banda y el bastón presidencial en el Congreso de la Nación. Fernández pronuncia un discurso intenso, en el que resalta la emergencia económica del país, la necesidad de atacar el hambre como primera medida y da un fuerte mensaje de reforma institucional, en especial en lo relativo a la Justicia y los servicios de inteligencia, una de las grandes cuentas pendientes de Macri, si se tiene en cuenta el mandato con el que fue elegido, que revestía cierta exigencia de “regeneración institucional”, que no se comprobó.

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Fin de las palabras y las conjeturas, el nuevo Gobierno entra en funciones. Tras algunos días de desembarco en oficinas y gestualidades del poder, Fernández convoca al Congreso a sesiones extraordinarias para tratar un paquete de leyes de Emergencia para afrontar, por lo menos, los primeros seis meses de gestión. Antes decide actualizar el valor de los derechos de exportación (retenciones), debido al desfasaje por devaluación que habían sufrido desde que fueron instaurados por Macri en 2018, cuando urgía la crisis y el FMI lo exigió como condición para mandar más recursos.

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Tras algunas discusiones, tachaduras y remiendos, y largas sesiones de debate, ambas cámaras, ahora presididas por Sergio Massa y Cristina Kirchner (Diputados y Senado respectivamente), aprueban el paquete de leyes pedido por el Ejecutivo. De ahora en más, la pelota la tiene el presidente, que pareciera querer reforzar el fisco y las arcas del Banco Central para ir a negociar con bonistas privados y el FMI, y recién luego, buscar que Argentina salga de la recesión y evite los coletazos de una súper crisis que está allí, cuando se analizan las variables macroeconómicas básicas.

Algo tan simple como eso, y tan difícil, volver a crecer sustentablemente, tras cuatro años lapidarios para la producción y la industria, y más si se tiene en cuenta que, en términos generales, los cuatro anteriores habían sido de estancamiento.

De movida, antes que nada, hay que pasar el verano (economía a marzo). Después se verá…