Las nuevas restricciones dispuestas en el DNU 334/21 y el confinamiento por nueve días iniciado este sábado son seguidos con especial atención tanto en los despachos del Ministerio de Economía como en los del Banco Central (BCRA).

Es que la inyección de fondos que representa la ampliación de la asistencia financiera a los sectores más afectados (ineludible y quizás insuficiente) podría complicar la estrategia de moderación fiscal y monetaria de los últimos meses.

Tanto el titular de la cartera económica, Martín Guzmán, como el presidente del BCRA, Miguel Pesce, tienen presente los efectos de la emisión monetaria que debió llevarse a cabo en el primer tramo de la pandemia, entre marzo y julio de 2020, reflejado (entre otras cosas) en el rebrote de la inflación en el presente año, por lo que se busca implementar los mecanismos necesarios para evitar un nuevo salto que espiralice el harto dañino fenómeno.

De acuerdo con lo anunciado por el presidente Alberto Fernández el jueves pasado, el paquete de medidas para hacer frente a la emergencia representó en lo que va del año un impacto de $480.000 millones fuera de lo establecido en la ley de Presupuesto.

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Ese monto adicional es equivalente a cerca del 20% de la base monetaria y para neutralizar su impacto tanto en el Banco Central como en el Palacio de Hacienda se recurrirá a los instrumentos habituales: en el primer caso, pases y leliqs, en tanto en Economía a la colocación de letras y bonos.

Fernández anunció una inversión de cerca de $52.000 millones en la ampliación de los Repro II, unos $6.000 millones para elevar el salario complementario para sectores críticos de $18.000 a $22.000 y una reducción de $8.500 millones en las contribuciones patronales para sectores específicos.

Esos recursos adicionales provendrán en su mayor parte de la emisión monetaria y en consecuencia serán más necesarias aún las medidas de esterilización. Lo cierto es que además de ser un año electoral y de la incidencia que pueda tener el bolsillo a la hora de votar, el salario real está atrasadísimo desde el gobierno de Macri y el gobierno había prometido que este año «superaría a la inflación». Para eso habrá que tirar por la borda la meta de 29% escrita en el Presupuesto y dar espacio al reclamo de los gremios en la puja distributiva.

El ministro de Economía, Martín Guzmán, junto a la titular de la AFIP, Mercedes Marcó del Pont, en las adyacencias de Casa Rosada. NA

La evolución de la base monetaria en lo que va de mayo y su comparación con los meses precedentes puede servir de prueba de la estrategia conjunta emprendida en Reconquista 266 y el Hipólito Yrigoyen 250: por primera vez en la Presidencia de Alberto Fernández hubo diez días consecutivos en los que el incremento interanual de la base monetaria fue de sólo un dígito.

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Para encontrar un antecedente, hay que remontarse a los momentos de mayor contracción monetaria de la gestión de Guido Sandleris, entre septiembre y principios de octubre de 2019.

Causa y efecto

La estrategia de «moderación» monetaria y fiscal es el resultado de la decisión tomada a fines de septiembre de 2020 de coordinar el trabajo entre Economía y el Banco Central.

Desde entonces, la autoridad monetaria dejó de transferir adelantos transitorios al Tesoro y restringió al mínimo la transferencia de utilidades, en contraste con lo ocurrido en el primer tramo de 2020.

Asimismo, Guzmán dejó de lado la utilización de la emisión como forma de financiamiento y alentó en su reemplazo la colocación de deuda en el mercado doméstico.

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La consecuencia fue una notoria disminución de la tendencia alcista de la base monetaria de un promedio del 80% hasta septiembre del año pasado hasta un 30% en abril de 2021 y, en los primeros días de mayo, a niveles de un dígito interanual.

No obstante, el resultado es una economía en la que el crédito sigue -también como en los últimos años- sin apuntar a ordenar la oferta, es decir la producción, en un país donde la capacidad ociosa de la industria rara vez bajó del 40% en los últimos tres años.

El cálculo de consultoras y el propio gobierno era anotar este año un crecimiento económico de al menos el 7%, algo que apenas si cubriría lo que cayó el PBI en 2020. También lo hizo en 2019 y 2018. Con una actividad con pronóstico reservado por las restricciones a la circulación, derivadas de la segunda ola de la pandemia, esas proyecciones también están seriamente amenazadas.