Por: Esteban Guida 

Que un Ministro de Finanzas de la Nación, en medio del interrogatorio que le estaba haciendo un grupo de legisladores, haya utilizado una sonsa artimaña para desviar la atención y escapar de las evidentes pruebas en su contra, habla de la decadencia moral de algunos funcionarios y la precariedad institucional que atraviesa nuestro país.

En el primer plano de la escena aparece un funcionario público que no tiene reparos en negar lo evidente y eludir la ley mediante argumentos inverosímiles con la impunidad que sólo da el poder real. Pero de fondo, y más grave aún, se observa un país entero a merced de un puñado de (ex)empleados de grupos financieros internacionales que, formando parte del gobierno, operan claramente en favor de sus verdaderos patrones.

Es importante comprender que el endeudamiento externo que está contrayendo el estado argentino (persona jurídica que conforma el conjunto de los argentinos), no responde a una lógica de impulsar la producción nacional y mejorar la capacidad exportable del país. Si fuera así, el debate estaría enfocado en el mejor uso y aplicación de los más de 60.000 millones de dólares que el gobierno de Macri contrajo de deuda externa, lo que, en mayor o menor medida, podría contribuir a incorporar valor a las materias primas, promover la actividad económica y mejorar el balance externo argentino.

Por órdenes del presidente Macri, el ministro Caputo se dedica a contraer deuda, lo que logra con creces gracias a su procedencia y vínculo estrecho con quienes fueron sus jefes laborales durante gran parte de su carrera profesional: los bancos privados. El beneficio personal que pueda obtener el ministro de estas operaciones es una obviedad que se funda en la suerte que han tenido otros ministros de finanzas luego de ocupar un cargo semejante con la vocación del actual ministro (por ejemplo, Daniel Marx, que fue director del Banco Central en 1985 y preparó las negociaciones por el Plan Brady en 1992 siendo Secretario de Finanzas de Domingo Cavallo, trabajó luego con Nicholas Brady en Estados Unidos como premio a su gestión, lo que no le impidió seguir ocupando cargos clave en el estado hasta el gobierno de De la Rua inclusive).

Lo que sigue quedando velado, gracias también a la complicidad de los medios masivos de comunicación, es la trama de intereses que se esconde sigilosamente para no levantar la perdiz sobre el negociado escala mundial que siguen haciendo los financistas con la Argentina, gracias a su operadores locales y a costa del pueblo argentino.

El ministro Caputo declara que el verdadero problema no es el endeudamiento público, sino cumplir con las metas del déficit fiscal. Los datos oficiales suman nuevas pruebas en su contra: el Déficit Fiscal pasó de 5,3% del PBI en 2015 a 5,95% en 2016, y a 6,1% en 2017. Estas cifras no dicen todo, puesto que el déficit primario (el referido a la diferencia entre ingreso y egresos operativos de la Administración Central) bajó de 4,3% del PBI a 3,9% mostrando que el mayor déficit se produjo por el notable aumento de los intereses de la deuda pública, que pasaron de 1,65% del PBI en 2016 a 2,2% en 2017.

En otras palabras, en la medida en que siga está dinámica de endeudamiento, el peso de los intereses de la deuda aumentarán el déficit fiscal y el sacrificio que el estado deberá hacer para lograr las metas de austeridad impactará directamente en la calidad de vida de la mayoría de los argentinos vía reducción de jubilaciones, quita de subsidios, menores prestaciones de salud, presupuesto en educación, etc.).

Queda clara la secuencia de sucesos: el ministro endeuda al estado y los banqueros engrosan su fortuna; el gobierno ajusta y los argentinos terminan pagando la cuenta (por lo menos, aquellos que no pueden colocar su riqueza en paraísos fiscales y eludir así los impuestos). Nada que los argentinos no hayamos ya vivido.

Por último, que el presidente y sus ministros no quieran traer sus ahorros al país, es un hecho inmoral y contradictorio de sus propias declaraciones. Pero que los inversores extranjeros no quieran invertir en un país que les ofrece todas las ventajas y concesiones posibles, es una muestra clara de la falta de fundamentos sólidos para afirmar que la economía argentina se encuentra en un rumbo de crecimiento sostenido.

Esteban Guida

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