El Banco Mundial elevó las proyecciones de crecimiento de la Argentina para 2022 respecto de hace seis meses, y vaticinó que crecerá 4,2% en 2022 y 2% en 2023, según el último informe regional de la entidad.

En conferencia de prensa, el economista jefe para América Latina y el Caribe, William Maloney, presentó este lunes un informe económico denominado «Nuevos enfoques para cerrar la brecha fiscal», que examina las perspectivas de crecimiento «en medio de los extraordinarios desafíos derivados de la pandemia y la creciente incertidumbre mundial», y que consignó una suba para nuestro país respecto de las estimaciones efectuadas en abril de 2022, cuando la entidad proyectó un alza de 3,6%.

«Estamos con la esperanza de que el programa de préstamos por US$ 45.000 millones con el FMI va a seguir en los rieles, lo estamos apoyando con la estrategia plurianual del Banco Mundial, que implica un desembolso anual de US$ 2.000 millones”, afirmó Maloney sobre la Argentina.

En este sentido, continuó, «dentro de este plan (con el FMI) la idea es bajar la inflación y mantener el presupuesto fiscal sano, con lo cual es temprano aún para hablar de hiperinflación”.

Este año, el Banco Mundial lleva aprobados US$ 1.100 millones en nuevos proyectos y reconfirmó otros US$ 900 millones para los próximos seis meses.

Respecto de los daños de la inflación en la Argentina y en la región, se refirió al impacto en los jóvenes y niños y sostuvo que “en la región muchos alumnos perdieron 1,5 años de educación, es muy preocupante, por las razones de eficiencia y productividad pero obviamente por equidad»,

Al respecto, sugirió tomar en cuenta ejemplos de la región con transferencias condicionadas, «como el programa en Brasil en las escuelas», consideró.

En cuanto al crecimiento proyectado para la Argentina este año, consideró que «fue por el impacto en el crecimiento de las materias primas», pero advirtió que el año próximo “se espera una desaceleración del país, precisamente porque se espera una baja en los precios de los commodities”.

Maloney enfatizó que las economías de América Latina y el Caribe recuperaron sus niveles prepandemia y la región recobró cierta sensación de normalidad, aunque la economía debe reactivarse para evitar un nuevo ciclo de bajo crecimiento.

No obstante, se advirtió que «la fuerte incertidumbre que recorre el mundo como resultado de la guerra en Ucrania, la subida de las tasas de interés en los países desarrollados y las persistentes presiones inflacionarias impactarán sobre las economías de la región».

Hacia el mediano plazo se prevén tasas de crecimiento bajas, de 1,6 por ciento y 2,3 por ciento en 2023 y 2024, respectivamente, similares a los bajos niveles observados en la década de 2010 e insuficientes para lograr avances significativos en términos de reducción de la pobreza.

«Vamos a seguir una situación bastante difícil con tasas de interés más altas en Estados Unidos, pero la buena noticia es que la región se ve más resiliente que hace 20 años», consideró.

En cuanto a la baja regional de la brecha fiscal, estimó que «manejar la carga creciente de las deudas, resultantes de la crisis, mientras se genera un margen fiscal suficiente como para realizar inversiones que promuevan el crecimiento, requiere de nuevas fuentes de ingresos que deberán ser cuidadosamente analizadas, así como un mejor uso del gasto existente».

En promedio, agregó, se podría ahorrar el 17 por ciento del gasto público y, en dos tercios de los países, «este ahorro serviría para eliminar los actuales déficits fiscales», dijo Maloney.

La entidad apuesta a que las inversiones sociales y en infraestructura pueden convertirse en motores clave del crecimiento y la prosperidad compartida.