Las proyecciones de consumo de la Argentina no resultarían favorables en el mediano plazo por diversos factores, más allá de una posible mejora del sector en el corto plazo asociada al período electoral, según un estudio.

Así lo dio a conocer la consultora Claves Información Competitiva, que según los datos que se desprenden del «Estudio del mercado argentino de financiamiento al consumo», la competitividad empresarial no tiene mucho espacio en el contexto actual y por ello el dinamismo de los salarios seguirá siendo acotado y tendrá un impacto negativo en la demanda interna.

En este sentido, la falta de dólares en las reservas internacionales hace que no haya espacio para el crecimiento del gasto interno y los salarios por encima de la inflación y el dólar.

Por otro lado, los cambios en las reglas de juego del mercado por parte del gobierno, como la reciente política regulatoria sobre las tasas y la elevada volatilidad macroeconómica, también afectan el consumo.

Sin embargo, los métodos de financiamiento del consumo vienen mostrando un deterioro desde 2019, acrecentado por la emergencia sanitaria por el Covid-19.

En relación con la dinámica financiera de las empresas existe cierta heterogeneidad.

La morosidad es baja en términos generales y los índices de rentabilidad se muestran holgados en las entidades bancarias.

En las compañías financieras, por su parte, se observa mayor debilidad.

Asimismo, en el año 2022 se observó un fuerte crecimiento del financiamiento de las entidades al Banco Central y al Tesoro Nacional, desplazando, en parte, al crédito para los privados.

De este modo, el clima del sector es moderado y se está buscando retomar la dinámica positiva de años anteriores para mejorar los problemas vigentes.

Los préstamos destinados al consumo registraron un deterioro en los últimos años, mostrando una merma de 40,8% en términos reales (deflactado por el IPC INDEC) entre 2018 y 2022, representando actualmente el 45,6% de los créditos totales al sector privado.

Los créditos personales mostraron una merma de 61,9% entre 2018 y 2022, pasando a representar el 16,5% del total de los créditos en 2022, frente a 27,7% en 2018.

Los consumos con tarjetas de crédito mostraron una merma de 16,4% entre 2018 y 2022, pasando a representar el 29% del total de los créditos en 2022, contra 22,1% en 2018.

Según se desprende del informe, esta dinámica de deterioro de los préstamos del sistema financiero y, particularmente de los créditos al consumo, se debió a diversos factores.

En primer lugar, a la debilidad que registró el nivel de actividad en los últimos años.

De acuerdo con las estimaciones, la merma en el consumo privado fue de 1,4% entre 2018 y 2022, afectado por las crecientes presiones inflacionarias y el consecuente deterioro del poder de compra de los consumidores que impactó en la demanda interna.

En segundo lugar, también incidieron negativamente las mayores colocaciones que hacen los bancos en letras de corto plazo del sector público (BCRA y el Tesoro), buscando aprovechar la suba de la tasa de interés en un contexto de inestabilidad cambiaria.

En este sentido, la tenencia de títulos públicos de los bancos privados represento el 41,2% del total del activo, mostrando un fuerte incremento en relación con el 2018 (22,4%).

En tercer lugar, cabe destacar que la creciente regulación de las tasas activas, como en los préstamos de tarjeta de crédito o el Programa Ahora 12, les restan incentivos a las entidades.

Al comparar el primer bimestre de 2023 con diciembre de 2022, se acumuló una merma de 2,9% en términos reales, originado tanto por la disminución de los créditos personales como de tarjeta de crédito (-3,7% y -2,4%, respectivamente).

En cuanto al mercado interno, en diciembre de 2022, los titulares de tarjeta de crédito totalizaron los 24,9 millones, mostrando un incremento de 5,5% en relación con el año 2021.

Se estima que para 2023 el número de usuarios de tarjetas sea alrededor de 25,1 millones de personas.

Por último, el informe arrojó que la demanda total de crédito en 2022 se explicó en un 29,0% de financiaciones mediante tarjetas de crédito, un 25,7% de documentos, un 16,5% de préstamos personales, un 10,9% de adelantos, y 6,7% de hipotecarios y 6,6% de prendarios y el resto de otros créditos.