El medico sanitarista Jorge Rachid, sostiene que «en los momentos de confusión -en general propiciados por un enemigo que siempre intenta apagar la luz de la Patria-  denigrando y bajando la autoestima de los argentinos, lo peor que le puede pasar a un pueblo es perder su capacidad de construir su propio destino, sin abrir los caminos de un destino común que fortalezcan su Identidad Nacional».

Para Rachid, los argentinos «tenemos historia, aunque amputada por Mitre es nuestra y es común a la causa de los pueblos latinoamericanos, esa Patria Grande que a pesar de la colonización que en diferentes etapas de la vida nacional, el colonialismo no pudo, no logró borrar del imaginario colectivo».

«Porque esa construcción colectiva de las Provincias Unidas del Río de la Plata, según reza el Acta de nuestra Independencia, escrita en español, aymara, guaraní y quechua, porque nuestros congresales eran connacionales que hoy denominamos bolivianos y peruanos, debía ser volcada a esos pueblos. Esa Patria Grande fue el principal objetivo a debilitar por la colonización anglosajona y sus élites locales empleadas a su servicio durante dos siglos y medio XlX, XX y XXl», señaló en un documento de su autoría.

En relación a los conocimientos que recibimos los argentinos, indicó que «esa historia amputada y violada por Mitre, es la que formó parte de la educación sistemática de generaciones, que construyeron su pensamiento desde la mirada de la sumisión colonial, antes que de las gestas emancipadoras del siglo XlX, en la que cientos de miles de argentinos pusieron la vida y la de sus seres queridos al servicio de la Liberación Nacional».

En la misma línea, el sanitarista explicó que «esos patriotas fueron enterrados en la memoria colectiva del pueblo, como nuestros caudillos federales y sus gauchos criollos estigmatizados por Sarmiento, que a partir de ese ocultamiento, a los que no pudieron hacer desaparecer, los pusieron en bronces tan inmaculados como inhumanos, a los fines de que los héroes nacionales no pudiesen ser imitados por las jóvenes generaciones».

«En estos tiempos aparentemente tormentosos, pero trágicamente pandémicos, es cuando la reflexión situacional de la hora actual nos abre las puertas a un proceso Revolucionario, que se desarrolla en el tiempo, en paz y en democracia, con los pasos necesarios que permitan desmontar el Estado Colonial, que fue construido por décadas por el enemigo neoliberal». expresó el ex funcionario.

Rachid se preguntó «porque durante tanto tiempo el pueblo argentino aceptó pasivamente la invasión de la cultura dominante del egoísmo neoliberal, con un Estado mínimo al servicio de minorías oligárquicas, que no pudieron ser revertidas en los 12 años de reconstrucción nacional de Néstor y Cristina», pero que «sin embargo significaron la recuperación de la Identidad y de la Memoria nacional y popular, con la demostración de un Estado que comenzaba a ponerse al servicio de los intereses del Pueblo argentino?».

«La respuesta -manifestó- es que siempre el enemigo necesita crear situaciones sociales y económicas de caos, a los fines de justificar la concentración de las riquezas, las fugas, el endeudamiento, las flexibilizaciones laborales, la apropiación de los recursos previsionales y sistemas solidarios de salud y educación, que en una situación de normalidad sería imposible de ejecutar con promesas de futuros derrames. De esa forma está en condiciones otra vez, de plantear el Fin de la Historia y enterrar la política como instrumento de construcción de los nuevos modelos sociales y económicos».

NO obstante aclaró que «la palabra Revolución asusta, ha desaparecido del lenguaje cotidiano de la política» y expresó que «toda expresión electoral se refiere a respuestas racionales de gestión, abandonando el campo simbólico de sueños y esperanzas de la conciencia colectiva del pueblo, bombardeada en forma diaria por un discurso que debilita las posibilidades de construcción de un proyecto nacional y popular».

Asimismo, apuntó que «ese ataque posibilita que la palabra revolución ahora se ubique en el territorio de la antipolítica, bandera que hace un siglo largo sería anarquista anti estado y hoy es Libertaria, con mensajes contradictorios cargados de su única arma política que es la violencia, funcional al Caos, generadora de confusión, en donde los sectores del poder concentrado y hegemónico, consolidan su presencia, en medio de las llamas sociales encendidas por el odio».

«La Revoluciones populares fueron cambios paradigmáticos en la historia, con enemigos identificados que fueron derrotados por las fuerzas del Pueblo, desde la Revolución Rusa contra la Monarquía, hasta la China contra la ocupación, la India en paz contra el Coloniaje, lo mismo que la de EEUU, México, las Provincias Unidas de Sudamérica, la Gran Colombia que sacudieron los yugos españoles y anglosajones», ejemplificó.

Y continuo: «Brasil fue en único país sin su revolución porque pasó de Monarquía a República, por lo cual fue el último en abandonar la esclavitud. Sin dudas me lloverán muchas más revoluciones en las devoluciones de éste trabajo, que sería largo describir en un artículo, pero lo importante de remarcarlas, estas u otras, es que el enemigo siempre tiene identificación y el objeto del conflicto está precisado y su acción responde a causas profundas de sometimiento y sumisión colonial o despótico o tiránico».

Seguidamente, Rachid corta finito, «Cuando se llama Revolución a procesos cívico militares de golpe de Estado o autogolpes con militarización de las instituciones del país, no son revoluciones, son reacciones producidas por el enemigo imperial, colonial, dominador que siempre pretende preservar sus privilegios económicos por sobre el bienestar de los pueblos, por lo tanto no son revoluciones, son reacciones criminales reaccionarias, que arrasan las instituciones de la democracia, más allá del título que ostenten».

También emerge una preocupación, que se funda en la génesis de la reiterada restauración oligárquica al referir que cuando considera  «que estamos entrando en una etapa Revolucionaria, es porque las condiciones de degradación de las instituciones, encuentra en cada proceso los escalones cada vez más bajos de condiciones de vida del pueblo, con escasos márgenes de acción política aunque se haya votado un Gobierno popular, todo lo cual hace de la frustración y de la impotencia un camino fértil, tanto para la profundización neoliberal del sometimiento, como de un cambio estructural revolucionario, que lleve al Pueblo como categoría de Comunidad Organizada al poder popular con amparo Constitucional».

Esta condición -afirmó- «habilita una democracia movilizada, sin mediaciones, ni interpretaciones de deseos colectivos supuestamente expresados, sino que sea la voz auténtica del pueblo, sus intereses y prioridades, colocados en el máximo nivel de conducción de un nuevo Estado, al servicio de las mayorías populares».

«En esa lucha estamos entonces, en la acumulación de masa crítica para una batalla electoral que nos puede poner en las puertas de los cambios estructurales necesarios para recuperar un proceso de desarrollo integral soberano y justo en nuestro país, como parte de la Patria Grande que ha sido sometida por el diseño estratégico de un enemigo superior, tan imperial como prepotente que ha condicionado por 50 años desde la cultura a la economía de nuestro país. Esa lucha entonces si bien es un hecho táctico, se puede convertir en un brazo estratégico vital de la Revolución Nacional inconclusa que nos debemos como Pueblo».

Luego aclara: «No estamos llamando ni a las armas, ni al odio, ni a la persecución como hacen aquellos enfermos de materialidad en sus concepciones de vida, estamos llamando a recrear los sueños y las esperanzas de un pueblo que sometido a múltiples promesas ha visto fracasar los caminos estrechos que el coloniaje deja a las decisiones políticas aunque sean populares, son abortadas inmediatamente por el aparato represor institucional judicial o económico».

Entonces la respuesta es una Revolución estructural profunda, desde ese peronismo filosófico que todavía da respuestas a las demandas de la hora y permite vislumbrar un camino superior al de la melancolía expresada en algunos discursos de campaña. No nos quejamos los militantes, ni lloramos, luchamos por aquello que nos moviliza que es el compromiso con el Pueblo y con la Patria Matria Grande, por la memoria de nuestros mártires, pero también por el dolor de nuestros hijos, porque los hijos de la Patria deberían todos sentirse como propios, para llevar esa gesta por delante».

Rachid considera que hay que hay que «recuperar esos conceptos para las jóvenes generaciones, trans-culturalizadas por el neoliberalismo como eje dominante de sus vidas desde su nacimiento, dejando que sus ansias de protagonismo los lleven a algo más que ser gestores de un estado al servicio del coloniaje, que sólo consolida privilegios» y aludió que «no habrá respuestas sectoriales suficientes, ni en salud, ni en educación, ni en vivienda, ni económica, ni en empleo sin un cambio profundo Revolucionario, que vuelva a reconstituir el orgullo de ser argentino y latinoamericano».

Por último, conceptualizó que «no somos ni subdesarrollados ni periféricos de ningún otro poder del mundo. Somos potencia en energía nuclear, en satélites, en investigación y desarrollo científico tecnológico en salud, producimos medicamentos y vacunas, además de turbinas hidroeléctricas y centrales nucleares de energía para exportar y radares triple D, sólo 15 países del mundo tienen esos desarrollos, pero el enemigo nos llama subdesarrollados y periféricos. Somos lo que el Pueblo argentino decida ser como modelo social solidario biocéntrico, confrontando con los modelos economicistas que disminuyen a los seres humanos, en una explotación “infinita” atacando la naturaleza y sometiendo a los pueblos».