Por Aldo Battisacco

He aprendido en el colegio secundario que los servicios públicos están estrechamente ligado a las «necesidades públicas» y que estas, pueden ser «esenciales o relativas», es decir, las primeras están vinculadas a la razón de ser del estado, como lo es la defensa, la administración de justicia y velar por el orden interno; las relativas, en cambio, están destinadas a favorecer la igualdad, el progreso y bienestar social, para ello el estado recurre a veces al auxilio de particulares, por caso, el transporte, la educación, las comunicaciones, etc., pero interviniendo en la regulación de estos servicios por medio de la ley. En tanto que el sector privado está más vinculado a los actos de comercio regulado por el código creado para tal fin.

Esto nos permite ver el rol del estado y las instituciones que lo rigen en democracia, por caso, el poder legislativo, que propone normas y atiende demandas personales o sectoriales.

Actuar como lo hicieron los representantes de los santafecinos para restituir derechos a los mercantiles, en respuesta a momentos del más descarado cinismo en nuestro país, donde los decretos (emergencia económica por ejemplo) terminaban con la leyes de la nación que tutelaban los derechos de los trabajadores, no hace más que retomar el rumbo perdido y enmendar «errores» de una clase política nefasta.

Ejercer el derecho de peticionar a las autoridades, legítima la participación de los trabajadores, ellos no se valen de la violencia a la cual fueron sometidos cuando se conculcaban esos derechos , sino que restauran valores que no están sujetos a la «leyes del mercado», así, la ley de descanso dominical propiciada por los mercantiles, ubica las cosas en su lugar, comprar y vender objetos no es una actividad esencial para la vida de una comunidad, solo es parte de ella.

La estupidez, intenta instalar la idea en la población, que existen trabajadores de primera y de segunda, para generar divisiones entre ellos. Reflexionar, implica despojarnos de las anteojeras que heredamos porque la condición de trabajadores de segunda, es el producto del atropello que se consolidó al amparo de un proyecto que hundió a la sociedad en la más profunda desconsideración hacia el otro, llevado esto hasta el colmo, de creer que se puede obligar a otros compatriotas a que sean empleados de todos y no del empleador con quién habían pactado las condiciones de trabajo, así los derechos son de compradores y los titulares de los comercios y empresas.

Un documento de la Pastoral Social del Arzobispado de Rosario destaca que «esas mismas organizaciones usualmente prestan mucha atención a las formas de comercialización en sus países de origen donde, particularmente en los europeos, el respeto al descanso dominical es absolutamente generalizado».

La hipocresía, es esgrimir argumentos con los que se consagró la injusticia. Nivelar hacia abajo es convertir la servicialidad del que trabaja en servilismo y además condenarlo por recuperar la dignidad. Sobran «fiscales y jueces» entre las góndolas de un súper comprando objetos. Mientras los que trabajan consumen la ausencia de la familia, el afecto y hasta las creencias. Hubo cambio de costumbres en nuestra sociedad, pero no todos fueron buenos, perpetuar el despojo espiritual y material de los que viven de su salario, es criminal, el mundo no se detiene dicen algunos, los lleva por delante.

La desvergüenza del acusador lo convierte en un su propio verdugo, ya que si aplicara la misma vara para sí, le pondría precio a su humanidad. Mientras, exige a los demás, lo que condena en los libros de historia cuando comparte con sus hijos la lección de mañana. Abraham Lincoln, terminó con la esclavitud, pero hace muy poco tiempo el Ku Klux Klan asolaba el sur de los EE.UU. No creo que haya seguidores del Ku Klux Klan en nuestro país y si los hubiere, estoy seguro que no usan capucha.