VIERNES, 27 DE SEP

“En el mundo no brilla una luz ni gira una rueda sin permiso de la clase trabajadora”

Cumpliéndose cien años de la revolución rusa, el galés Alan Woods llegó a Rosario para participar de distintas actividades, pero previamente dialogó en exclusiva con Conclusión respecto de aquel episodio, la crisis del capitalismo, Venezuela y la actual situación argentina y mundial.

En este 2017 se cumplen cien años de uno de los episodios más trascendentes del siglo XX y de la historia de la humanidad: la revolución de octubre. Con grandes auges y caídas, cien años es un número más que suficiente para hacer un balance de los triunfos y fracasos que ha tenido ese proceso no únicamente en Rusia, sino a nivel global.

En paralelo con lo que se puede considerar ha sido un fracaso de los intentos de procesos socialistas en el mundo, el capitalismo atraviesa una de sus peores crisis, con una sociedad internacional que todavía no sabe qué salida encontrar en pos de una mejor calidad de vida.

¿Es utópico pensar en una nueva revolución socialista? ¿El capitalismo tiene fecha de vencimiento? ¿Cuál es la relación argentina con esta historia? Alan Woods es galés, escritor de muchos libros relacionados al tema y dirigente de la Corriente Marxista Internacional, y durante esta semana estuvo presente en Buenos Aires y Rosario, con charlas relacionadas a los 100 años de la revolución rusa y presentando la reedición de su libro: Bolchevismo, el camino a la revolución (1999).

Previamente, dialogó con Conclusión para encontrarle una respuesta a estos interrogantes y dialogar sobre muchos temas más, como la situación actual en Venezuela y el rumbo de la clase obrera en el país y el mundo.

Estos fueron los conceptos claves:

– La revolución de octubre fue ni más ni menos que el acontecimiento más importante en toda la historia, porque por primera vez las masas entran en acción y tumban el viejo régimen opresor.

– Hace falta solamente prender la televisión para ver el estado lamentable del capitalismo a nivel mundial.

– Cuando cayó la URSS, los burgueses decían que era el fin del comunismo, del socialismo, y prometieron un mundo de prosperidad gracias al sistema del mercado libre, de paz y tranquilidad. Solamente han pasado 25 años y no queda hoy piedra sobre piedra de estas ilusiones, y en cambio tenemos un mundo con guerra tras guerra, el terrorismo que se extiende como una enfermedad imparable, una miseria general, un desempleo masivo, colapso de las fuerzas productivas y unos ataques feroces contra todas las conquistas de la clase trabajadora, no sólo en Argentina sino a nivel global.

– Lo que hace falta hoy es un cambio fundamental de todo ese sistema económico desastroso que incluso supone una amenaza no sólo para el futuro de la democracia, la cultura y la civilización, sino para la vida en la tierra, con la destrucción del medio ambiente.

– No existe nada como la crisis final del capitalismo. Si la clase obrera no es capaz de derrumbar este sistema, el capitalismo siempre encuentra una salida, incluso de la crisis más profunda.

– Lo único que han hecho en los últimos 10 años es transformar lo que era un gigantesco agujero negro de la banca privada en un gigantesco agujero negro de las finanzas públicas. ¿Y quién paga el déficit? Los obreros, la clase media, los desempleados, los enfermos, los estudiantes, los pensionistas.

– Para las clases dominantes nunca es suficiente derrotar una revolución, hay que cubrirlo con una manta de mentiras precisamente para evitar el futuro.

«La revolución de octubre fue ni más ni menos que el acontecimiento más importante en toda la historia»

– Cuando la revolución queda aislada en un país terriblemente atrasado, con analfabetismo, con hambre -en el año 20′ sólo 6 millones de personas mueren de hambre en Rusia-, hablar de la construcción de socialismo en esas condiciones es falso y totalmente absurdo.

– Antes de la revolución, la Rusia zarista era un país de 150 millones de habitantes. Había menos de 4 millones de obreros industriales, y si añadís a los transportistas, mineros y otros sectores en la concepción más amplia del proletariado, no llegas a más de 10 millones. Era un país más atrasado que Pakistán. Pero incluso hoy la clase obrera es mil veces más fuerte que en la revolución rusa.

En cualquier país del mundo no brilla una luz, no suena un teléfono, no gira una rueda sin el permiso de la clase trabajadora. Es un enorme poder el que está en nuestras manos.

– ¿Qué más quieres del pueblo argentino que lo que hicieron en el 2001? Hicieron todo lo posible para cambiar, y si no lo lograron es ahí en donde hay que ver, y lo que faltaba es una cosa, ese vehículo tan importante que era el partido revolucionario. En Argentina hay grupos que se proclaman así, pero se dedican todo el día en atacarse uno a otro en vez de atacar al capital y los problemas principales.

– Lo que falta es lo que llamamos el factor subjetivo. La dirección. Tu puedes tener el descontento de las masas, movimientos importantes como el que hubo en Egipto con 17 millones de personas en la calle (algo que Lenin jamás tuvo en Rusia), y no obstante miren cómo terminó con el gobierno de este cabrón (Al-Sisi). Y claro, es que el poder estaba en las calles pero no hubo nadie que lo recoja. Esa es la gran diferencia con el 17. Sin el partido bolchevique y sin el liderazgo de Lenin, la revolución rusa jamás hubiera tenido lugar.

– Una revolución en su esencia es una situación que es una rareza, en que las masas, hombres y mujeres normales y corrientes, que normalmente no participan de la política, empiezan a participar activamente y a tomar su destino en sus manos. Eso fue lo que sin dudas sucedió en Venezuela. Eso se ve también con lo que ocurre en 2002, donde se demuestra que hay un poder en la sociedad que es más fuerte que cualquier Estado y cualquier ejército.

– En 2002, una sola palabra de Chávez hubiera terminado con el capitalismo en Venezuela, porque sin sangre y sin guerra ya estaban desechos.

– Chávez era un gran hombre, una persona muy inteligente, muy honesto y muy valiente para enfrentar al imperialismo y los burgueses. Y él sí quería hacer la revolución socialista, pero estaba rodeado de socialistas, stalinistas y gente de todo tipo que estaba frenando constantemente. Yo le dije a Chávez y lo dije en la televisión en Venezuela: no se puede hacer una revolución a medias. Y si lo intentas vas a terminar con una explosión.

No se puede combinar elementos del socialismo y el mercado libre. Es imposible. Si intentas tener todo es un caos que a su vez fomenta la contrarrevolución.

– Yo soy muy crítico del gobierno de Maduro. No han hecho lo que tenían que hacer, y lamento decirlo pero ellos son responsables de esta situación que ahora pone en peligro la revolución. Si triunfa la contrarrevolución no va a ser positivo para Venezuela.

«En cualquier país del mundo no brilla una luz, no suena un teléfono, no gira una rueda sin el permiso de la clase trabajadora»

– Lamento decirlo, pero Cristina Kirchner si bien tenía buenas intenciones, el problema con ellos son los que yo llamaría reformistas. Ellos tenían la ilusión de que era posible lograr algo como la clase trabajadora de Venezuela pero dentro del capitalismo, sin abolirlo. Eso es imposible. Jesucristo lo dice en la Biblia, no se puede servir a dos amos (Dios y Mammón). Eso es algo que pasa en todos los países, también en Grecia. Quieren tenerlo todo. No quieren atacar a la burguesía ni los banqueros y al mismo tiempo conseguir cosas a las clases. Consecuentemente los reformistas después de su gobierno desilusionan a la clase obrera, provocan descontento, desorientación, y preparan el triunfo de la derecha como el día sigue a la noche.

– Si votan a la izquierda y fracasa hay un giro a la derecha (es lo que pasó con Trump), pero tampoco la derecha (Macri aquí) va a dar resultado, entonces el péndulo gira nuevamente.

– El problema de fondo de los marxistas es que deben ser capaces de construir una alternativa, pero es un error muy grave pensar que eso se va a lograr en un plan sectario, como pasa en Argentina muchas veces. Tienen que llegar a los millones de obreros y convencerles con argumentos de la necesidad de un programa socialista marxista. Son sus hermanos, no sus enemigos. Lenin ganó con una táctica flexible. Es algo que los sectarios no entienden, son dogmáticos, eso es un error. Flexible en la táctica, implacable en las ideas. Para ganar a esos obreros que tienen ilusiones, y no insultarles ni enfrentarse, eso es un error garrafal.

– La teoría es fundamental. Sin teoría no hay partido revolucionario. Es el ABC. Pero después del ABC hay más letras. Hay que ser implacables en las ideas, pero las formas de hacerlas llegar a las masas hay que pensarlas y para eso se necesita flexibilidad, comprender la mentalidad de las masas y tener un diálogo. Aprender a hablarles en su idioma y no aparecer como extraterrestres a decirles lo que tienen que pensar.

– Lo que hay es un grave problema de dirección. En la primera guerra mundial, el Káiser alemán decía que el ejército británico eran leones dirigidos por burros. No es una mala descripción de la clase obrera internacional hoy. Pero debemos quitar los burros del medio y dar a la clase obrera la dirección que merece.

Últimas Noticias