Los vaivenes de la política argentina trascienden las fronteras y llegaron a la sesión del Parlasur, que se realizó este lunes en la ciudad de Montevideo, en Uruguay. La sesión tuvo bastante alboroto cuando el presidente del organismo, Alfredo Olmedo se negó a tratar el expediente que pide su apartamiento de la presidencia y el escándalo se desató cuando el salteño quiso imponer «pulseritas» para los participantes e instaló patovicas en la entrada que provocaron gran enojo de todas las delegaciones e incluso, el retiro de algunas que denunciario un «grave atropello».

El comienzo de la sesión fue complejo y generó refriegas y enojos por parte de los asistentes de Brasil y Montevideo porque, la decisión de Olmedo de imponer las «pulseritas» para «ordenar» la situación, y los guardias de seguridad que las controlaran, generó una dura reacción del Celso Russomanno, diputado bolsonarista y jefe de la delegación brasileña, que se opuso a la medida, se enfrentó a los patovicas y acusó al salteño de antidemocrático. Por su parte, Jazmín Narváez, diputada representante de Paraguay, denunció que fue «zamarreada» por los agentes de seguridad.

Russomanno, quien en su momento ocupó el mismo cargo que Olmedo, la emprendió a empujones contra los vigilantes mientras hacía entrar a los integrantes de su delegación. En tanto, Narváez reclamó: «Han blindado la entrada, nos han obstruido el acceso. Han llegado a tener contacto físico con nosotros y eso a mí me hace sentir menoscabada».

Claro que el problema de fondo es, en realidad, que la delegación argentina pide el desplazamiento del salteño, quien fue  denunciado por intentar quedarse con el control de comisiones y por una serie de escándalos que estallaron por acumulación.

Según las denuncias públicas, Olmedo recortó gastos de traslado de los parlamentarios, intervino en la integración de comisiones, quiso tomar el control de un área a cargo de los fondos de funcionamiento del organismo.

Así, la delegación argentina presentó un nota, firmada por 31 representantes de un total de 43, en la que solicitan “reemplazar la representación argentina en la mesa directiva que ejerce el parlamentario Alfredo Olmedo, por la parlamentaria de su misma bancada, la doctora Fabiana Martín”. En el texto aludieron a  “la pérdida absoluta de confianza” en Olmedo, “la extralimitación en sus facultades” y “la falta de respeto con sus pares nacionales, con quienes no mantiene diálogo por ningún medio”.

En medio de esta situación, viendo su continuidad en el cargo estuvo al borde de estallar, instaló en el recinto los guardias de seguridad privada que repartieron las pulseritas para las pocas personas que tenían permiso de acceder a esa sesión. Además, no concedió el tratamiento del expediente que pedía su apartamiento de la presidencia, bajo el pretexto de que debía subordinarse al temario previsto.

No sólo eso, sino que inhabilitó los micrófonos de las bancas, y exigió que quienes quisieran hacer uso de la palabra, se dirigieran hasta el atril contiguo a la mesa directiva del cuerpo. «Esta es una casa de la democracia y usted no puede quitar los micrófonos», protestó Russomanno.

Antes del cierre de la sesión, la diputada Jazmín Narvaéz, de pie en medio del recinto, le sugirió a Olmedo que de un paso al costado, ya que sus propios compatriotas lo solicitan.  «Están debatiendo hasta el hartazgo algo que nos genera vergüenza, es una vergüenza internacional: han traído algo que ya no es un problema interno de ustedes sino que han traído al seno de este parlamento del Mercosur», reprochó.

De todos modos, y a costa de la vergüenza internacional, Alfredo Olmedo, logró sortear la sesión sin que pudieran removerlo de su cargo,dado que las sesiones duran cuatro horas  y los representantes de Paraguay y Brasil debían volver a sus respectivos países, con vuelos programados. Terminada la misma, logró que el pedido de la delegación argentina pase a comisión.