Por Emeterio Pastor*

Esta semana despedí a un amigo, «un caballero» como así su apellido lo decía. Lo conocí durante el año 1983 y nos hicimos muy unidos. Marcó un antes y un después en la política. Recuerdo siempre la Semana Santa del 87 , en ese momento yo era Presidente del Concejo Municipal y transcurrían días claves para la defensa del orden democrático, ya que el Concejo se había erigido como Sede de Gobierno de la provincia de Santa Fe, frente al alzamiento militar de Semana Santa de 1987.

En ese entonces se vivió una vigilia de cuatro días y allí estuvo Héctor. Fue uno de los pocos ediles que estuvo presente todo el tiempo en el recinto, porque fue un luchador, un hombre con el cual no compartí sus elecciones políticas, pero si puedo decir que fue un hombre honesto por sobre todas las cosas y que a mí en particular me ayudó a llevar el Concejo adelante, luego de tantos años de dictadura militar.

Recuerdo que después de esa semana se puso a disposición, tuve algunas entrevistas con el Segundo Cuerpo del Ejército y el me acompañó. No sabíamos como iba a terminar la cosa, pero ahí estaba él, sin temor, como el gran defensor de la Democracia que era.

Pero Cavallero también estuvo presente en la política en momentos más difíciles todavía. Después del golpe de Estado que proclamó presidente a Juan Carlos Onganía, en el cual se determinó la proscripción de la política, Héctor, asistía de forma clandestina, con riesgos pero siempre dedicado a la política como un gran hombre de la Democracia. Y no me voy a cansar de repetirlo.

Cuando asume como intendente, el tenía muy claro que cuáles eran los problemas de la ciudad, conocía muy bien Rosario y sus falencias y no tuvo ningún empacho para empezar por las obras que no se ven, pero que eran muy importantes para la proyección de la ciudad y necesidades de la gente, que aún siguen estando presentes.

El quería la honestidad por sobre todas las cosas, quería una ciudad de progreso, tenía convicciones y las llevaba adelante. Tenía un carácter muy enérgico y corajudo y por esa razón se vieron los resultados de sus esfuerzos y su continuidad política. Es más, el fue quien dispuso a Hermes Binner frente a la cartera de Salud, así que el fue, en gran parte, responsable de esos logros. Fue el gran gestor de la salud pública en Rosario.

Muchos no han visto las obras que Cavallero hizo y justamente eso marca la diferencia. Hizo obras bajo tierra de gran utilidad, como obras de gas y agua, pero que no estaban a la vista, a él no le interesaba lo vistoso. No tuvo ningún temor que su obra pase desapercibida, su cabeza estaba en el bienestar de la población.

Hoy lo despido, en un momento muy difícil para el país y con el dolor de su partida. Quedará siempre en mi recuerdo como un hombre honesto y de moral, un caballero como así su apellido lo indica y un luchador en todos los aspectos de su vida, lo cual se reflejó durante su gestión política. Un hombre de carácter fuerte y sin temor. ¡Hasta siempre compañero!

*Expresidente del Concejo Municipal de Rosario