Fermín Chávez enseñaba que, para dar un buen salto hacia adelante, a veces resulta conveniente dar unos pasos hacia atrás, precisamente en esta nota es lo que pretendo hacer, un reconocimiento a quien en el pasado realizó ingentes esfuerzos para y por la felicidad de los trabajadores. Siempre se nos intenta borrar la historia, en parte es porque el imperio no quiere que sus semicolonias tomen como ejemplo a seguir a luchadores, héroes o mártires, que demostraron que sí se puede, que es posible ser felices. José Ignacio Rucci es uno de esos luchadores que nos quieren borrar de nuestra conciencia. La conciencia determina la conducta de los hombres y nos ayuda a comprender nuestros desafíos futuros, ante tanta oscuridad en los tiempos que corren, tomemos a Rucci como ejemplo a seguir, como un antídoto ante el enemigo, porque Rucci tenía dos valores, que hoy escasean y que son imprescindibles para la lucha. Va mi pequeño homenaje a una persona que se le debe mucho más.

José Ignacio Rucci, hijo de José Rucci y Ermelinda Galzuta, nació el 15 de marzo de 1924, siendo su triste fallecimiento (asesinado) el 25 de septiembre de 1973. Tomemos los años antes mencionados, 1924 y 1973, Rucci nació pocos años previos a la gran crisis económica de 1929, nació en la Argentina “granero del mundo”, para morir vilmente asesinado en 1973, vivió la industrialización de nuestra patria. Se crió en el campo santafesino y murió en la “gran ciudad” tras muchos años de trabajo en fábricas. Quien supo ser Secretario General de la C.G.T es el gran ejemplo de la transformación de la patria, de una nación pujante, es producto de la movilidad social ascendente, hijo de inmigrantes campesinos italianos a arquetipo del sindicalismo argentino. Esto es lo que hace muy rica la historia de Rucci, son 49 años de vida, precisamente la misma cantidad de años que se cumplen este 25 de septiembre de 2022. Voy a seleccionar hechos específicos de su vida, pero no se conforme lector sólo con estos, espero que, al llegar al final de este ensayo, se encuentre persuadido de que el héroe es colectivo, pero que este mismo está conformado por hombres y mujeres que hicieron lo que había que hacer por los derechos de los trabajadores. Rucci es uno de esos soldados que tras los hechos que voy a narrar, encontrarán dos valores que son espina dorsal de todos sus actos; trabajo y lealtad, dos valores que debemos restaurar.

El primero de estos hitos es la huelga en CATITA en diciembre de 1955, plena Revolución Fusiladora. CATITA era una fábrica en el barrio de Barracas que había llegado a fabricar vagones de tranvía junto con “Fabricaciones Militares”. Rucci trabajaba allí desde 1952. La “Resistencia Peronista” es ese período violento y heroico caracterizado por la lucha anárquica y desigual ante la injusticia de las persecuciones y la proscripción de un modelo de país. Precisamente esta huelga en CATITA es un ejemplo de resistencia de los trabajadores a esas persecuciones porque los mismos empleadores se sumaban a los despidos de delegados sindicales, pero allí se encontraba José Ignacio Rucci emprendiendo una huelga para evitar los despidos que logró ser exitosa.  En CATITA nace este verdadero dirigente gremial, Rucci no sólo era referente dentro de su lugar de trabajo, sino tras esta huelga metalúrgica, comenzaba a ser parte importante de la lucha en la “resistencia”, tal es así que fue elegido congresal de la U.O.M para el Congreso Normalizador de la C.G.T en agosto de 1957. Ese congreso que dio nacimiento a las “62 organizaciones peronistas” y con ello frustrar el objetivo del gobierno militar de conformar una C.G.T afín a sus órdenes.

Rucci en aquella ocasión manifestaba: “en aquel momento consideramos que nos traicionaban: entonces nos reunimos en el Sindicato de la Sanidad y se designaron 3 compañeros para presidir las deliberaciones: Eleuterio Cardoso, Jorge Álvarez y yo. Entonces tuve que contar las organizaciones presentes: eran 62”[1]. Esta participación combativa de Rucci fue crucial, reivindicando la era peronista, a pesar del decreto 4161 que prohibía hacer referencia a todo lo relacionado con el peronismo, pero la lealtad de Rucci fue mayor que un decreto.

El siguiente hecho lo fechamos el 19 de enero 1959, que es la participación de Rucci en la toma del frigorífico Lisandro de la Torre en el barrio de mataderos. A fines de 1957 Rucci escribía un artículo para la publicación “Palabra Argentina” de Alejandro Olmos, allí el dirigente gremial “hablaba de una civilización metalúrgica entendiendo que había pasado la época pastoril de los ancestros (la que él conocía tanto debido a razones familiares), donde un grupo de familias oligárquicas se quedaban con el excedente económico. La persistencia de esta política resultaba anacrónica y mucho más cuando el gobierno se hacía eco de la defensa de tan mezquinos intereses. Rucci avanzaba un paso más: no era cualquier industria a la que significaba el progreso del país, sino aquella cuyo capital estuviera humanizado, concepto que para Rucci y la clase obrera, era la industria nacional y no el capitalismo especulativo, explotador, y opresor de las masas trabajadoras. Finalmente, agregaba que una ganancia excesiva-se estaba refiriendo a los industriales metalúrgicos locales-los transformaba a estos también en explotadores. En otras palabras, era el sostenimiento de un programa de liberación nacional basado en el viejo concepto peronista y cristiano de la justicia social”[2].Pero esta política no tenía nada que ver con la que Arturo Frondizi comenzó a realizar enviando al Congreso una ley para entregar el Frigorífico estatal Lisandro de la Torre a la C.A.P (Corporación Argentina de Productos de Carne), aprobada la ley y tras una asamblea de 9000 obreros, se decidió ocupar la planta, pero fue una poderosa fuerza represiva que avanzó hacia el establecimiento la que dio por terminada la lucha en defensa del frigorífico, se levantó la huelga y se vendió finalmente a la C.A.P. A Rucci le parecía que de su esfuerzo y sacrificio dependía el futuro de las organizaciones sindicales, un hombre preocupado por el futuro de los obreros y del peronismo, no dudó junto a “las 62” en apoyar la toma, que le costó posteriormente su detención.

El próximo hecho que quiero resaltar es del 17 de junio de 1971. José Ignacio Rucci para esta fecha ya era Secretario General de la C.G.T, elegido el 11 de junio de 1970. Pero Rucci no deseaba ser un Secretario que sólo sirve para demandar aumentos de salario, la cuestión era introducir a la C.G.T en la discusión por el poder para la vuelta de Perón, porque como siempre manifestaba el santafesino “no hay más líder que Perón, los demás somos soldados”. Es así que, como demostración de lealtad al conductor, Rucci le pidió a Lanusse el retorno al país de Perón y la restitución del cadáver de Evita, más allá de las demandas de fines de 1970 que había condensado en un documento, donde la CGT proponía: nacionalización de la banca, el comercio exterior y el seguro; establecimiento de un Banco Nacional para ejecutar el financiamiento y la comercialización de la producción exportable; reforma agraria, dentro del principio de que “la tierra sea para el que la trabaja”; impuesto para la renta potencial de la tierra, liquidación de latifundios improductivos; defensa de la industria nacional contra la competencia extranjera; definición por parte del Estado de las áreas de inversión extranjera prioritarias para el desarrollo del país; control por parte del poder político del movimiento de capitales extranjeros, regalías y royalties; participación obrera en la propiedad, dirección y ganancias de las empresas, entre otras medidas. Finalmente se hacía un llamado al gobierno para el retorno a la Constitución Nacional de 1949[3]. La estrategia del movimiento obrero la demostraba Rucci con la lealtad a Perón. Ahora bien, ¿qué pasó el 17 de junio de 1971? esta fecha que elijo como hecho característico en la vida de Rucci. Este flamante secretario general de la C.G.T se presentaba en Ginebra en la cumbre de la Organización Internacional del Trabajo y allí manifestaría este discurso: “llegamos aquí, en representación de millones de trabajadores argentinos, con el deseo de expresar nuestros anhelos de paz, libertad y prosperidad para todos los trabajadores del mundo. Cristianos sentimientos nos impulsan a bregar incansablemente por la justicia social, involucrando en el término a la defensa de la soberanía de los pueblos, el respeto a los derechos del hombre y colocando al ser humano por encima de todo interés material… El trabajador argentino ha demostrado fácilmente en estos últimos 15 años que ni las presiones oficiales, ni las cárceles, ni el incumplimiento de las leyes sociales, ni la falta de respeto hacia las conquistas sociales logradas en el terreno laboral, ni los salarios inadecuados a un costo de vida que aumenta día a día… le han quitado la suficiente dignidad y convicción en sus ideales patrióticos como para afrontar con la cabeza bien alta a los enemigos que trabajan sin descanso agazapados dentro y fuera de la nación… esta unidad puede ser la voz de alerta que en principio llame la atención a los desaprensivos que alientan afanes imperialistas, donde el hombre esclavizado por otro hombre o por fuerzas ajenas a su propia nacionalidad, desmerece su alta misión y prostituye el hecho innegable de haber sido realizado a imagen y semejanza de la divinidad… viejas mentalidades, intereses creados, compromisos ocultos y tradiciones agazapadas en la sombra nacional, han llegado a nuestro país por senderos que lindan con la miseria y el desastre”[4]. Esta era la lealtad a Perón, esta era la lealtad a su pueblo trabajador y así lo demostraba José Ignacio Rucci con este discurso, la lealtad a las ideas del General, lealtad a la Doctrina Justicialista.

Estos tres hitos mencionados transcurren durante el exilio de Perón. Ahora concentrémonos en el rol que ocuparía el santafesino tras el regreso a la patria del General, porque fue el dirigente sindical elegido para llevar adelante una política de concertación económica y social que buscaba guiar al país hacia una nueva época, dejar atrás las luchas internas y encaminar el proceso de liberación nacional.

Así lo entendía Perón, así lo entendía Rucci que declaraba en aquel entonces lo siguiente: “las urnas el 23 de septiembre han servido para apoyar la unidad nacional. La reconstrucción de la patria es una tarea común para todos los argentinos, sin sectarismo ni exclusiones. La liberación será el destino que habremos de conquistar, con patriotismo, sin egoísmo, abiertos mentalmente a una sociedad nueva, para una vida más justa, para un mundo mejor”[5]. Este es el último hecho que quiero mencionar, aquel discurso, aquel accionar. Rucci trabajó en los acuerdos con la C.G.E de Gelbard, firmó el “Acta de Compromiso Nacional” el 8 de junio de 1973 porque confiaba en la visión de Perón mientras otros sectores obreros, otros sectores del peronismo o sectores marxistas, atacaban el “Pacto Social”, y ya comenzaban a planificar lo que sucedería luego en la calle Avellaneda, “nosotros vamos a golpear donde menos lo esperen y donde más les duela” (Firmenich). Finalmente, como lo título un amigo y colaborador de Rucci, Julio Bortnik “José Rucci vivió y murió como un desconocido para los argentinos”.

[1] Beraza Luis Fernando, “José Ignacio Rucci”, Vergara, 2007. Página 53

[2] Beraza Luis Fernando, “José Ignacio Rucci”, Vergara, 2007. Página 61

[3] Beraza Luis Fernando, “José Ignacio Rucci”, Vergara, 2007. Página 103

[4] Claudio Diaz, “El Movimiento Obrero Argentino” Ediciones Fabro, 2010. Página 227

[5] Beraza Luis Fernando, “José Ignacio Rucci”, Vergara, 2007. Página 280

Santiago Giraudo