Después de la media sanción al proyecto de ley de despenalización del aborto, la interna de la coalición gobernante Cambiemos se mostró como si un velo se descorriera sin aviso.

Tanto aquellos miembros del oficialismo que tienen responsabilidades en los poderes ejecutivos, como quienes participan de la Cámara de Diputados, mostraron las profundas divergencias que el debate ocasionó.

Según detalló el portal La Política Online (LPO), la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, como el titular del Poder Ejecutivo de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, «trabajaron para evitar que la ley salga, mientras que Marcos Peña y Jaime Durán Barba dejaron correr y casi empujaron el tema. Es lo mismo que sucede en la negociación con el peronismo, mientras los primeros tejen lazos con Massa y Pichetto, los segundos los rompen».

La visita de Vidal al Papa Francisco devolvió «un mensaje muy claro» que era aquel que señalaba que la ley no podía salir.

Más adelante, LPO indicó que el líder religioso le dijo a la gobernadora y a la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, «que hagan lo que tengan que hacer pero que frenen el avance del proyecto», cuestión que finalmente no prosperó.

Por otra parte, Rodríguez Larreta «fue el único de los gobernantes del oficialismo que se encargó de llamar a diputados para que no voten la ley». El jefe de gobierno porteño mostraba preocupación «porque entre los que se expresan en contra del aborto, el 90% es votante duro del PRO. Esto lo golpea en algunos de sus bastiones electorales, como Recoleta, donde el 80% rechaza la ley, según las encuestas que le acercaron».

En la misma línea se movieron la vicepresidenta y titular del Senado, Gabriela Michetti que convocó a los integrantes de la Cámara Alta para preparar la resistencia y Elisa Carrió que amenazó con romper la coalición gobernante.

Hace unos días, un ovispo cercano al Papa estuvo reunido con diputados de diferentes fuerzas políticas, aunque «les habló directamente a los del PRO». Les preguntó cómo fue que el Gobierno haya puesto ese tema en la agenda y que ello ponía «en riesgo» su base electoral.

En la iglesa se mostraron «furiosos por la autorización que el Presidente le dio al ministro de Salud, Adolfo Rubinstein, para ir a defender el aborto al debate en Diputados».