Por Jorge A. Ripani (h.)

“Melusina, reina del país de los enanos, le invita a reducir su tamaño hoy compartir con ella su elevada jerarquía. Le ofrece amor, poder, riquezas, sólo que en un grado inferior: será rey, pero entre enanos. Trasladado al país donde las briznas de hierbas son árboles gigantescos, este hombre, el más mísero de los mortales, añora su forma anterior. Y la añora, suponemos, porque su escala de magnitudes le advierte que en la prosperidad o en el infortunio su estado anterior era inimitable.

“En el hecho complejo del existir, el hombre es, sin más, una entidad superior”. Juan D. Perón (2007, p. 484).

Se trata de un breve bosquejo crítico y disidente del posthumanismo desde el prisma de la metapolítica. Consta de siete puntos. Esta breve introducción. Un repaso sumario de la revitalización de la metapolítica como disciplina científica y académica en la obra de Alberto Buela. Una síntesis en torno a su teoría del disenso como método. Un breve apunte sobre el imperialismo internacional del dinero u oligarquía financiera internacional como núcleo de las relaciones internacionales. Las profecías y experimentaciones sobre el transhumanismo o posthumanismo. Una reseña de quienes expresan una crítica. Algunos interrogantes e ideas finales a modo de conclusión.

Ahora bien, debo recordar que comulgo con el criterio que predica que para comprender el fenómeno del derecho es necesario dar cuenta de una parte de la interacción humana que, para tornarse progresivamente más inteligible, reivindica tener presente las otras disciplinas como la historia, ética, sociología, antropología, economía, política, geopolítica, etc., que atienden el fenómeno humano desde sus especificidades. Hoy posaré la lupa sobre el posthumanismo y los neoentes con basamento en la metapolítica.

Así también realizo este escrito, dentro un enfoque metodológico que vislumbra la ensambladura compleja entre persona, comunidad y derecho como un fenómeno interdisciplinario. Indudablemente mi tendencia natural docente hacia el derecho político, la historia constitucional argentina e iberoamericana, revisten ese horizonte epistemológico.

Desde mi óptica, el derecho político es la rama del derecho público cuyo objeto de estudio como asignatura consiste en reconocer, analizar y valorar la relación entre derecho y política.

En ese entendimiento la noción de poder se torna una de sus incumbencias. Derecho y poder son “dos caras de la misma moneda. Entre escritores políticos y juristas, el contraste implica cuál de esta moneda sea el frente y cuál el reverso: para los primeros el frente es el poder y el reverso el derecho, para los segundos es lo contrario” (Bobbio, 1984, p. 21).

El Estado es una de las formas en las que se institucionaliza el poder. Esto se realiza mediante el ordenamiento normativo. Por ende, si se quisieran intentar proyectos jurídicos sobre transhumanismo, resultaría indispensable la metapolítica. En la sucesión de hechos políticos concretos las circunstancias varían. Sin embargo, la mayoría de ellos son semejantes y dan lugar a inspiración. Entonces, la experiencia consiste en comprender la historia de los antecesores para evitar repetir errores al máximo y conjeturar con la mayor certeza posible. Por el contrario, aprender en el ejercicio político de los propios errores, lleva a perder la estabilidad.

Por el azar, el pasado nunca se vuelve a dar de manera idéntica. Además, por su propia naturaleza, al poder le conviene mantenerse oculto. Y velar también sus recursos (sean estos tangibles o intangibles), tácticas y estrategias. Igualmente apelar a la confusión (llamar gris a lo que es negro o directamente llamarlo blanco)2.

La mayoría de los planes políticos, cuando son descubiertos o evidentes para el analista, ya se han concretado o fracasado. Esta circunstancia ha contribuido al axioma de que “la historia es la política del pasado y la política la historia del presente” (Georg Winter citado por Jauretche, 2006, p. 77 y 83). De manera que cuando bajo la lupa política aparece un hecho presente, las tesis no son fácilmente demostrables como a veces pretende el cientificismo objetivista. Por ello también resulta necesario tener sobre la mesa la mayor información posible de todas las materias del conocimiento disponible, evitando caer en la “especialidad de lo mínimo”.

Ahora bien, divisado estos factores dentro del funcionamiento político y jurídico, adquiere relevancia el análisis conjetural. En tal sentido la ciencia política y la metapolítica se alimentan en cierta disposición de conjeturas. De acuerdo a Miguel Ángel Ciuro Caldani (2000).

La conjetura es el juicio que se forma de las cosas o acaecimientos por indicios y observaciones. Todo nuestro conocimiento se nutre en gran medida de  conjeturas en este sentido amplio, de “suposiciones”… Contiene la afirmación, aunque no del todo “cierta” (como la que en cambio suele pensarse en las ciencias naturales), de que algo acaecerá. La conjetura es una posibilidad en sentido “fuerte”… que permite distinguirla del pálpito o suposición “gratuita”… El conocimiento humano se mueve en una tensa relación entre lo “creíble” y lo “increíble”… toda decisión y toda conjetura implican incertidumbre, la conjetura requiere un importante grado de certeza… la conjetura ocupa un papel de los más significativos, sea operando como punto de partida hipotético y provisorio, más tarde confirmado gracias a nuevos procesos cognoscitivos, sea valiendo como “verdad práctica”, que ayuda a superar el siempre insatisfactorio estado de duda…

Toda norma asegura que se ha de cumplir (contiene una afirmación “del ser”) y por eso, si ese cumplimiento se produce es exacta… tiene un específico sentido de proyección futuriza de “pre-cedentes” del pasado y el presente. Para realizarla es importante saber lo que está en el pasado y el presente y no ofrece resistencia (“cede”) para la solución de los casos de referencia. Es relevante conocer los sentidos del pasado y del presente que se pueden “proyectar” a la respuesta a conjeturar.

  1. Metapolítica

Alberto Buela (2022) expresa que la Metapolítica consiste en “el estudio de las grandes categorías que condicionan la acción política” y que “a esta tarea la mejor forma de acceder es a través del ejercicio del disenso” (p. 14). En ese punto, estamos hablando de una capacidad metodológica. Sin embargo, involucra también una existencial. Un hábito para proponer, proponerse e intentar la consecución de otro sentido más propicio que el otorgado por el status quo. Esto implica una coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Dentro de esta corriente, el disenso es un acceso a la metapolítica. Y exige una acción. Como consecuencia lógica registra Valclav Havel que “el disidente no aspira a cargos oficiales ni busca votos. No trata de agradar al público, solo puede ofrecer su pellejo” (citado por Buela, 2022, p. 14).

En esta inteligencia, la Metapolítica trabaja sobre la criptopolítica y las categorías que se presentan como neutrales pero que responden a los intereses de quienes detentan el poder. Con ello se opone a la incultura de la cancelación, desmitifica lo políticamente correcto y el pensamiento único homogeneizador. En lo tangible la metapolítica tiene como principal perseguidora a la llamada “policía del pensamiento”, compuesta por un sin número de personas de existencia física e ideal.

Y en lo intangible a la “autocensura”. En ambos planos supone la afirmación y preferencia de sí mismo y de nosotros mismos que configura un pensamiento situado. A su vez pone en crisis el objetivismo cientificista. Con lo situado “vamos más allá incluso de la idea de Estado-nación, hoy en vías de agotamiento, para sumergirnos en la idea política de gran espacio, de patria grande, y cultural de ecúmene” (Buela, 2022, 53). Esto se despliega tanto en lo individual como en lo comunitario en una práctica existencial fundada en lo insobornable (tal como vimos ut supra sugerida por Havel). De esta forma, la metapolítica sería también una herramienta para el rescate de la política.

En relación a esto, resulta conveniente tener presente que las ideas sobre la realidad no se presentan automáticamente en nuestro conocimiento, sino que podemos comprender (o no) la misma a través de categorías. Entre ellas se encuentran las jurídicas y políticas. Es en el mundo de la cultura, en la dimensión cultural de la vida internacional, donde los intelectuales generan las grandes categorías de análisis metapolíticas, que condicionan la política nacional o internacional.

Son las categorías las que permiten al hombre llegar a conocer el mundo que le rodea (la realidad nacional o internacional), pues el proceso de cognición de un objeto no es un simple acto mecánico mediante el cual la realidad se refleja en la conciencia del hombre, sino un proceso complejo en virtud del cual el conocimiento de lo singular, de la experiencia, se interpreta mediante lo general.

Las categorías conforman, entonces, un mundo que, si bien no se percibe de forma inmediata sino solo por sus efectos, provoca un condicionamiento de la vida política, tanto de los hombres como de los pueblos.

Al respecto señala Jessé Souza que la realidad social no es visible a simple vista, lo que significa que el mundo social no es transparente a nuestros ojos. En realidad, no son sólo los músculos de nuestros ojos los que nos permiten ver, existen ideas dominantes, compartidas y repetidas por casi todos, que, en verdad, seleccionan o distorsionan aquello que nuestros ojos ven y esconden aquello que no debe ser visto (citado por Gullo, 2018, p. 183).

Buela (2022) analiza el significado etimológico y concluye lo siguiente: la metapolítica es un término compuesto por el prefijo griego methá, que puede traducirse por “más allá de” y el sustantivo “política”. Nosotros no lo asociamos ni a Andrónico de Rodas, quien fue el que inventó el término “metafísica” para designar los libros de Aristóteles que venían después de la física, ni a nada que se le parezca.

Metapolítica significa el estudio de aquello que está más allá de la política, o mejor aún, lo que está “más acá de la política” y que, de alguna manera, condiciona la acción política. Un mundo categorial que no se percibe en forma inmediata sino sólo por sus efectos.

Podría esgrimirse que este mundo categorial que condiciona a la acción política debería ser objeto de estudio de la filosofía política, pero señala Buela (2022) apoyándose en Leo Strauss que esta última, luego de la Segunda Guerra Mundial fue tan condicionada que se terminó transformando en ideología política (p. 21). Sin embargo “la metapolítica no invalida la filosofía política, sino que se sitúa fuera de la política en un methá que significa un “más acá” de la política” (p. 21).

Según esta corriente, la metapolítica no se ocupa tanto de lo que “debe ser” sino de lo que “es”. No es una ciencia acabada sino la búsqueda de la ciencia en el sentido aristotélico (Buela, 2022, p. 23).

  1. Disenso

Siguiendo la corriente sustentada por Buela la metapolítica no es una disciplina filosófica que se termine en la mera descripción de un objeto de estudio. Exige concomitantemente una incidencia, una salida en la política. Un paso más: “el ejercicio del disenso como método, la ruptura con la opinión, como gustaba decir Platón. Y el disenso como método nos viene a decir que existe otra visión y versión a lo políticamente correcto que es alternativa al pensamiento único” (2022, p. 22). El disenso no se agota en la negación de la opinión (que hoy es siempre la publicada) sino que exige la dación de otro sentido al otorgado por quienes detentan el poder. Es por ello que Primo Siena advierte:

La metapolítica se propone reposicionar en su lugar natural la política auténtica, noble, entendida además como operatio ética y estética que se traduce en la acción concreta. De aquí su contraposición radical a la criptopolítica, expresión de los poderes fácticos, turbios y sombríos –y que la teoría del disenso de Buela– concebido como un pensamiento alternativo que franquea el laberinto del pensamiento político corriente, indica un método eficaz para desenmascarar la criptopolitíca y reposicionar mediante el análisis metapolítico, la política auténtica (Arte y doctrina según Platón). (citado por Buela, 2016, p. 65 y 66).

En definitiva, la metapolítica parte como el razonamiento dialéctico de Aristóteles de opiniones establecidas = éndoxa, pero en este caso para refutarlas pues su tarea comienza con la ruptura de la opinión. Es cierto que no produce un conocimiento científico sino uno probable, pero de validez universal y su lugar propio es la discusión, el ámbito de las opiniones contrapuestas. Su ley es no decir nada contradictorio, pues no queda limitada a sí misma, como la filosofía política, sino que busca una salida a “otra política” distinta de la vigente. Para ello es necesario el ejercicio permanente del disenso, que como su nombre lo indica nos ofrece “otro sentido”… No es la primera en la serie del saber, sino que presupone otras ciencias, disciplinas e investigaciones. Pertenece a las ciencias que tienen que buscarse” (Buela, 2022, p. 23 y 24).

Finalizando este punto, los pasos del disenso como método, serían en una primera etapa: 1) La preferencia de nosotros mismos (es el nosotros, no el yo); 2) Genius loci (el desde dónde); 3) Las tradiciones nacionales de nuestros pueblos (el éthos nacional). Y en una segunda etapa: 1) La pregunta por el otro y los otros; 2) El consenso o disenso; 3) La superación del disenso: la construcción de nuestro propio discurso filosófico sin copia ni imitación (Buela, 2016, p. 39).

  1. Imperialismo internacional del dinero u oligarquía financiera internacional

Explicitado el marco teórico y antes de pasar al transhumanismo, resulta gravitante expresar que la unidad política sin asiento territorial nominada en este título es el núcleo central de la política internacional. Esta a su vez es considerada por estadistas como la verdadera política, el todo político de hoy (Perón, 2022b, p. 269). Consecuentemente creo tener a bien realizar algunas citas extensas en atención a la precisión que amerita su gravitación.

Expresa Buela (2022) que Pío Baroja, algo barrunta cuando afirma: “La política no está basada más que exteriormente en principios doctrinales; en la realidad, se rige por un conjunto de intuiciones, de habilidades, de genialidades.

Sigue siendo un arte hermético, como era para Bismarck, para Richelieu, para Fernando el Católico y para César”. Así, la inmensa mayoría de los teóricos de la política nos hablan en sus manuales y tratados de los principios doctrinales y casi nada nos dicen de ese “arte hermético” del que nos habla el vasco. Menos aún nos hablan de los poderes indirectos, de las grandes categorías que condicionan la acción política de los gobiernos de turno. De eso no se habla, porque se le niega todo saber científico. En el mejor de los casos se lo deja librado a intuiciones no desarrolladas. Y así, por ejemplo, intuimos que existe luego de la debacle financiera que comenzó en diciembre del 2008 con la quiebra del banco de los hermanos Lehman en Nueva York, un imperialismo internacional del dinero que se maneja libremente y por su cuenta más allá de los Estados.

Sin embargo, la metapolítica como “más acá” de la política, siempre está presente. Está presente en las decisiones geoestratégicas, está presente en los proyectos o modelos que ejecutan los gobiernos o que les hacen ejecutar. Está presente, en definitiva, en el “arte hermético” de los que conducen los Estados. Por supuesto que algunos conductores (Napoleón, Bismarck, Perón, César) han escrito acerca de este “arte hermético” pero lo han hecho por analogía desde un saber cómo el arte de la conducción militar aplicado a la política. Pero el tema sigue en pie: ¿existe este arte hermético como disciplina enseñable? Nosotros creemos que sí, y que esta disciplina es la metapolítica (p. 35 y 36, negritas mías).

En otro trabajo, Buela (2009) indica que “quien habla por primera vez del imperialismo internacional del dinero fue el papa Pío XI en su encíclica Quadragesimo Anno en 1939” (p. 3).

Ahora bien, este “imperialismo internacional del dinero”, también llamado “oligarquía financiera internacional” o “elite globalista”, ¿qué es a grandes rasgos?

Marcelo Gullo, uno de los cientistas políticos que más se ha ocupado de estudiar el tema en los últimos años, advierte: “La oligarquía financiera internacional es el núcleo del establishment” (Gullo, 2020).

Según la investigación de Gullo, que se apoya en estudios del Instituto Federal Suizo de Tecnología de Zúrich, el Credit Suisse y Oxfam, en líneas generales hasta la crisis del petróleo de 1970 primó el capital productivo sobre el especulativo. Luego de ello, paulatinamente este comenzó a ganar terreno. Las burguesías nacionales perdieron liderazgo a manos de una oligarquía internacional financiera.

En lo que hace a personas de existencia ideal: Una red de 1318 empresas multinacionales poseen o controlan la mayoría de las grandes firmas de primera línea y manufacturas del mundo, que representan aproximadamente el 60% de los ingresos globales.

Por detrás de esas 1318 empresas, una “superentidad” de 147 empresas, las cuales controlan o poseen el 40% de la riqueza total de la red. Es decir que menos del 1% de las multinacionales controlan el 40% del total de la red de empresas más importantes del mundo. Ese ultraminoritario poder empresarial está compuesto en su inmensa mayoría por entidades financieras que, entre otras cosas, son las dueñas reales de las grandes compañías multinacionales petroleras y mineras. –Esas 147 empresas– compiten efectivamente unas contra otras en el mercado mundial, pero actúan juntas basadas en intereses comunes (Gullo, 2018, p. 119).

Vinculados a derrotar las sustancias culturales, jurídicas y económicos que perciben como desfavorables a sus intereses.

En concordancia y en lo que hace a las personas de existencia visible: El 1% más rico de la población mundial acumula más riqueza que el 99% restante.

Por otra parte, según los informes dados a conocer por Oxfam, “sólo 62 personas poseían la misma riqueza que 3.600 millones (la mitad más pobre de la humanidad) y no hace mucho, en 2010, eran 388 personas (es decir que) la riqueza en manos de las 62 personas más ricas del mundo se ha incrementado 45% en apenas cinco años, algo más de medio billón de dólares (542.000 millones) desde 2010, hasta alcanzar 1,76 billones de dólares”.

Sin embargo, para el estudio de las relaciones internacionales, la conclusión más importante del informe de Oxfam llega cuando afirma que el 1% más rico utiliza el poder del dinero para manipular el sistema internacional” (Gullo, 2018, p. 120 y 121).

Los Estados son unidades políticas con asiento territorial. Quienes detentan el poder necesitan llevar a cabo una política de subordinación ideológica-cultural de todos los Estados. Esto es lo que se denomina poder blando en contraposición al poder duro de índole militar. El poder blando implica que una dominación sea aceptada por los dominados.

Citando a Hans Morgenthau, Zbigniew Brzezinski, Román Gubern, Juan Hernández Arregui y Arturo Jauretche, Gullo explica que los privilegiados del sistema mundo, requieren una elite intelectual que esté consciente o inconscientemente a su servicio, produciendo o replicando categorías de análisis directa o indirectamente funcionales (Gullo, 2018, p. 202).

Indudablemente ello requiere de una elite intelectual que esté consciente o inconscientemente a su servicio, produciendo o replicando categorías de análisis directa o indirectamente funcionales (Gullo, 2018, p. 202). En la medida en que los “intelectuales” hagan o no lo que el sistema desea, se van a encontrar promovidos dentro o fuera del establishment.

  1. Establishment globalista y transhumanismo

Esta elite está predicando una serie de vaticinios que se encuentran directa o indirectamente en relación al problema del Transhumanismo. La siguiente lista es meramente enunciativa:

1) La pérdida de la soberanía de los Estados nacionales que quedarán subordinados a una o unas entidades de gobernanza global.

2) Eliminación del papel moneda y la proximidad de una moneda digital global4.

3) Las llamadas “ciudades de 15 minutos” en las cuales, cada individuo no podrá moverse de un “distrito” que se le asigne.

4) Fin del “confinamiento” la Tierra.

Cabe destacar que esto lo vaticinó el presidente argentino Carlos Menem en 1996: “Dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual desde una plataforma, que quizá se instale en Córdoba, esas naves van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratosfera, y desde ahí elegirán el lugar donde quieran ir. De tal forma que en una hora y media podremos estar en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo y por supuesto, más adelante en otro planeta si se detecta vida” (Menem, en Molina, 2022).

5) Posibilidad de tapar el sol mediante tecnología7.

6) La eventual apertura de una era de vigilancia digital activa (Schwab – Malleret, 2020, p. 127).

7) Laboratorios de enfermedades, curas, armas y guerras biológicas8. Cabe destacar que esto es algo que ya denunció el primer ministro de Salud de la Argentina Ramón Carrillo (1953) en los años 50 del siglo pasado y el presidente (mc) de Bolivia Evo Morales (Red Uno Digital, 19/4/21) en la actualidad9.

8) La automatización y el reemplazo del trabajo humano manual e intelectual.

9) De ahí la propuesta de “salario” básico universal o mejor dicho ingreso global de subsistencia10.

10) Que la eutanasia podría convertirse en una práctica común11.

11) La super destreza física en general y los supersoldados12.

12) La superinteligencia.

13) La hiperlongevidad.

14) La inmortalidad.

Indudablemente los últimos puntos son los que mayor vinculación tienen con el transhumanismo en sentido estricto, pero como se trataría de la ingeniería social de un mundo transhumanista integral, existen ítems que se encuentran relacionados trasversalmente en sentido amplio.

Los cambios en el homo sapiens se obtendrían mediante biogenética y/o químicos y/o fusión con software. En este último caso aseveran estar experimentando en las posibilidades de up load de la mente, fusión mente-software, formación de un software universal, etcétera. Klaus Schwab viene planteando la rigurosa relación entre su teoría del advenimiento de “cuarta revolución industrial” y la “fusión de nuestra identidad física, digital y biológica” (2016, p. 14, 21, 59, y 109 y “Chicago Council on Global Affairs”, 2019, min. 15:50).

Elon Musk sin bien reconoce que “con la inteligencia artificial estamos invocando al demonio” (RT en Español, 2014), y que “la inteligencia artificial nos dejará muy atrás. Podríamos convertirnos en mascotas de las máquinas”, afirma que “la mejor solución es tener una capa de inteligencia artificial que pueda funcionar bien biológicamente dentro de nosotros” para lograr una simbiosis con la máquina (BBC Mundo, 28/3/17). Aunque luego parecería haber abandonado la temática.

Yuval N. Harari (2015) recuerda que cuando convivieron varias especies en el planeta Tierra, hubo una que se impuso sobre el resto. También pronostica que por el devenir del progreso, los humanos serán expulsados del mercado laboral. Se formará una gran clase inútil. La riqueza se concentrará en manos de los que posean la tecnología.

¿Qué las mantendrá ocupadas y satisfechas? …Una solución la podrían ofrecer las drogas y los juegos de ordenador. Las personas innecesarias podrían pasar una cantidad de tiempo cada vez mayor dentro de mundos tridimensionales de realidad virtual, que les proporcionarían mucha más emoción y compromiso emocional que la gris realidad exterior.

Pero esta situación asestaría un golpe mortal a la creencia liberal en el carácter sagrado de la vida y de las experiencias humanas. ¿Qué hay de sagrado en holgazanes inútiles que se pasan el día devorando experiencias artificiales? …Algunos expertos y pensadores, como Nick Bostrom, advierten que es improbable que la humanidad padezca dicha degradación, porque cuando la inteligencia artificial supere a la inteligencia humana, sencillamente, exterminará a la humanidad …en busca de algún objetivo insondable propio. Porque sería muy difícil que los humanos controlaran la motivación de un sistema más inteligente que ellos” (p. 381 y siguientes).

A los principios de ejecución citados habría que añadir de momento que se creó la empresa Vicarius para intentar reproducir el neocórtex humano (Albergotti, 2014), han impreso tráqueas y células madres de un corazón en 3D, han logrado pulmones y riñones artificiales, existen personas adineradas que están optando por criogénesis (Lledó Yagüe – Monje Balmaseda, 2018) y colocarse nanochips subcutáneos (Zato, 10/5/21).

También, que existen fortunas gastadas en la experimentación del “Proyecto Neuralink” (BBC Mundo, 28/3/17), el otorgamiento de ciudadanía en Arabia Saudita a un robot (BBC Mundo, 30/10/17), las denuncias sobre el laboratorio de enfermedades de Wuhan y su relación con la pandemia (Gordon – Strobel, 26/2/23), la creación de EEUU de una “nueva cepa de coronavirus que causa 80% de mortalidad en ratones” (Kontrainfo, 18/10/22), la inversión de millones de dólares en “la creación de una Aldea Global en el Metaverso” (KontraInfo, 17/1/23) y la fuerte inversión en la creación de la Universidad de la Singularidad (Kurzweil, 2009), entre otros.

Dentro la prédica transhumanista se podría englobar aquellos que:

1) Por una raigambre positivista o progresista presentan al devenir de la historia desde un voluntarismo optimista.

2) A pesar de la carencia de demostraciones científicas aseguran la inexorabilidad del transhumanismo: que será una realidad y que por ende resultaría un esfuerzo inútil el disenso.

3) Pese a cualquier discurso eventual se encuentran trabajando voluntariamente para la llegada de este nuevo orden puesto que la mejor forma de decir es hacer. Dicho en criollo: “Pero hacen como los teros / Para esconder sus niditos: / En un lao pegan los gritos / Y en otro tienen los güevos” (Hernández, J., 2000, p. 79).

Desde mi óptica algunos de los que directa o indirectamente se podrían considerar inscriptos en torno a esta corriente además de los ya nombrados, serían Ripani (h.), Metapolítica y neoentes. Breve bosquejo disidente… 10 Bill Gates (Frank, 12/9/22), Raymond Kurzweil (“Página 12”, 29/3/23), Nick Bostrom (9/3/02) y Jacques Attali (2006).

  1. Hacia una crítica del transhumanismo

Frente a los barruntos de un mundo transhumanista porvenir se alzan impugnaciones de factura intelectual meritoria desde las más diversas corrientes. Ya Perón (2002b) se mostraba preocupado por el avance técnico irrefrenable y diagnosticaba en 1974: “La separación dentro de la humanidad se está agudizando de modo tan visible que parece que estuviera constituida por más de una especie… Debemos responder con la racionalidad del deseo de supervivencia” (p. 64 y 66).

Hoy en día observa Pedro Baños (8 de marzo de 2021) que “el móvil inteligente, el Smart phone, ya no es algo voluntario, se ha convertido en una imposición porque lo necesitas hasta para operar con tu banco”.

Con todo, se aumenta el control. La persona va quedando reducida a su pura materialidad y degradada a un conjunto de datos. Una vigilancia consentida sin vacilar. Juan Bautista González Saborido (21 de enero de 2022) señala que la “psicopolítica digital” provoca una crisis de libertad. Un “capitalismo algorítmico y del big data, donde se analizan sistemáticamente los trillones de datos que pueblan el ciber espacio… la ciber vigilancia… Va generando un fenómeno de hibridación de la experiencia entre lo real y lo virtual”.

El algoritmo que toma decisiones por nosotros no es neutral sino una herramienta del “entramado de intereses económicos y políticos que rigen las macrocorporaciones tecnológicas”.

Alexandr Dugin expone que el liberalismo habría triunfado como ideología, dando paso a la era postmoderna. La condición para ella sería el reinado de una suerte de libertinaje totalitario: “la independencia del individuo para con todos los factores inhibidores, incluso la razón, la moral, la identidad –social, étnica e incluso la sexual– la disciplina, etc… Los Estados y las naciones son disueltos en el caldero de la globalización a escala mundial”. Y que uno de los síntomas negativos de la postmodernidad sería el transhumanismo (Dugin, 2013, p. 29, 187 y 210). Consecuentemente escribe que Rusia estaría haciendo una guerra que en realidad sería una reacción contra el globalismo y lo que denomina “la élite liberal atlantista” como fenómeno planetario integral.

A todo nivel: confrontaría con la unipolaridad, el atlantismo, el liberalismo, la antitradición y la tecnocracia. A todo esto, lo resume en la locución que lleva como título el libro de Schwab y Malleret “El gran reinicio” citado ut supra. Asimismo, el ruso explica que con la última ratio bélica su nación pretendería un mundo multipolar y arrancar de las garras del globalismo a “un gran espacio, un continente-estado, una civilización-estado”, puesto que sólo un Estado de dimensiones continentales podría mantenerse en pie en estas circunstancias (Dugin, 1/3/22).

El italiano Diego Fusaro señala que el capitalismo financiero postmoderno intenta presentarse como eterno para “exorcizar la idea de su posible superación”, imponiendo la prédica de la ausencia de confines temporales. Empero esto “termina por ser probado por las dos actuales aspiraciones –secretamente coincidentes en su correlación esencial– de la prolongación indefinida de la existencia más allá de sus barreras naturales y de la tanatopolítica de la eutanasia como libre suministro de la muerte” (2019, p. 68).

Precisamente el transhumanismo sería un engaño seductor que pervierte la naturaleza humana. De acuerdo a esta interpretación, se subvierte la jerarquía: el ser humano se transforma en objeto y el verdadero sujeto termina siendo el sistema técnico (12 de agosto de 2022).

Desde España, Dalmacio Negro Pavón entiende que se habrían unido las tecnobioideologías y las ideologías “siguiendo el ejemplo del nacionalsocialismo”. Identifica al transhumanismo como una concepción antropológica que apunta a la conquista de la inmortalidad y considera que podríamos estar a las puertas de una época transhumana, “en cuyo trasfondo opera la fe inherente a la religión secularista del hombre nuevo”. Esta a su vez sería la afloración de la confluencia del humanismo y su emancipación dieciochesca con la nueva tierra y el nuevo cielo calvinistas, del artificialismo inherente al contractualismo político, del culturalismo, de la potenciación de la Legislación –el derecho creado por el Estado–, y del culto al conocimiento científico, afloró en la Revolución Francesa la nueva fe secular (Negro Pavón, 23/6/09).

En otro trabajo (2021) señala que el transhumanismo también es llamado posthumanismo y sería un constructivismo puro que anhela crear formas distintas de la naturaleza humana (p. 69). Y el logro de “la inmortalidad… –según este autor– superaría por fin la naturaleza humana realizando el ideal feminista del androide: el hombre nuevo inmortal se libraría de la necesidad de nacer autoproduciéndose” (p. 114).

Francis Fukuyama (2004) escoge al transhumanismo como la idea más peligrosa del mundo. Para el autor, las ofertas de la biotecnología si bien serían tentadoras, tendrían un costo moral espantoso. Es liberal pero expresa que el primer derecho lesionado podría ser la igualdad. A su vez indica que el ser humano tiene carácter sacrosanto. El transhumanismo “empequeñece las diferencias manifiestas en el color de la piel, la belleza e incluso la inteligencia”. Como pretendería modificar la esencia sacrosanta, sería contrario al liberalismo. Por otra parte, a los productos del “deseo prometeico” no les llamaría “transhumanos” sino sólo “criaturas mejoradas”.

Finalmente pide humildad “con respecto a nuestra naturaleza humana. Si no la desarrollamos pronto, podemos invitar sin saberlo a los transhumanistas a desfigurar a la humanidad con sus topadoras genéticas y sus centros comerciales psicotrópicos”. Leopoldo Marechal gritaba: “¡Mira que al recibir un nombre se recibe un destino!”. En tal sentido, el peruano Miklos Lukacs (2022), prefiere la denominación Neoentes antes que Transhumanos, Posthumanos u Homo deus. Estos serían los quiméricos especímenes que intenta producir el transhumanismo porque “nunca serán humanos” (p. 105 y 188). El transhumanismo concebiría al hombre a partir de una mentalidad utilitarista, materialista, relativista y postmodernista (p. 75).

Asimismo, la propuesta de fusión hombre-máquina (a la que se agrega la hibridación con otras formas de vida) “pasan por instrumentalizar al ser humano” (p. 95). Intentan cosificarlo, poniendo “en riesgo la misma existencia” (p. 101). Se pregunta, “¿qué sucedería si estas nuevas criaturas adquieren niveles de inteligencia y conciencia comparables o superiores a los de nuestra especie?… ¿Adquirirían estas nuevas criaturas el estatus moral de un ser humano?” (p. 105).

Una tecnología que no sirve al ser humano, pero se sirve de él, no constituye progreso. Más aún esta debe complementarnos, jamás sustituirnos. Por eso, cuando un pequeño grupo de homo sapiens aspira a convertirse en homo deus sin conocer ni entender lo que busca cambiar, está actuando de manera egoísta e irracional. El uso de la palabra ‘mejorar’ prueba que los transhumanistas incurren en actos de fe… ‘Modificar’ sería mucho más adecuado (Lukacs, 2022, p. 97 y 98).

Desde mi perspectiva, en nuestro medio, algunos de los que directa o indirectamente se podrían considerar inscriptos en torno a un camino disidente del posthumanismo además de los ya nombrados, serían Roberto Vitali (8/4/23), Pablo Davoli (2022, p. 65) y Fausto Frank (20/5/21).

  1. A modo de conclusión

“En este tema del progreso la confusión es muy grande pues no se puede negar in totu (quedamos como trogloditas), pero tampoco afirmarlo en su totalidad como hace el progresismo actual” Alberto Buela (2022, p. 255).

Hemos visto que la metapolítica se ocupa más de lo que es. Y lo que deber ser le sirve ya que ayuda a comparar, a hacer un juicio valorativo de la realidad. Todo ello en atención a que la misma se quiere modificar mediante el disenso. Por ello Buela (2022) resume: “Tenemos una disciplina filosófica y política que puede utilizar con provecho el método fenomenológico-hermenéutico, pero que por su carácter plurivalente está obligada a emitir juicios de valor y no solamente juicios descriptivos.

Al tiempo que por su propia índole exige el acceso a la política” (p. 30). Teniendo presente que la metapolítica no es una ciencia acabada en el sentido aristotélico sino la “búsqueda de una ciencia. Un conocer por dialéctica… en el sentido clásico (Sócrates, Platón, Aristóteles), un preguntar abierto propio de los diálogos, a los que, a lo mejor, no se llega a ninguna conclusión” (Buela, 2022, p. 23). Que en tal sentido puede decir: “no sé”.

Así también que no es nuestra empresa en un escrito de estas contingencias materiales, consagrar conclusiones categóricas sino apreciar mejor la importancia de comprender metapolíticamente las acuciantes implicancias del posthumanismo, sus objetivos para el porvenir y sus promotores. Y asimismo el ideario de quienes esbozan una crítica o tal vez un principio de disenso, conforme a lo investigado, podemos presentar los siguientes interrogantes e ideas finales.

Hemos visto que la parcialidad transhumanista nuclea en líneas generales a quienes son optimistas y/o aseguran la inexorabilidad y/o se encuentran trabajando voluntariamente para el advenimiento de la hibridación del ser humano con la tecnología y/o la biogenética propia o de cualquier otra especie. Esto podría crear a una especie insensible más fuerte y taimada que el homo sapiens y abrir una nueva edad histórica. En este orden de ideas no sería inusitado hipotetizar (como lo hacen propios y ajenos) que los nuevos especímenes pudieran esclavizar o exterminar a los seres humanos.

Este escenario distópico no pasaría de su adjetivo y quedaría reducido a teoría del complot, conspiración o mera ciencia ficción si no tuviera los principios de ejecución referenciados ut supra.

Pero además esta hipotética derrota del ser humano se estaría vislumbrando en el empobrecimiento del lenguaje, los problemas de atención y alteraciones del sueño que genera el uso del celular. El aumento del cortisol y los estudios que aseguran que reduce la corteza cerebral (“La voz del Interior”, 11/12/18). En tal sentido tecnólogos de Silicon Valley han declarado que no dejan que sus hijos usen teléfonos “inteligentes” y que ellos mismos no lo usan (Bowles, 27/10/18). El cuerpo humano descarta lo que no usa. Entre esas cosas, el cerebro o sus funciones. Personalmente no paro de escuchar colegas lamentándose de la disminución cognitiva de los alumnos en los últimos 10 o 15 años.

Me surgen innumerables interrogantes sobre el posthumanismo. Entre otros: ¿cómo impactaría en el porvenir de la justicia o injusticia social?, o viceversa ¿cómo impactaría la injusticia social en un mundo transhumanista? ¿A qué conlleva la llamada incultura del descarte y la cancelación? ¿El animalismo o la animalización? ¿El postulado de que los animales serían personas no humanas y tendrían derechos constitucionales? ¿Cuáles deben ser sus proyecciones jurídicas? Los avatares en metaverso ¿qué programación predictiva podrían tener en miras?13 ¿Qué significado oculto podría tener la tan mentada locución “nativo digital”? ¿Qué despliegues podría implicar el postulado de que la autopercepción es jerárquicamente superior a la distinción aristotélica entre sustancia y modo? ¿A qué construcción de sentido podrían arribar los encierros masivos en conjunto con la conexión obligada al ciberespacio?

¿El teletrabajo? ¿El llamado “sexo virtual”?14 ¿Qué consecuencias traería para la libertad la eliminación del dinero de papel? ¿Deben los Estados nacionales ceder soberanía a entidades supranacionales como la OMS?, ¿es conveniente esto?, ¿qué implicancias tendría para los derechos de los pueblos? ¿Cómo influye la adopción de la palabra usuario en lugar de hombre o ser humano?

El postulado de que las vacas contaminan y entonces el pueblo debería ser compelido a quitar la carne de su plato y pasar al veganismo o ingesta de insectos, ¿qué consecuencias tendría? En la pampa húmeda sudamericana la alimentación a base de carne vacuna introducida por los ibéricos constituye uno de los elementos fundantes del paisano gaucho, de su cultura y conciencia de libertad, por ende, del estilo de conducción política, también de su vitalidad, irreverencia, sano orgullo, inteligencia criolla y de las fuerzas telúricas raigales. En definitiva, de su estirpe, ¿qué podrá implicar este postulado para su porvenir? La censura o cancelación en las redes sociales privadas (por ejemplo, a través de ciertas palabras cazadas por algoritmos o directamente de la cuenta del presidente los Estados Unidos), ¿qué despliegues tendrían en un mundo transhumanista? Hoy mismo, ¿qué otros lugares quedan para expresar una opinión política? ¿Cuál es hoy el escenario primordial del debate, las calles o las redes sociales? ¿Quiénes son los dueños de las redes sociales? ¿La técnica es un medio o un fin? Lo nuevo, ¿es bueno per se?

El progresismo, la ideología incontrastable de nuestro tiempo, tiene su fuente histórica y filosófica en la convergencia de distintas corrientes que forman la modernidad y que se muestran entre sí contrapuestas como lo son la Ilustración, el Iluminismo, el liberalismo, el socialismo y el marxismo. El elemento en común que une estas corrientes es el sentido de la historia entendida como un progreso continuo que avanza en forma ineluctable (Buela, 2022, p. 254).

Por ejemplo, Harari (2015) marca un optimismo voluntarista del desarrollo de la historia mundial y en consecuencia hace una descripción del futuro donde no hay crítica. Uno de sus ejes consiste en que “la humanidad experimenta una paz y prosperidad sin precedentes” (p. 44), que el hambre, las pestes y las guerras se están reduciendo (p. 29) y que en el futuro desaparecerán (p. 30). La realidad lo desmiente. Aquí tenemos el registro de consumo de carne más bajo de los últimos 70 años y vemos compatriotas comiendo de la basura todos los días. El planeta muestra una llamada “tercera guerra mundial en cuotas” y otra más directa entre la OTAN y Rusia. Y Harari reconoce respecto de las pestes que “es probable que en el futuro haya epidemias importantes que continúen poniendo en peligro a la humanidad, pero solo si la propia humanidad las crea” (p. 22).

Coincido con Buela en que “no se puede seriamente hacer o sostener una filosofía del progreso ilimitado (como en el orden económico hace el capitalismo y en el orden cultural el progresismo) pues el concepto de progreso es esencialmente relativo” (2022, p. 102). Depende de la opinión profesada o el interés representado por el científico.

Ahora bien, ¿Qué es progreso? Avanzar, adelantar, mejorar, prosperar, desarrollar, perfeccionar. Sus antónimos son retroceder, retrasar, desmejorar, empeorar, decrecer, arruinar. ¿Cómo superar en la crítica a la idea de progreso, la fuerza lingüística negativa que arrastran los antónimos mencionados? Es tarea casi imposible porque además existe un progreso evidente en la ciencia, la técnica y la tecnología” (Buela, 2022, p. 255).

Entonces avance tecnológico es distinto a progreso ético. Si esto es verdad y en atención a que el que nomina, domina, correspondería deslindar la locución “avance tecnológico” de la palabra progreso sea este tecnológico, ético u otro. En esta línea y teniendo presente que quien no respeta las palabras tampoco el pensamiento, debo coincidir con Lukacs, quien propone una nominación más propicia para las quimeras transhumanistas: Neoentes. Dejando sentado que un señalamiento habría hecho también Fukuyama al hablar de “criaturas mejoradas”.

Sin embargo, la palabra “mejor” involucra una connotación positiva. Conviene recordar el ejemplo de la inteligencia artificial del Go, que triunfó sobre los mejores jugadores del mundo: aprendió sola a ganarle al ser humano en días. Quería ganar. Dominar. Prevalecer (Kissinger, junio de 2018). No quería jugar, divertirse y las demás cosas. Sólo los humanos tienen esos sentimientos. Resulta indudable la necesidad de disentir con el postulado del progreso continuo de la historia. Eso es un optimismo voluntarista como mínimo. Pero además, y esto resulta sospechoso de algunos escritores: “Entender la historia como progreso continuo equivale a hacerse cómplice de los vencedores, pues como dice la canción: “si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia, quien quiera oír que oiga” (Buela, 2022, p. 254).

Hasta el momento se desconoce la factibilidad científica de la distopía transhumanista. Respecto a la inevitabilidad histórica postulada por esta parcialidad, cabe destacar que el futuro puede resultar incorregible si renunciamos a corregirlo. En tal sentido los males que fueran posibles pero evitables resultan inexorables si así lo creemos. Así es dable destacar que las comprobaciones científicas tienden a quebrar el espinazo de esta prédica. Al respecto pueden consultarse los trabajos de Erik J. Larson (2022) y Federico Faggin (VTRChile, 16/12/16). Vimos más arriba que Negro Pavón advierte que estamos en presencia de un constructivismo puro que anhela crear formas distintas de la naturaleza humana.

Paradójicamente, a contrario sensu apuntaría a la deconstrucción del ser humano. En esta encrucijada resulta indispensable recordar a González Saborido para quien es necesario “el reconocimiento de la dignidad inalienable de la persona, su carácter único e irrepetible… única manera de saber qué lugar ocupa en el mundo” (Colegio de Abogados de Rosario, 20/10/22). Ello clarifica la disyuntiva metapolítica a escala universal: entre quienes desean preservar la naturaleza y condición humana y quienes pretenden modificarla.

Sin tensionar aquella pretensión de universalidad, resulta insoslayable un elemento metapolítico. Buela enseña que es desde los movimientos populares y las tradiciones nacionales que se realiza la oposición real a las oligarquías transnacionales y a la sociedad global sin raíces (2022, p. 54). De manera que podemos pensar que la Metapolítica pertenece a ellos.

“¿Por qué no le quitó usted el arma con que se suicidó? Porque era de él y no tengo derecho sobre su propiedad”. Con el término progreso pasa exactamente lo mismo que con el arma suicida. Si no le quitamos el carácter de necesario para reducirlo al de probable o relativo, no lo vamos a entender” (p. 256).

Tal vez se trate de eso. De que el pueblo le quite los avances tecnológicos a la elite y recupere el progreso de acuerdo a su tradición nacional. La tecnología no puede quedar en manos de una elite transnacional. Y esto se encuentra íntimamente vinculado con la idea metapolítica de participación vinculada al Estado. Bien entendido. Donde el soberano no sea el Estado sino la comunidad y participar no signifique sólo “formar parte de” sino también “ser parte de”. Obviamente que esto involucra un esfuerzo. Un asumir riesgos, propio del hábito metapolítico. Allí resulta lógico lo vislumbrado por Dugin: en este siglo XXI o los Estados someten a la oligarquía financiera internacional o ella termina de someter a los Estados.

En este dilema resulta muy útil la metapolítica del canon que interpela a la globalización a través de la revitalización de los grandes espacios (Buela, 2022, p. 219) y la idea de nacionalismo continental (p. 215) porque hoy no se conoce otra forma de organizarse seriamente en miras a que el pueblo se ponga de pie. Pero también la idea de América como lo hóspito (p. 184) porque contribuye a ofrecer un pensamiento situado a lo universal.

Asimismo, coincido con Negro Pavón. La política es positiva pero no podemos confiar ciegamente en los políticos porque es posible que hagan suya la retórica transhumanista cuando sea útil para sus fines de poder táctico (MCRC, 10/10/22).

Pero esto no se trata de táctica sino de estrategia. Si fuese posible la creación de una nueva especie se estaría poniendo en juego la conservación de la nuestra. Por ende, se nos iría la vida en esto.

Los argentinos queremos pensarnos a nosotros mismos. Somos un pueblo mestizo, pacífico, simple y parte de una ecúmene sin igual. En esencia libre. Somos la octava potencia territorial del mundo. Pero hemos sido más pensados que pensantes. No queremos ser objetos de pensamiento externo, sino sujetos pensantes de nosotros mismos. Capaces de brindar al universo una epistemología civilizatoria. Eso significa la restauración del pensamiento nacional-iberoamericano. Una tarea que nadie va a hacer por nosotros. Si no lo hacemos, es probable que lo haga otro: un tecnócrata de la elite global. ¿Qué tiene de malo?

Muy sencillo, estamos en un barco que es la Argentina. Si le dejamos el timón a un capitán externo nos va a conducir al puerto que quiera él. Que no será necesariamente el que quiere el pueblo para las generaciones venideras. El destino deseado por los argentinos es la grandeza y felicidad de sus hijos por-venir.