Por Gisela Gentile

Dentro del megaproyecto  «Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos», enviado al Congreso por el presidente Javier Milei el pasado miércoles, se encuentra un particular punto que llama la atención por lo insólito: la propuesta de que los jueces usen toga negra y martillo durante los juicios. 

Esta indumentaria para la máxima autoridad de un tribunal, tal como puede verse en muchas producciones extranjeras de cine o televisión es utilizada actualmente en Estadios Unidos, Brasil, Colombia, Canadá, Japón y otros países; destacando que en alguna de esas naciones los colores varían.

La toga es una prenda que caracteriza a los profesionales del derecho que intervienen en procesos judiciales, como abogados, procuradores, jueces, fiscales y secretarios. Se trata de una especie de túnica negra larga que cubre el traje y que se ciñe al cuello con un botón.

El origen de esta indumentaria se remonta a la antigua Roma, en la cual la toga era un símbolo de ciudadanía y estatus. Con el tiempo, esta vestimenta se convirtió en un emblema de la profesión legal, representando la seriedad y la solemnidad asociadas con el sistema judicial.

Si el proyecto de ley termina siendo aprobada por el Congreso, los jueces argentinos deberían adoptar esta modalidad, vestimente negra y martillo, como tantas veces vemos en las películas, sobre todo, en las proucciones estadounidenses. Antes esta posibilidad, Conclusión consultó a la jueza de menores María Dolores Aguirre Guarrochena, con el fin de profundizar sobre la implementación de esta simbologia. «Considero que si la finalidad que se persigue con el uso de una toga negra es la de recuperar o reestablecer una autoridad -que se supondría perdida o al menos mellada-, la medida no pasa de ser una mera imagen, un envoltorio, una simple apariencia externa. Imagen estereotipada, por lo demás».

Jueza María Dolores Aguirre Guarrochena

«No me parece casual que hoy estemos tratando un tema tan superfluo, que no hace a la esencia de la función de la administración de justicia. Y lo digo porque en el mundo posmoderno en el que vivimos todo parece reducirse a la pura imagen y a su sentido comunicacional, pasando rápidamente a otra cosa, sin mayor detenimiento para pensar», reflexionó la magistrada.

Una vestimenta no define a una persona y mucho menos a una situación o realidad. «La verdadera autoridad proviene de una dignidad interior, de algo que se transmite con la mera presencia (en la sala de audiencias, por ejemplo), del conocimiento del Derecho y de las realidades humanas, de la mesura, la templanza, la ecuanimidad y el humanismo, sin necesidad de golpes de martillos ni de colores negros».

Ninguna de estas cosas se compran en el mercado o una tienda, «sino que son cultivadas en el interior de las personas, no son imagen, son la esencia» concluyó Aguirre Guarrochena.