El ministro de Seguridad de Buenos Aires, Sergio Berni, está seguro de que cayó en una emboscada. Según contó, el dialogo con los compañeros del chofer de colectivo asesinado el último domingo en La Matanza estaba encaminado y solo restaba definir el lugar donde iban a reunirse, pero el accionar provocador de la Policía de la Ciudad y la presencia de «infiltrados políticos» en el tumulto encendieron la violencia en la bajada de General Paz y la Avenida Juan Manuel de Rosa, donde el funcionario asistió para dar la cara y atender personalmente el tema.

Las consecuencias quedaron a la vista de todos: un colaborador de primera línea del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, apedreado y acorralado a golpes de puño y patadas. La escena tuvo un impacto político de escala múltiple, Berni y su alto perfil como responsable de un área clave quedaron deteriorados ante las cámaras que transmitían en vivo la paliza; mientras, la Policía porteña posó de salvaguardia del orden e incluso de la integridad física del propio ministro. Berni entiende que sería muy iluso dejar de lado cómo se produjeron los hechos y qué despertó el alboroto. Es ahí que carga contra el ministro de Justicia y Seguridad de Buenos Aires, Eugenio Burzaco -y por elevación a todo el gobierno porteño que conduce Horacio Rodríguez Larreta-.

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Al hablar de lo sucedido, el titular de la cartera de seguridad bonaerense sostuvo que su mayor dolor no está asociado a lo físico, sino a la pérdida de un ciudadano -en referencia al colectivero de la Línea 620, Daniel Barrietos, asesinado el pasado domingo- y puso énfasis en resaltar algunas características atípicas que tuvo dicho homicidio. «Es muy llamativo, nadie roba con dos vehículos de apoyo un colectivo con un armamento que no es el habitual para este tipo de delito, lo mismo con la munición, que solo la utilizan los profesionales porque la caja de esas municiones sale carísima. Además Daniel fue ejecutado. Los testigos dicen que no fue un robo. Subieron y desde ahí mismo lo fusilaron», manifestó.

«Esto no fue un simple robo. Estas situaciones pasan cuando la persona se defiende», acentuó, antes de pasar a relatar los hechos que lo dejaron con heridas visibles en su rostro y distintas partes de la cabeza, a los cuales también les atribuyó características que no son asociables a un simple ataque de cólera de los colectiveros.

«Cuando llegué al lugar me dijeron ‘esto es una emboscada, se pudre todo’, pero siempre voy al frente. Para mí huir no es una opción. Estaban ahí reunidos (los compañeros del chofer asesinado) y querían hablar conmigo. (Pero) cuando vi las caras me di cuenta que era gente que venía a provocar y, mientras los enfrento, siento que me pegan desde arriba. Entonces lo primero que busco es la pared para tener por lo menos un flanco protegido y mientras tanto era piña y patada, piña y patada», repasó.

«Previamente, después de casi veinte minutos de dialogo, habíamos llegado a un acuerdo, íbamos a reunirnos, estábamos en pleno proceso de ver dónde nos reuníamos y con quién, pero cuando bajé e hice cien metros ya sabía que esto terminaba así, pero es mi responsabilidad. No puedo huir a los problemas», añadió.

El ministro de Seguridad de Buenos Aires lamentó que en el tumulto se haya fundido todo. Según dijo, había personas que estaban dolidas por la pérdida de un compañero, pero también activistas políticos y gente que disputa la interna de la UTA.

«Tenía que ver con intereses personales entre los diferentes sectores de la UTA; con cuestiones políticas porque había activistas políticos, que los conozco; todos nos conocemos en este ambiente. Cuando teníamos todo listo, aparece la Infantería. Le pido que por favor no avance y se queden; que no repriman», dijo Berni respecto al accionar de los efectivos presentes, que igualmente decidieron atacar a los manifestantes.

Un momento resumió la virulencia con la que actuaron los policías que estaban en el lugar: uno de los colectiveros que estaba protestando se acercó a dialogar con ellos con los brazos en alto y, en un accionar completamente injustificado, un efectivo le pegó con el escudo en el rostro. Berni estaba a pocos metros e intentó salir en defensa del trabajador, pero la Policía de la Ciudad intervino para retirarlo.

«Yo salí a proteger a ese trabajador (golpeado por el escudo policial). Le pegaron de manera incalificable. Cuando veo cómo le pegan, salgo de mi protección natural -que eran la pared y el techo- y cuando lo voy a proteger ahí me pone la policía una mano atrás y me saca. No me quería ir. Ahí recibo un piedrazo en la cabeza que me partió. Me pinché con mi hueso», relató en una entrevista con C5N, siempre resaltando que entre los manifestantes había «infiltrados políticos» que incentivaron la violencia.

Frente a esta forma de actuar de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires, el ministro bonaerense apuntó contra su par porteño, Eugenio Burzaco. Al recibir la pregunta de si Burzaco lo llamó para saber cómo estaba, Berni respondió que no lo hizo y que «mejor que no lo haga porque se va a comer flor de puteada».

«No necesito explicaciones, conozco demasiado bien cómo funciona esto. Esto no se hace, no puede poner en riesgo la vida de una persona. Estaba todo controlado. A mí no me costaba nada llamar a mis fuerzas provinciales, que estaban a una cuadra, pero por orden mía ninguno se movió», explicó para diferenciarse del titular del Ministerio de Justicia y Seguridad porteño.

¿Quién es Burzaco?

Eugenio Burzaco asumió en diciembre de 2009 como jefe de la Policía Metropolitana de Buenos Aires, constituyéndose como el primer jefe de la institución sin antecedente en las fuerzas policiales. Entró en el cargo luego de las designaciones fallidas de los comisarios Jorge «Fino» Palacios y Osvaldo Chamorro cuando el titular del gobierno porteño era Mauricio Macri.

Previamente había sido asesor del exgobernador de la provincia de Neuquén, Jorge Sobisch, cuando ocurrió el asesinato del docente Carlos Fuentealba y también cumplió funciones en la Secretaría de Inteligencia durante la presidencia de Fernando de la Rúa.

Tal recordó días atrás el periodista Ricardo Rogendorfer en Tiempo Argentino, el ahora ministro además presidió la Fundación Pensar junto a Julio Cirino, exagente de inteligencia del Batallón de Inteligencia 601, durante la dictadura -terminó preso por delitos de lesa humanidad-. En 2010 fue citado a indagatoria, junto a otros funcionarios del gobierno de Mauricio Macri, por el caso de las escuchas ilegales que involucraban al ex jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires.