El yacimiento denominado como Vaca Muerta que se encuentra a poco más de 100 km. de la Ciudad de Añelo (Pcia. De Neuquén) es un emblema de la explotación de recursos no convencionales (shale gas y shale oil) y símbolo de la gran esperanza desarrollista de un país periférico como la Argentina.

En las agendas políticas venideras se hablan de varios temas como la necesidad de un desarrollo intensivo de Vaca Muerta capaz de generar los dólares genuinos necesarios para afrontar la pesada herencia que deja el macrismo respecto de la deuda, se debaten esquemas normativos para atraer inversiones de capital, se discute el rol estratégico de YPF, etc.

Ahora bien, habría que incluir como temario lo concerniente a la organización del trabajo. Vaca Muerta ha estado –infelizmente- en estos últimos años en la tapa de algunos diarios a raíz de las muertes de trabajadores petroleros. Recordemos que allí entre los años 2016 y 2017 se renegoció el convenio colectivo generando un fuerte retroceso en derechos adquiridos por los trabajadores del petróleo.

Entre los retrocesos figura por ejemplo la posibilidad de realizar por parte de un trabajador simultaneidad de tareas; montaje y desmontaje de equipos en horarios nocturnos; trabajo de cuadrillas pese a estar incompletas; continuidad del trabajo a pesar de las condiciones climáticas, entre otras situaciones que antes de esta renegociación estaban prohibidas.

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El trabajo en la industria del oro negro no es materia sencilla. En la cultura popular solo se habla de los “altos salarios” de los petroleros sin especificar más. ¿Pero quiénes son los petroleros?

La denominación de “petroleros” abarca a todos los trabajadores del oro negro que cumplen funciones en los yacimientos, tanto los de las empresas operadoras tercerizadas como los de las compañías que tienen a cargo los yacimientos. Nos referimos a quienes realizan tareas de perforación (drilling), terminación (work over) y reparación (pulling) en los pozos, donde se emplazan tales equipos.

Una cuadrilla de trabajadores de un yacimiento puede estar conformada por quince o dieciocho personas que pertenecen a diferentes empresas, con variados roles y jerarquías. Los de menor jerarquía son los operadores de boca de pozo, quienes realizan tareas estrictamente manuales. En la jerarquía ascendente (de perforación, por ejemplo) el que le sigue es el enganchador. Este realiza una de las labores más difíciles y peligrosas ya que trabaja colgado en el piso del enganche, a una distancia de entre diez a veinte metros del nivel de piso.

El siguiente puesto, el maquinista, opera el aparejo, las bombas de perforación, la rotación del trépano, etc. desde el interior de una cabina situada en los equipos de perforación, terminación y reparación. Los puestos que tienen responsabilidad de mando son el encargado de turno y el jefe de equipo y por último el company man quien representa a la operadora del yacimiento.

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El trabajo tiene particularidades como los turnos rotativos de 12hs, generalmente con diagramas que pueden ser de permanencia en los yacimientos (14 o 21 días) o ir y venir en el día. Por otra parte, se trabaja a la intemperie, siendo el factor climático un elemento fundamental, dado que en invierno las condiciones extremadamente frías hacen que las herramientas se congelen y las manos se entumezcan con la nieve; y en verano, las altas temperaturas castigan los cuerpos volviendo más difícil la labor.

Cabe agregar que se trata de una actividad con una alta exposición al peligro: todo petrolero experimentó golpes, accidentes, cortes, amputaciones, etc.

Otro aspecto de este trabajo es la tensión social/familiar que causan los turnos rotativos. La frustración por no compartir largos períodos de tiempo con las familias, amigos/as, etc. es moneda corriente en la vida de un petrolero.

Otro punto problemático, es que entre una jornada de trabajo y la otra los que van y vienen todos los días, recorren varios kilómetros de distancia de la ciudad de Añelo al yacimiento. Entre ida y vuelta se calculan tres horas de viaje, con lo cual si se suman a las doce horas del turno, el descanso real termina siendo bastante menor al estipulado por la Ley de Contrato de Trabajo, que en su artículo 197 expone claramente que “entre el cese de una jornada y el comienzo de la otra deberá mediar una pausa no inferior a doce (12) horas”.

Recordemos que el turno de 12hs fue una de las primeras reformas laborales implementadas durante el proceso de privatización y desregulación del Estado en la década de los noventa, siendo que antes el turno era de 8hs regulado por convenio colectivo.

A partir del cambio de Gobierno este 10 de diciembre, se configura un nuevo escenario político que permite discutir cuál será el rol del Estado y cómo se definirá la gestión y uso de los recursos no convencionales.

Asimismo, se abre un terreno fértil para pensar seriamente una gestión del trabajo en el yacimiento Vaca Muerta que permita el crecimiento de una Argentina -azotada durante cuatro años por políticas neoliberales- sin que sea en desmedro de la salud física/psíquica y social de los trabajadores.

*Hernán M. Palermo
Doctor en Antropología, Investigador Adjunto de CONICET y Director de la Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo (CEIL-CONICET)