El general retirado, que participó en la guerra como jefe del Grupo de Artillería 3, se declaró «consciente desde el momento en llegué a las islas, y quizás desde antes, de que el intento de recuperar Malvinas por la fuerza constituyó el más notable error de apreciación política, diplomática y militar de mi país».

El conflicto bélico no fue previsto de antemano, «por lo menos en mi país», puntualizó Balza.

«Nuestra diplomacia y nuestro Gobierno militar en aquel entonces, que surgió producto de un golpe de Estado cívico-militar en 1976, no evaluaron las históricas relaciones de EEUU con Reino Unido ni los compromisos que tenía Ronald Reagan (presidente de EEUU entre 1981 y 1989) y la señora (Margaret) Thatcher (primera ministra británica entre 1979 y 1990) desde antes de acceder ambos al Gobierno», explicó.

En todo caso, la causa de Malvinas es un sentimiento expresado y recogido en la Constitución nacional, recordó.

Quien fuera máximo responsable del Ejército entre 1991 y 1999 aclaró que la soberanía argentina sobre las islas se asienta en razones históricas, «porque eran parte del Virreinato del Río de la Plata desde 1810»; geográficas, «porque hacen a la integridad territorial con la plataforma submarina», y jurídicas, «porque sus habitantes argentinos en 1833, fecha de la usurpación británica, fueron expulsados por los ingleses».

No obstante, «un militar cumple su función cuando gana la paz y no cuando gana y hace la guerra, por eso la forma de la recuperar Malvinas no es la violencia, sino el diálogo serio, maduro y respetuoso entre nuestros países», sostuvo.

Relato de una guerra

Balza se desempeñaba como jefe del Grupo de Artillería 3 cuando fue enviado «a esa guerra absurda, jamás pensada en mi país» a cargo de un contingente que no superaba los 400 hombres.

El entonces teniente coronel también debía coordinar los fuegos de otras unidades de artillería, en concreto la del Grupo de Artillería 4 y la de una batería (subunidad) de artillería del Batallón de Infantería 5, además de supervisar las salidas de los aviones argentinos para evitar que la trayectoria o un disparo alcanzase las aeronaves.

«Se combatió intensamente en este conflicto, que tuvo una particularidad, y es que fue el único en el que ambos adversarios, argentinos y británicos, respetamos los usos y leyes de la guerra y el derecho internacional humanitario, también conocido como la Convención de Ginebra», según reconoció el Comité Internacional de la Cruz Roja, con sede en Ginebra.

En esa guerra que duró 44 días «se respetó la dignidad del adversario», dijo Balza.

El conflicto comenzó el 1 de mayo, cuando un bombardero británico, un Vulcan, atacó el aeropuerto de Puerto Argentino, capital de las Malvinas, y cercó la ciudad por vía aérea y marítima.

El 23 de ese mes los soldados británicos desembarcaron en el archipiélago.

Los enfrentamientos se trasladaron durante dos días y medio a Pradera de Ganso, a 90 kilómetros de Puerto Argentino, antes de que los militares avanzaran hacia esa ciudad, cuya toma comenzó el 8 de junio y culminó el 14 de junio a mediodía.

Imperativo humano

La de Malvinas fue una pequeña guerra insular, denominada por otros como una pequeña gran guerra, que en cualquier caso se convirtió «en la primera de la era misilística», resumió el exjefe del Ejército.

Balza reconoció que, al margen del ámbito geográfico donde se desarrolló el conflicto, de los soldados que participaron, del comportamiento de los adversarios, y de la población afectada, que en este caso no fue ninguna, «las secuelas y traumas son similares a todas las guerras».

Por eso «la gran conclusión de alguien que conoció la guerra es que evitarla sea un imperativo humanitario, político y económico», dijo el militar retirado.

Sin embargo, «basta prender el televisor para ver que aún continuamos en el mundo renunciando a las escasas pretensiones de la humanidad, pues son decenas de conflictos los que hay en el mundo queriendo resolver los problemas por medio del flagelo de la guerra», lamentó.

Casi 1.000 muertos dejó el conflicto bélico que comenzó la Junta Militar argentina del general Leopoldo Galtieri (1981-1982) contra el Reino Unido.

Buenos Aires y Londres retomaron sus relaciones diplomáticas en febrero de 1990 en la administración del entonces presidente argentino Carlos Menem (1989-1999).

Hundimiento del General Belgrano

El ataque del submarino nuclear británico Conqueror que hizo naufragar el 2 de mayo de 1992 al crucero argentino General Belgrano y acabó con la vida de 323 soldados constituyó un hecho de guerra pero no un crimen, afirmó Martín Balza.

«Sin lugar a dudas es un hecho de guerra, aunque algunos lo hayan calificado como crimen de guerra», señaló el general retirado.

El crucero de la Armada argentina, «el buque más importante que tenía nuestra flota», estaba fuera de la zona de exclusión que de manera unilateral había demarcado Reino Unido en torno de las australes Islas Malvinas, por lo que se situaba en aguas internacionales cuando fue atacado, indicó Balza.

«El crucero tenía proa hacia el continente, de modo que no era una amenaza para la flota británica», sostuvo.

El general retirado hizo alusión al vicealmirante británico Tim McClement, quien aseguró que durante la Guerra de las Malvinas de 1992 hubo cuatro submarinos nucleares del Reino Unido.

La primera ministra británica Margaret Thatcher (1979-1990) «no podía desconocer la ubicación del submarino Conqueror y hacia dónde se dirigía, porque en ese momento la flota de mar argentina, los barcos de superficie, ni siquiera le disputaban la supremacía marítima al adversario», reflexionó el exjefe del Ejército.

A partir del hundimiento del General Belgrano, «las negociaciones que todavía estaban en marcha se cancelaron, y se agudizó lo que yo creo que la señora Thatcher deseaba: tenía una alicaída gestión y esta guerra la potenció en su accionar político».

En cualquier caso, el Estado argentino nunca reclamó ante la comunidad internacional que el bombardeo del Belgrano fuera un crimen de guerra.

«Crimen de guerra es considerado aquello que se aparta de los usos y hechos de la guerra, como cuando en la II Guerra Mundial, submarinos alemanes atacaron buques mercantes argentinos que no estaban participando en las operaciones», ejemplificó.

Familiares de soldados argentinos que murieron en el ataque al General Belgrano denunciaron a Thatcher ante el Tribunal Internacional de Derechos Humanos de Estrasburgo en 2000, pero los jueces desestimaron el caso.

«La actitud de los familiares es comprensible, han perdido seres queridos, pero otra cosa es la posición de los distintos gobiernos, y desde el regreso de la democracia en 1983, ninguno ha ido a ningún tribunal internacional por este caso», recordó Balza.

Tras reiterar sus respetos por «todos los combatientes británicos y argentinos» que participaron en el conflicto, Balza aseguró que «la guerra no solucionó nada».

«Argentina seguirá reclamando en los foros internacionales algo que es incuestionablemente argentino, y nunca más va a recurrir a la violencia», finalizó.

Violaciones durante la guerra

El militar retirado, que era teniente coronel cuando fue enviado al archipiélago como jefe del Grupo de Artillería 3, negó que en la Guerra de Malvinas el Ejército hubiese cometido violaciones sistemáticas de derechos humanos contra sus soldados.

Una causa judicial abierta en 2007 en la austral provincia de Tierra del Fuego investiga la comisión de crímenes de lesa humanidad por parte de 95 exmilitares que habrían torturado a soldados conscriptos que estaban bajo su mando.

Tras escuchar a 120 víctimas, el juez responsable del caso, Federico Calvete, ordenó en diciembre pasado la declaración indagatoria de 18 exjefes militares acusados de estaqueamientos y vejámenes contra sus subordinados, quienes en plena batalla fueron enterrados en el suelo o imposibilitados de correr, según los testimonios.

«Le respondo por mi unidad y por otras de las que tuve conocimiento: no me consta ningún trato que hubiese podido afectar la disciplina militar, ni supe de la comisión de un delito tan agraviante», dijo Balza.

El general retirado admitió la gravedad de que un superior hubiese abusado de su autoridad contra un soldado durante el conflicto en el Atlántico Sur.

«He sido jefe del Ejército más de ocho años, desde fines de 19991 hasta el fin del siglo pasado, y nunca recibí una denuncia de ese tipo», señaló.

En la zona de combate «había 14.000 hombres argentinos, y en toda guerra pueden ocurrir actos delictivos, pero es inadmisible que fueran cometidos por oficiales o suboficiales», sostuvo.

Balza no descartó que, «de forma puntual y aislada», hubiesen podido ocurrir violaciones a la disciplina militar, lo que constituye un delito.

«Esos casos tendrían que haber sido sancionados con todo el rigor que corresponde en ese momento o inmediatamente después del conflicto», consideró.

De hecho, «no sé por qué se demoraron en hacer las denuncias más de 25 años, pero no niego que no se hayan cometido hechos puntuales que en ese caso debían haber sido juzgados por el Código de Justicia Militar», añadió.

Balza relató que tomó conocimiento de las acusaciones cuando trascendieron como noticia en los medios de comunicación hace una década, cuando ya había dejado el mando del Ejército.

«Ahora esas denuncias se están tramitando en la jurisdicción federal, que es la que corresponde», señaló.

El 25 de abril de 1995, Balza apareció en todos los televisores argentinos para pedir perdón en nombre del Ejército por los delitos de lesa humanidad que cometió su fuerza durante la última dictadura militar (1976-1983).

«El mensaje que pronuncié, que tuvo una gran trascendencia nacional e internacional, no porque fuera solo una postura personal, lo cual aisladamente no habría tenido ningún valor, sino porque fue un mensaje institucional del Ejército argentino hacia la sociedad», recordó.

Entidades de derechos humanos estiman que en aquellos años unas 30.000 personas fueron detenidas-desaparecidas y al menos 500 niños y niñas fueron sustraídos a sus padres y entregados a cómplices del terrorismo de Estado.

Por: Ana Delicado Palacios