Por Nicolás Fernández Rivas para La Tercera

 

“Nunca desde la vuelta de la Democracia, la comunidad de inteligencia civil había tenido este grado de intervención por parte de la inteligencia militar como con este Gobierno, hay mucha bronca en las bases del interior del país y las del AMBA”, confió a este medio “un perro viejo” de la AFI, que pasó por todos los procesos de “La Casa” desde 1983.

La movida en la Comunidad de Inteligencia, comenzó con la llegada Silvestre Sivori a la jefatura de la AFI quien además es sobrino del Jefe de Gabinete, Nicolás Caputo. Se trata de un abogado que luego de boyar con expectativas de ocupar lugares importantes del Gobierno de Javier Milei terminó recalando en la central de inteligencia siguiendo directrices de “intervención”.

En la jerga de inteligencia, “intervenir” no es una actuación del Gobierno para solucionar irregularidades u ordenarlas si no dar un golpe interno dentro de la entidad. Dos hombres son claves en ello Guillermo Maximiliano Montenegro, quien sería la pareja de la vicepresidenta Victoria Villarruel, dos militares más especialistas en inteligencia, ambos ligados al más acendrado pensamiento nacionalista ultraliberal, uno de ellos de nombre CG -no se puede mencionar el nombre real para no violar la ley de inteligencia- y por último el “héroe de Malvinas que no fue”, el coronel Celestino Mosteirin, quien sirve como segundo de la AFI, el llamado “Señor 8”.

La intención es de ocupar los puestos más importantes de la secretaría con oficiales, de opaco pasado y avezados en inteligencia militar, un metier muy diferente a la civil. “Dos áreas claves de la AFI, hoy no las manejan agentes argentinos, están bajo ordenes del Mossad, que es el servicio de inteligencia exterior de Israel y el Shin Bet (SB) o Shabak, de interés en los asuntos internos del Estado de Israel, qué hace alguien del SB en la AFI, nadie lo sabe”, agregó la fuente.

No solo se trata de una movida política sino también financiera, la AFI vuelve a ser una caja negra con dinero de uso discrecional y sin ningún tipo de control manejada por personal criado en otra clase de intereses e intenciones, incluso en la gestación de un “Partido Militar”, dentro del Gobierno y a espaldas incluso de Milei.

“Una de dos o desmantelan la inteligencia civil y la reemplazan por el uso ilegal de inteligencia militar en el ámbito civil o habrá una tutela militar que garantice el flujo de fondos para diferentes movidas políticas en las cuales parece estar interesada la vicepresidenta, y lo peor es que ambas opciones son perfectamente compatibles”, sentenciaron.

La llegada de Sívori, fue por lo menos extraña dentro de la compleja lógica de los servicios de inteligencia que conviven dentro del país. El parentesco con el Jefe de Gabinete es un dato clave pero si bien, hombres ligados a su estudio jurídico llegaron también a dependencias de la AFI, su rol es administrativo y su poca experiencia en el área, lo hace permeable a las decisiones que toman algunos de sus aparentes subordinados bajo la doctrina militarista de Villarruel. Una de las directrices, es no “firmar cheques”, ordenes de pago que sostienen la institución. En su prudencia, Sívori, poco ha hecho para revertir está grave situación.

Esto ha generado un gran caos en muchas dependencias de la AFI, bases importantes del interior y del AMBA, que afectan cuestiones de operatividad básica. Las llamadas “Delegaciones”.

“El horno no está para bollos y el clima social está desbordado en lugares críticos, nosotros estamos en las calles y recabamos información de mucha importancia para la seguridad interna del país y a veces falta incluso combustible para los vehículos, hay desmanejos fuertes con los fondos reservados y todo lo está supervisando MG, HM y Celestino Mosteirin”, manifestó la fuente.

Todo esto se retroalimenta además con la fuerte interna entre Vicky Villarruel y Pato Bullrich. La vicepresidenta está vinculada ideológicamente en asuntos militares y es claramente defensora de sectores reaccionarios del militarismo argentino, por otro lado, la ministra de Seguridad es una mujer de la política, dura, firme pero con mucha experiencia en la rosca, es decir, es flexible en su orientación política según el tiempo pasa. “Los intereses son lo único permanente”, aseguraba el fallecido asesor político de Washington Henry Kissinger.

La tensión pasa porque gran parte de la AFI quede en la órbita de Defensa, a través de la Dirección Nacional de Inteligencia Estratégica Militar (DNIEM), objetivo de Villarruel para empoderar a su sector político interno, mientras que la ministra busca que pase a la esfera de Inteligencia Criminal, que está bajo su mando.

Una de las agachadas que se hicieron en los últimos días, fue que la Caja de Retiros, Jubilaciones y Pensiones de la Policía Federal (autárquica pero dependiente del Ministerio de Seguridad) que es la que abona las jubilaciones de todo el personal de inteligencia tanto civil como militar, excluyó de un aumento a más de 1000 oficiales de inteligencia militar retirados (aunque muchos de ellos siguen prestando servicios), lo que generó una tormenta de odio. Finalmente, cobrarán durante enero lo que les correspondía desde diciembre pasado. Una pequeña metida de cola endiablada en esta interna comandada por mujeres.

Para colmo nada es tan sencillo. El sector militar además atraviesa su propia interna, luego de que el presidente Javier Milei hiciera una de las más grandes decapitaciones de jefes desde 1983 pasando a retiro a 23 generales al nominar como N°1 al general de brigada Alberto Presti.

Y nada es inocente tampoco, en este caso también se mezcla política y negocios. El asesoramiento para realizar los cambios en el ámbito militar están relacionados a la figura del brigadier retirado Jorge Antelo, secretario de Estrategia Nacional de la Jefatura de Gabinete, muy cercano a su jefe Nicolás Posse, ligados ambos a Eduardo Eurnekian, quienes muchos sospechan es el verdadero conductor político económico del partido gobernante y sin duda una pieza clave en el armado económico de Milei. En el fondo de la cuestión, está la adquisición de armamento y aviones a EEUU, en desmedro de otros proveedores internacionales, en un jugoso negocio de centenas de millones de dólares del cual ni el Ejercito, ni la Aeronáutica, ni la Armada, piensan quedarse afuera.