Como ya contaron Plácido Grela y Leónidas Ceruti en sus textos de historia  de la región, en las reuniones que se llevaron a cabo en el viejo café “La Bastilla” ubicado en calle Rioja entre Libertad (Sarmiento) y Progreso (Mitre) surgió la iniciativa de conmemorar el primero de Mayo en Rosario, allá por el año 1890.

La Plaza López fue el lugar elegido para la concentración y cerca de mil manifestantes de diferentes gremios, entre los que se encontraban panaderos, ferroviarios, empleados de comercio, picapedreros, metalúrgicos, mayorales y de la Refinería Argentina, marcharon por calles céntricas de la ciudad. La columna tomó por calle Laprida, Mendoza para luego continuar por Buenos Aires hasta la Plaza 25 de Mayo. Diversos oradores, mayoritariamente de corrientes anarquistas y socialistas, expresaron demandas y manifestaron que: “La crisis actual del país a agravado y empeorado en mucho la situación de todas las clases sociales, pero de ninguna manera en grado tan desastrosa como la obrera. En medio de esta situación, el pueblo trabajador de la República Argentina, levanta por primera vez su voz potente compuesta por millones de desheredados, en demanda de la protección legislativa del trabajo de los obreros.”

Muchos de los que participaron al mismo tiempo del acto en Buenos Aires, al día siguiente  se enterarían que les habían descontado su jornal, “por faltar al trabajo”.

Años más tarde, en 1904 y 1905, la represión policial comenzó a cobrarse vidas de los trabajadores que se manifestaban, y el primero de mayo de 1909 los hechos tomaron características de gravedad, al ser atacada por la policía la manifestación que los trabajadores estaban llevando a cabo en Plaza Lorea, provocando 14 muertos y 80 heridos. Las revueltas posteriores duraron una semana llegando hasta la paralización total de la industria y el comercio de Buenos Aires, dando origen a lo que después se conoció como la “Huelga general de la semana de Mayo”. En 1930 el gobierno militar prohibió la manifestación  del primero de mayo, levantándose la prohibición solo un año después, aunque la conmemoración siempre fue resistida y reprimida por los sectores de poder, durante toda la primera mitad del siglo XX.

Ya con los trabajadores habiendo adquirido derechos colectivos añorados por décadas y organizados en sindicatos, el primero de mayo de 1949, en una manifestación multitudinaria, Evita decía: “hoy viene la masa trabajadora argentina no como antes cuando desfilaba ante la indiferencia de los anteriores gobiernos, que no tuvieron, tal vez por inercia, por incapacidad o por falta de humanidad, el deseo ni la voluntad de aunar las fuerzas para tratar de llevar un poco de felicidad a todos los hogares proletarios de la patria.

Luego del derrocamiento del gobierno de Perón, los trabajadores debieron padecer más de una década de persecución con picos de resistencia heroica, como la toma del frigorífico Lisandro de la Torre en 1959. En plena dictadura, con la bota de Onganía sobre sus cabezas, los trabajadores sindicalizados realizan en 1968 el Congreso Normalizador de la CGT, bautizado con el nombre de Amado Olmos, en homenaje al histórico dirigente recientemente fallecido. Ese primero de Mayo, la CGT de los argentinos denunciaba a través de un documento de invalorable contenido histórico: “un millón y medio de desocupados y subempleados, los convenios suprimidos, el derecho de huelga anulado, conquistas pisoteadas, gremios intervenidos, personería suspendidas, salarios congelados”; “nos pidieron que aguantáramos un invierno, hemos aguantado diez, nos exigen que racionalicemos y así vamos perdiendo conquistas que obtuvieron nuestros abuelos”.

A su vez enumeraban que, “los trabajadores auténticos creadores del patrimonio nacional tenemos derecho a intervenir no sólo en la producción sino en la administración de las empresas y la distribución de los bienes; los sectores básicos de la economía pertenecen a la nación, los bancos, el petróleo, la electricidad, la siderurgia y los frigoríficos deben ser nacionalizados; los compromisos financieros firmados a espaldas del pueblo no deben ser reconocidos”.

Al año siguiente en 1969,  se realizaron actos conjuntos en Capital Federal, Rosario, Tucumán, Córdoba y Santa Fe, como antesala del movimiento que gestaría las históricas jornadas del Rosariazo y Cordobazo. Un gran dirigente sindical cordobés de aquella época, hilvanaba frases como; “un sindicato es un grupo de compañeros unidos por el ideal de justica y redención humana, lo demás viene por añadidura” o “en la injusticia por todos compartida está el origen de la resistencia que nos compromete a todos”. Frases y apostillas todas estas, que hurguetean en nuestra historia con el hilo conductor del primero de mayo, que ya cumple 135 años de aquella primera conmemoración.

Hoy con los sueños intactos y en esa constante búsqueda de identidad, los trabajadores seguimos reclamando algunas de todas esas verdades relegadas por intereses mezquinos, que mutan con el correr de los años en su apariencia  estética, pero que siguen escondiendo el mismo flagelo. La muerte de dos niños en talleres textiles clandestinos en Capital Federal, sucedida en estos días, es un mazazo de la realidad que debería terminar de despertarnos.