Las autoridades brasileñas confirmaron este lunes la muerte de 56 personas en un sangriento motín entre dos facciones criminales en una cárcel de Manaos, la capital de Amazonas (norte), y buscan a 144 presos que se fugaron de ese centro y otra prisión contigua.

«Los presos fueron muertos por los propios internos, en un enfrentamiento de extrema violencia» que empezó el domingo en la tarde y duró cerca de 15 horas, informó la Secretaría de Seguridad de Amazonas, que revisó a la baja los 60 muertos reportados inicialmente, varios de ellos decapitados.

El episodio ocurrió en el Complejo Penitenciario Anisio Jobim (Compaj), en una zona periférica de Manaos, motivado por un choque entre dos facciones criminales: el Primer Comando de la Capital (PCC), originario de Sao Paulo, y el grupo local Familia del Norte (FDN).

«Es la mayor matanza cometida en una prisión de la Amazonía», afirmó el secretario de Seguridad Pública estatal, Sergio Fontes, quien aseguró que los grupos de narcotraficantes se disputan dinero y territorio.

«Muchos fueron decapitados» para enviar un mensaje a sus enemigos, añadió el funcionario. Las autoridades lograron salvar la vida de otros 12 rehenes.

Este motín es uno de los mayores registrados en los últimos años en Brasil, después de la sonada masacre en 1992 en la cárcel de Carandiru, en Sao Paulo, que acabó con 111 presos muertos.

Familiares de los internos se agolparon el lunes en la puerta del presidio a la espera de noticias de las autoridades, que ya iniciaron los procesos para identificar los cuerpos.

Entretanto, la Secretaría de Seguridad de Amazonas informó en la noche que 112 presos del Compaj y 72 internos del contiguo Instituto Penal Antonio Trindade (Ipat) se fugaron, y sólo 40 de ellos fueron recapturados.

Hasta el momento se tienen pocos detalles de los incidentes. El gobierno de Amazonas sólo había dicho que los presos del Ipat –a 1,6 km del Compaj– se escaparon una hora antes de que comenzara el motín en la cárcel vecina, en un hecho que no se sabía si tenía conexión con la matanza.

En paralelo, este lunes hubo un intento de rebelión en el Ipat y otro intento de fuga en un centro de detención provisional masculino de Manaos, pero las autoridades aseguraron que ambos episodios ya fueron controlados.

 

– Hacinamiento y falta de control –

 

«La disputa entre facciones criminales ocurre en todo Brasil, en todas las unidades penitenciarias», subrayó en rueda de prensa Pedro Florencio, secretario de Administración Penitenciaria del estado de Amazonas.

En octubre pasado, 25 presos murieron en una cárcel de Roraima, limítrofe con Venezuela, por un enfrentamiento entre el PCC y el Comando Vermelho (CV, originario de Rio de Janeiro), las dos mayores facciones del crimen organizado en Brasil.

«Aquí en Amazonas existen dos organizaciones, el PCC y la FDN, y ayer [por domingo] estalló una venganza por parte de esta última» contra miembros del PCC, señaló Florencio.

El ministro de Justicia de Brasil, Alexandre de Moraes, de quien dependen las prisiones, viajó el lunes a Manaos para reunirse con las autoridades locales.

«El problema empieza por la superpoblación carcelaria», consideró Marcos Fuchs, director adjunto de la ONG de Derechos Humanos Conectas, que tiene un área dedicada a vigilar los derechos humanos en las cárceles brasileñas.

Las cárceles del estado de Amazonas, que tiene una población carcelaria superior a los 8.800 individuos, albergan 2,59 presos por cada lugar disponible.

«Cuando colocas en una misma unidad penitenciaria (a reos de) dos facciones rivales, el Estado no tiene control alguno de lo que ocurre allí dentro y quien comanda es el crimen organizado», afirmó Fuchs en entrevista con la AFP.

Abogado especialista en derechos humanos, Fuchs explica que las disputas externas por el control del narcotráfico acaban saldándose dentro de las prisiones, donde los internos se encuentran hacinados.

Brasil tiene la cuarta mayor población penal del mundo, por detrás de Estados Unidos, China y Rusia.

De acuerdo con un estudio del Ministerio de Justicia, que detalla que la mayoría de los presos son jóvenes negros, la población carcelaria era de 622.000 personas a fines de 2014.

Para enfrentar la superpoblación en las cárceles, el gigante sudamericano debería aumentar en 50% el número de plazas en las penitenciarias.