Por Federico Vega

Sandra Rodríguez, esposa de Carlos Fuentealba, visitó este miércoles en Rosario la escuela que lleva el nombre del maestro asesinado en 2007 cuando reclamaba mejores condiciones de trabajo en la provincia de Neuquén.

Hoy, nueve años después de aquella jornada fatídica en la que el maestro fue víctima de la violencia policial y de un gobierno provincial que no respondió a los reiterados pedidos de audiencia hechos por los docentes y optó por el camino de la brutalidad, el pedido de justicia es la bandera que sostiene y acompaña a Sandra y su familia.

En una jornada cargada de emoción, alumnos, padres, docentes del establecimiento y de otras escuelas junto a dirigentes sindicales escucharon y acompañaron atentamente el testimonio de Sandra Rodríguez, también maestra de grado.

La actividad fue organizada por Amsafe con la presencia de dirigentes de la Asociación de Trabajadores de la Educación de Neuquén (ATEN) en la Escuela Nº 569 de la calle Riobamba al 7700. La mañana fue el espacio para una clase distinta, una clase abierta que tuvo como principal tema un testimonio de vida que conmovió a todos los presentes.

El motivo del encuentro y de la visita fue la presentación de un documental, realizado por el sindicato docente provincial, que relata el proceso de elección del nombre «Carlos Fuentealba» para la escuela secundaria del barrio Santa Lucía, en la zona oeste de Rosario.

Sandra Rodríguez, en diálogo con Conclusión, resaltó la convocatoria, la historia y el símbolo que representa el maestro Carlos Fuentealba, quien fuese su colega, compañero y el padre de sus dos hijas.

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—¿Cuál es la sensación de ver el nombre de Carlos Fuentealba en esta escuela, como en tantas otras en el país?

—Tanto para Carla y Ariadna Fuentealba, nuestras hijas, la imposición de su nombre en las escuelas, en bibliotecas, en murales, en jardines de infantes es un honor. Que el nombre de él sea recordado y asociado a la defensa de la escuela pública es muy importante para nosotros. Esto creo hay que enmarcarlo en la lucha social y sindical que iniciamos hace ya 9 años junto a mi familia por justicia completa. Y que después de tantos años que la escuela que lleva su nombre nos invite, significa reconocer toda la valoración y el legado pedagógico y de lucha para todo el país que dejó, desde la zona oeste de Neuquén donde trabajó sus años como profesor de química y matemática. En una escuela vespertina trabajaba, donde tenía alumnos de su edad, que optaban entre ir a trabajar o terminar la escuela para cumplir con la contraparte de planes del gobierno. Carlos en ese contexto proveía herramientas tanto humanas como pedagógicas para demostrarles que podían cambiar su vida y él se ponía como ejemplo, les contaba que venía del campo, que su madre era semianalfabeta y que si él había podido todos podían salir adelante, porque todos somos iguales les decía, él estaba comprometido con eso.

—¿Cuál es la importancia de la memoria para llegar a la justicia en casos como el que te tocó sufrir?

—Sin duda estos actos de imposición como el nombre de Carlos, como en estos proyectos de memoria que toman el nombre de compañeros desaparecidos, de la Madres de Plaza de Mayo, estos nombres son el símbolo de  la memoria histórica y de la memoria activa. Memoria activa significa seguir defendiendo esos derechos que fueron vulnerados, sobre todo el más importante, el derecho a la vida, y como ahora nosotros estamos peleando por el derecho a la protesta social. Por eso estuvo Carlos en Arroyito (NdR: zona cercana a Neuquén donde se llevaba a cabo la protesta) junto con 800 maestros para reclamar ante una situación que fue muy difícil, muy decadente y desigual sufrida por nuestras escuelas y por los maestros. Lo que pasó con Carlos, yo siempre dije que revivió el dolor de Pocho Leprati, nosotros vivimos lo que pasó con Kostequi y Santillán y más allá de las diferencias y ser militantes sociales eran militantes por la vida. Nosotros vivimos todo eso y por eso nos preocupa mucho el protocolo de la ministra (Patricia) Bullrich, porque está habilitando la represión. Creemos que a una fuerza que no está preparada para actuar bajo los parámetros de la denominada seguridad democrática. Carlos murió producto de una granada lacrimógena lanzada por un policía a menos de dos metros y cuando la marcha se dispersaba, por eso tenemos que tener protocolos que regulen, que condicionen el accionar. No puede ser que allá efectivos sin identificarse, porque después suceden estas cosas terribles como es la muerte de una persona y ya es tarde. Después lo que queda es pelear para que la justicia avance y eso cuesta mucho. Nosotros en este momento estamos luchando en la causa Fuentealba para que las responsabilidades no terminen en el autor material, sino alcance a los funcionarios que planearon esto, porque siempre la decisión de reprimir es política y así pasó, el 4 de abril del 2007.

—¿Qué aspecto te gustaría que perdurara de Carlos?

—Cuando sucedió lo de Carlos, Alfredo Alcón dijo una cosa muy linda en un video que se hizo. Carlos era un químico, un científico, que después se recibió de maestro, por eso decía Alcón que combinaba muchas cosas de la sociedad, de la humanidad, le daba una combinación para que los alumnos o el ser humano en general mejor, pudiera tener la igualdad de los derechos en todos los sentidos. Él era principalmente un gran humanista. Era fundamentalmente un gran trabajador, era un obrero que trabajó en las jugueras, fue un empleado de comercio y siempre intentó que los trabajadores tuvieran sus derechos, que se organizaran, que pelearan por eso. Por eso que fuera asesinado como maestro es una circunstancia pienso a veces. Carlos Fuentealba era muy protector, era un gran padre, era un tipo bueno, de campo, alguien que sabía disfrutar de las cosas sencillas de la vida, de las cosas chicas, era sabio en la sencillez nada más, así quiero que se lo recuerde.

Durante el acto junto a los alumnos y docentes presentes Sandra Rodríguez se dirige a los alumnos y les cuenta quién era ese hombre que con su rostro les da la bienvenida en el cartel de la escuela. Los docentes que conocen la historia se conmueven por la cercanía del relato, porque allí está una colega que sufre su perdida personal; los jóvenes alumnos pasan del bullicio y la dispersión al silencio y se nota en sus rostros también el interés, el respeto y cariño frente a esa maestra. Termina el relato y el aplauso quiere abrazar a quien vino a la escuela a contar quién era Fuentealba, los chicos se acercan y esa maestra muestra el afecto que tiene para ellos, los abraza, se detiene cada uno que quiere decirle algo, abrazarla, los mira con cariño y después se sacan fotos con ella porque ahora la conocen y saben quién es el hombre que dio su nombre a la escuela que los recibe a diario y lo sienten ahora más cerca.

«Nos conmovió ver y escuchar a una maestra transformar su historia de vida en una clase. Hoy Sandra dio clases en la escuela que lleva el nombre de su compañero. Y conmovió la devolución de los pibes, que en un principio reaccionaron como todo aquel que se siente invadido pero luego de escucharla, no se querían despegar de ella. Vi a mas de una compañera, con mas de mil batallas encima, conmoverse hasta las lágrimas con el video que cuenta la historia que nace en el Barrio Santa Lucía, en la escuela secundaria, a partir del asesinato de tu esposo. Estoy orgulloso de haber estado hoy escuchándote dar clases», dijo Higinio Chimenti, un maestro de Cabin 9, que conoce de luchas docentes y se acercó a compartir la «clase» que brindó Sandra Rodríguez.

Fotos: Anabel Tusman y Amsafe.