Por Florencia Vizzi 

El alma de las ciudades se constituye con diversos compendios, escenarios y circunstancias, universos, propios y paralelos, charly_marionetas2_fvizzique decantan en un latido común, una suerte de sedimento colectivo, que recorre las venas de sus calles y los íntimos estratos de su gente. Son sus paisajes, sus colores, sus luces y sombras, los dolores, que padece y ha padecido. El espíritu de cada uno de sus barrios, las contradicciones y resentimientos, y sus clásicos personajes, hijos de la propia poesía ciudadana, que la definen.

Rosario tiene de todo ello en grandes proporciones, determinados bares y esquinas en que lo bello y lo tétrico confluyen por igual, el río, la noche, una cierta nostalgia bucólica, y algunos hijos que la transforman irremediablemente por acción u omisión. Los rosarinos se llenan la boca con esos hijos, con esos nombres, que resuenan entre la fama y la bohemia, los cantantes y actores famosos, el público más exigente, los jugadores de fútbol, los rebeldes sin nombre, los poetas de las paredes, los artistas callejeros…

Las peatonales de la ciudad, probablemente, no sería las mismas sin los personajes que la pueblan, los verdaderos artífices de la esencia cotidiana. Uno de ellos destaca, por la forzosa fascinación que provoca con su número clásico y su inseparable compañero, el pequeño Fabricio.

Fabricio vive en un bolso, y se despierta cada vez que Charly, “el marionetista de la peatonal” desliza el cierre, y mueve con la precisión del prestidigitador, los hilos que lo vuelven a la vida. Entonces Fabricio, el mono pianista hace de las suyas, se sienta al piano, inspirado, juega con un camión de plástico, lee desaprensivamente, y llora ante una gorra que no siempre está tan llena como quisiera.

charly_marionetas5_fvizziEl personaje es Carlos Ramón Escobar, tiene 34 años, es actor y ya hace siete años que transita las calles de la ciudad y de América Latina, dándole vida a Fabricio, aunque tal vez, sea precisamente al revés.

Los fines de semana, los feriados, y  a veces entre semana también, Charly llega a la peatonal , abre su valija, acomoda con precisión cada uno de los elementos necesarios para el número, y, al compás de la música, comienza la magia.

“La calle tiene lo suyo- confiesa- a veces es más fácil, pero también es muy difícil. Estás muy expuesto, el “qué dirán” existe. Hay gente que te ve mal, incluso al que le gusta lo que uno hace, a veces te mira de reojo. Para muchos, no sos más que un vago, tienen ganas de decirte ‘andá a laburar’. A veces, se piensan que hasta vivo en la calle. Pero también te da muchas cosas. Te conoce todo el mundo. Yo me muevo tranquilo, voy a todos lados. Y hasta los más malandras, te respetan”.

— ¿Por qué elegiste este camino?

— Quería salir de la fábrica. Yo soy un loco muy pobre, de barrio, vengo muy de abajo. Trabajaba en una metalúrgica, y quería salir de ahí y dedicarme a lo mío, dedicarme al arte.

El secreto mejor guardado de Fabricio

Charly cuenta que “el mono pianista es el número más popular”, y con él ha recorrido kilómetros. Ecuador, Perú y Colombia entre otros. Siemcharly_marionetas3_fvizzipre en la calle, el monito fascina por igual, “porque es tierno, simpático, hace reir”, explica.

“Además, agrega, me permite viajar liviano, un bolso, la valija y basta. Tengo otros personajes, pero para hacer gira y estar en la calle, hay que andar con pocas cosas”

— ¿Por qué pensás que Fabricio se convirtió en la estrella?

— Charly toma su cortado, levanta la mirada y respira. Después, con gesto confidente, se acerca a quien escribe y, bajando apenas la voz, contesta: bueno, a ver, la verdad es ésta… ésta es ´la posta´ de lo que pasó. Yo arranqué con un personaje de Ray Charles. Había construido un Ray Charles y un piano, y de la nada, un día aparezco en la peatonal con este número. Entonces, yo tenía este personaje negrito, que tocaba el piano. Y a todo el mundo le encantaba el número. Empecé a ir a la peatonal, casi todos los días, y la gente se acercaba y decía: ‘el monito, el monito, mirá el monito, que lindo el monito’, porque el personaje era negro, con el pelo blanco y los lentes negros. Pero la gente, chicos y grandes, le decían el monito, y dale con el monito, pero nada que ver, ¿eh? Nada que ver… Entonces la gente me empezó a confundir con otro marionetista…

Anecdota 
charly_marionetas7_fvizzi

Una tarde, en pleno verano, cerca de las siete, yo había estado trabajando en Córdoba y Sarmiento, y ya estaba terminando el día.  Estaba arrodillado, guardando las cosas, y siento unos pasos que se frenan al lado mío, y cuando miro para arriba, estaba, parado junto a mí, Rubén Orsini. Y el tipo me dice: “¿loco, es verdad que vos tenés un mono que toca el piano?  ¡Imaginate la situación! Y bueno, el tipo era Rubén Orsini, ¡que me estaba hablado a mi!… él no habla mucho con nadie, es bastante seco, es un tipo que tiene su ego. Entonces yo, con tal de pelearlo, y de aburrido que estaba, le digo: “sí, ¿y qué?”

La verdad es que él no había visto mi marioneta, la figura con la que yo estaba trabajando, pero voy y le digo que sí, para hacerlo enojar no más. Entonces el tipo me dice, ese número es mío, vos no podés tener un número con un mono que toca el piano, porque eso lo hago yo, desde hace doce años que vengo laburando con ese número’.

Charly continúa con su relato, ahora con otro tono, un tono en el que crece el orgullo y la picardía:

— Yo hacía sólo un que estaba haciendo esto, y  la verdad es que el número era un éxito, fue un boom en la peatonal,  desde el principio, y entonces me agrandé, y yo le seguía diciendo ‘si y qué, ¿por qué  no voy a poder tener yo un mono también?

Charly sonríe, y deja entrever que a partir de ese momento algo cambió para él, lo cuenta con el deleite con que se narran ciertas maldades inocentes:

“Y la verdad es que para mí fue un placer,  un honor y un placer, que ese tipo venga a cuestionarme, porque lo que yo pensaba era ‘si le molestó, es porque estoy haciendo algo bueno’. Y que venga ese tipo, que es un ‘groso’, y que mis amigos y familiares me traían recortes de diarios y revistas que hablaban de Orsini, que haya venido a fijarse en lo que yo hacía, en mí justamente… yo soy un tipo muy pobre, vengo de familia muy pobre, yo vivía en el barrio Coronel Aguirre, de Villa Gobernador Gálvez, un barrio muy humilde …Entonces, empecé a darme cuenta de que estaba haciendo algo muy bien”

— Bueno, pasó esto, y vos no tenías ese personaje, ¿Entonces? ¿fuiste e hiciste el mono?

— Y bueno, cuando pasó esto, la gente amiga que se enteró, empezaron a traerme fotos de Orsini, notas de Orsini, recortes de Orsini… ¡no sé si lo hacían porque me querían o porque me estaban psicopateando! Pero la cosa es que agarré una foto de del tipo, la pegué en la pared y empecé a trabajar… estaba ahí, solo en mi rancho, un ranchito de cuatro por cuatro, colgado de la luz porque no tenía una moneda para pagar, no tenía nada, nada  para perder… agarré aserrín, masa, y empecé a laburar, y así nació Fabricio.

charly_marionetas4_fvizzi— Entonces, ¿fue bueno eso para vos, no?

— En ese momento sí, fue muy bueno,  ese interés que el tipo demostró en mí fue como un empujón. Hay un dicho, que usaba el Che Guevara en la guerrilla, que dice «nunca presiones al enemigo, porque se convierte en un arma peligrosa». El hombre me vino a presionar, y  yo pobre, sin nada, lo único que tenía era mi arte. Listo, usemos el arte entonces. Si él no hubiera venido ese día, en el 2009, tal vez ahora estaría haciendo otra cosa.

Jugar como un niño: el origen y el futuro

«Mis padres vinieron del norte a fines de los 80, a buscar cómo sobrevivir porque ellos trabajaban en las cosechas del campo. Y después aquí, mi viejo siempre trabajó en fábricas, frigoríficos, siempre vivimos en barrios muy pobres… se hacía lo que se podía. Yo tenía ese destino también, pero me abrió la cabeza el arte. Trabajé en metalúrgicas muchos años, pero yo siempre quise ser actor. Un día me cansé, me di cuenta de que no podía más, renuncié, y me vine a trabajar en la calle».

En diferentes ocasiones, el artista remarca que no está cerrado a nada. Cuenta que de chico «miraba la tele y quería ser actor, y no lo descarto, ¿eh? Hice teatro mucho tiempo. Y ahora estoy con Los Cuentos de la Buena Pipa, soy el presentador de la banda. Tengo todo un número clásico, y gusta mucho… Así que, no descarto nada… por ahí un día me llaman de Polka o de Ideas del Sur…»

charly_marionetas6_fvizzi— ¿Como es la vida para el artista callejero?

-Son diez días que hay plata en la calle, del 5 al 15, y después hay que salir a batallarla. Si llueve muy seguido, se complica, hay que salir a pedir fiado en el almacén.

— ¿Cómo es el proceso de construcción de un personaje?

— La cosa está en los detalles sobre todo, en los pequeños trucos… la gente se sorprende cuando el muñeco hace determinados gestos, o cuando interactúa con los objetos, cuando agarra un libro y lo empieza a leer… Yo practico mucho frente al espejo. Es como jugar, me pongo a jugar, como un niño, pero frente al espejo. Si yo me fascino con lo que veo, sé que le va a pasar lo mismo.

— Tenes varios personajes, ¿primero armás el muñeco y después pensás el número, o es todo al mismo tiempo?

— No, primero voy haciendo el personaje, con masilla epoxi, o aserrín y cola… lo hago, y una vez que ya está listo, empiezo a jugar y ponerle el alma. Por ejemplo, ahora estoy terminando un «mini Charly», un muñeco de mi mismo… lo construí con ayuda de un escultor para que la cara salga parecida… y ahora estoy en la etapa de ir pensando toda las escena… pero tal vez me gustaría empezar a hacer todo esto en sala… ese es mi proyecto futuro, dar el salto y hacer un buen show en sala.

Charly habla un rato más, sobre el teatro y las marionetas, sobre Los Arana, sus referentes en el rubro, y sobre el día que pergeñó un posible duelo de marionetas «Charly versus Orsini», que nunca llegó a concretarse.

«Para los tipos como yo no es fácil. Cuando empecé a estudiar teatro, yo me daba cuenta que no venía del mismo palo que charly_marionetas1_fvizziel resto… como decirlo…un pibe de barrio, un laburante, no fue fácil, cada vez que iba a las clases me fijaba en la forma en que yo hablaba y como hablaban los otros, pensaba que me iban a mirar de costado… entonces la tuve que pilotear también.  Empecé a armar un personaje cada vez que iba, tuve que construir un personaje de mí mismo para poder acomodarme».

Terminados el café y las preguntas, Charly se despide. Se aleja, con el bolso en una mano y la valija en la otra. Camina algunas cuadras saludando a todos los que pasan. Luego se detiene, abre la valija, acomoda los elementos, desliza el cierre del bolso… y la magia comienza.