Por Alejandra Ojeda Garnero

«El revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”. La frase la plasmó Che Guevara en su libro ‘El socialismo y el hombre nuevo’ en 1965.

Fiel a sus ideales y con la coherencia que lo caracterizó durante su corta e intensa vida Ernesto «Che» Guevara murió como vivió. Mantuvo firmes sus convicciones y fue incorruptible hasta el último segundo de su vida.

La historia siempre tiene dos versiones. El Che generó amor y odio. El mundo se partió en dos. Su temprana partida, generó el nacimiento del mito. Se convirtió para los más débiles y vulnerables en la figura que los representa. Para los poderosos fue el asesino más grande y despiadado de la historia del mundo. A pesar de las controversias su imagen, pero sobre todo sus convicciones seguirán vivas en quienes se embanderen tras sus ideales.

Conocer la verdad de la historia implica recorrer los lugares que recorrió el Che, hablar con sus compañeros de lucha, con el pueblo cubano, con quienes compartieron con él los momentos más crudos y decisivos de la revolución cubana, antes y después de su triunfo el 1 de enero de 1959.

Hablar con Arístides Rondón Velázquez, es sumamente placentero, por la pasión que transmite con sus palabras, por su cadencia, por su conocimiento y por conocer de cerca al verdadero Che. No podemos dejar de mencionar los sabrosos mates que comparte en su Casa del Mate, en Santa Clara con todos los argentinos que lo visitan.

Desde allí contó algunos detalles que lo muestran al Che en toda su dimensión. “Como revolucionario fue el hombre más justo”, aseguró Arístides para graficar cómo fue la conducta del Che en la Revolución Cubana.

Durante los años de la dictadura batistiana que comprendió desde el año 1952 al 1958 se produjeron miles de asesinatos de prisioneros que combatían aquella nefasta dictadura. También hubo miles de torturados que pudieron salvar la vida gracias a  gestiones ante altos personajes del régimen, por denuncias de la prensa e, incluso, por conveniencias de la dictadura, entre otros motivos.

Al triunfar la Revolución Cubana el 1 de enero de 1959 la mayor parte de los máximos responsables de esos desmanes pudo huir al exterior y burlar la justicia, en Cuba fueron capturados miles de  torturadores y asesinos que cometieron las más horrendas salvajadas.

En La Habana fueron detenidas 3.000  personas  y conducidas a La Cabaña donde Ernesto Guevara, su  Jefe Militar, recibió la orden de realizar los juicios. Fue la única provincia donde se realizó de esta manera, en el resto del país se constituyeron Tribunales Revolucionarios a nivel de municipios. El Argentino encargó al doctor Miguel Ángel Duque de Estrada Ramos  la organización de los juicios.

Ante la confusión reinante debido a la gran cantidad de detenidos fue creada por órdenes del Che, el 8 de enero de 1959, la Comisión Depuradora e Investigadora de La Cabaña, la cual determinó que de esos detenidos sólo 777 fueran procesados porque como resultado de las investigaciones realizadas, bajo la supervisión del Che, se detectaron  muchas  falsas acusaciones, incluido un ajuste de cuentas. Un familiar de Arístides, Nelson Velázquez Santisteban, era miembro de esa Comisión y le brindó todos estos detalles. En ese proceso no hubo anarquía: el Che estaba allí.

Esos 777 detenidos fueron juzgados en virtud de leyes  anteriores  a 1959  y los acusados tuvieron todas las garantías  procesales que no tuvieron los desafortunados detenidos de Batista.

El 1 de febrero de 1959 empezaron los juicios en La Cabaña que se extendieron por 146 días, celebraron 346 consejos de guerra en 43 de los cuales fueron condenados a la pena capital 77 acusados, todos apelaron ante el Consejo Superior de Guerra que celebró 37 sesiones, 7 de la cuales fueron presididas por el Che.

Como resultado de esas apelaciones 26 sanciones fueron modificadas y 51 ratificadas. Los que vivimos los horrores de la dictadura batistiana, quien  como yo con 13 años fue testigo del luto producido en Holguín en  diciembre de 1957 en la llamadas Pascuas Sangrientas cuando fuerzas al mando del Coronel Fermín Cowley  asesinaron más de 20 hombres no podía sorprenderle esa justicia revolucionaria.

En los primeros meses de 1959 yo vendía periódicos en Holguín, recuerdo que para vender mi mercancía una mañana voceaba la siguiente noticia: Norte con el que clavaba clavos en la cabeza de los revolucionarios. El hecho se había producido en Santiago de Cuba, yo estaba en Holguín en donde se editaba Norte, hace décadas de ese hecho que tengo impreso en mi memoria.

Hubo que fusilar a aquellos asesinos porque de otra forma se habría podido producir una Noche de San Bartolomé. Si en La Cabaña sólo hubo 51 ejecuciones como resultado de una investigación seria y desprejuiciada, fue porque allí estaba el Che, el que se había preparado para salvar vidas, no para cercenarlas, pero también para hacer justicia. Sin venganza.

El médico argentino en 1959 recibió quizás la más delicada misión de esos días. Me alegra que fuera el Che, otro no habría sido tan ecuánime en los análisis, tan justo. Él sabía que los fusilamientos eran imprescindibles, pero firmó las sentencias sólo de los esbirros que enlutaron a Cuba. A veces leo que se le acusa de asesino. Es injusto. Fue a la guerra consciente de que allí se muere o se mata. No hay otras opciones.

La verdad es esta: 3 000 detenidos, sólo 777 procesados, 77 condenados a muerte de los cuales sólo fueron ajusticiados 51, luego de las apelaciones.

No acostumbro especular pero a estas alturas me tomo la libertad de hacerlo: es una suerte que  fuera el Argentino el que dirigiera este proceso por sus excepcionales cualidades humanas. Quien sabe lo que habría ocurrido con esos 3.000 hombres si el Jefe del Departamento Militar de La Cabaña hubiera sido uno de los barbudos al que le había asesinado un familiar o toda la familia”.

Claro que aquí sólo hay un recuerdo de lo que sucedía hace más de 60 años, el Che no necesita defensa alguna. Está liberado por la historia. Estas notas son, sobre todo, para los que sólo escuchan una de las dos partes: los que demonizan. Los que sabemos de su sensibilidad y ética somos conscientes de que al Che hay que rendirle homenaje cada día.

Che fue hecho prisionero el 8 de octubre y sus captores lo asesinaron al siguiente día. Conmemoramos el dramático suceso este día porque esa fue la fecha que se dio entonces, más tarde conocimos los detalles. El no tuvo el privilegio de los enemigos que cayeron en su poder.

En la foto se aprecia al hijo de Elizardo Necolardes Rojas jugando con las calaveras tomadas de la colección que tenía su padre en su casa. Este señor era jefe de los Tigres de Masferrer en Manzanillo, un Ejército Particular al servicio de la dictadura.

Esa foto fue tomada de una prestigiosa revista cubana: Bohemia correspondiente al 1 de febrero de 1959.

Al conmemorarse 50 años del vil asesinato del Che lo recordamos en toda su grandeza en días muy difíciles para Nuestra América y el mundo porque un loco poderoso anda suelto y escasean los Gigantes como Che.

 

 

 

 

 

Che Guevara: una presencia inalterable colmada de amor