El inminente acuerdo de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC marca «el final de la lucha armada en el continente, que empezó con el asalto al cuartel de Moncada», en Cuba, afirmó Joaquín Villalobos, ex dirigente del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) salvadoreño y actual asesor del presidente colombiano, Juan Manuel Santos.

«Este es el fin de las guerrillas en América latina; lo que queda es residual, algo en Paraguay, México, Perú y nada más; pero ésta es la más importante y la firma del cese del fuego en Cuba es el final de la lucha armada en el continente, que empezó con el asalto al cuartel Moncada; es muy simbólico: son 63 años de lucha armada», destacó Villalobos en una entrevista con Télam.

Como miembro de la guerrilla salvadoreña, Villalobos fue firmante de los acuerdos de paz de 1992 y luego inició un derrotero que lo alejó de la insurgencia y lo llevó a formarse en Oxford, integrar el Diálogo Interamericano en Estados Unidos, asesorar a los gobiernos de Vicente Fox, Ernesto Zedillo y Felipe Calderón en México y, más tarde, a hacer lo mismo en materia de pacificación y seguridad con las administraciones colombianas de Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Santos.

De paso por Buenos Aires invitado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el especialista juzgó que aunque el camino hacia la paz en Colombia era «irreversible desde hacía rato», el punto clave ahora es que las FARC «ponen las armas sobre la mesa de negociación, porque eso define la credibilidad en el proceso».

«Los que cuestionan las negociaciones podían decir que se hablaba de cualquier cosa o que venía la impunidad, pero ahora las FARC ponen fecha a la entrega de las armas, con un plan, con lugares de concentración; el impacto de eso en su base hace irreversible el desenlace», remarcó, y subrayó especialmente «el riesgo muy grande» que corrió Santos «al poner en el centro del debate la pacificación de Colombia».

Con todo, advirtió que para el Ejecutivo, el conflicto interno había llegado a «una fase que se volvía lenta, porque venía una guerra en el territorio de las FARC».

«La guerrilla tuvo un proceso de expansión y presencia; empujarlos hacia sus bastiones fue relativamente rápido y no tan complicado, para decirlo de alguna manera, pero en la etapa que venía, que es en la ruralidad más profunda, los que creen que se podía lograr una victoria militar no están entendiendo como es esa etapa, que puede ser lenta y sangrienta», evaluó.

Del lado de los insurgentes, Villalobos consideró que «ya no tienen opción, porque en esa lucha sus integrantes iban a terminar derrotados o convertidos en bandidos», y dejó claro que aunque «las FARC no son las mayores generadoras de violencia en el país en este momento» aunque son «el actor más organizado de la violencia, porque constituyen un ejército bien armado, con estructura, con comando y control».

Entre las razones que también empujaron a la organización a abrir negociaciones, Villalobos citó el hecho de que la izquierda gobernó en muchos países de la región y «las guerrillas aparecen como los patitos feos, como los que estorban», y basó en esa evaluación el hecho de que «Cuba haya jugado un papel tan importante en esto».

«Las FARC necesitan entrar en el sistema, aunque no lo digan de ese modo», remarcó.

Consideró escasas las similitudes entre el proceso en El Salvador, que terminó en 1992, y éste de Colombia, «primero, por la relación de fuerzas, porque las FARC son una guerrilla debilitada, arrinconada, que tenía más de 20.000 hombres y fue la insurgencia más grande del continente en términos numéricos desde la Revolución Mexicana, pero hoy firma con unos 7.000 o algo más».

«Nosotros firmamos la paz con 10.000 hombres, Fidel (Castro) triunfa con 3.000, los sandinistas con un número similar (en Nicaragua), la guerrilla en Perú nunca tuvo ese tamaño, pero hoy las FARC firman con menos, y la verdad es que tuvieron cantidad de deserciones», reseñó.

Según Villalobos, las FARC «usaron mucho la intimidación como forma de reclutamiento y control, y esa es una señal negativa».

«En términos ideales, una guerrilla necesita tener la simpatía del pueblo, pero en la medida que va perdiendo eso y debe recurrir al terror, quiere decir que está en fase de debilitamiento», expresó.

Rechazó, además, la idea «absurda» de que los acuerdos de paz puedan significar que «las FARC llegan al gobierno, como dijo Uribe», ahora senador y férreo crítico de las conversaciones.

«En El Salvador, la guerrilla ganó con su estructura de mando prácticamente intacta, una correlación de fuerzas que ya la tenía en la capital, armamento en manos de sus combatientes y armas de reserva, dominando algo más de la tercera parte del país; en esas condiciones firma: depura la Policía, depura el Ejército, cambia la Constitución, logra más poder para la justicia, transforma el sistema electoral, y, sin embargo, le tomó 20 años convertirse en un agente electoral competitivo», relató.

Y amplió: «al FMLN la guerra le duró 10 años, pero le tomó el doble de tiempo su transformación para volverse competente en lo electoral; si tomamos eso, y pensamos que a una guerrilla le toma el doble de tiempo de combate ser una opción, a las FARC le va a durar un siglo».

Según Villalobos, es «inevitable que las guerrillas «se corran a la centroizquierda»

Joaquín Villalobos juzgó “inevitable” que las organizaciones guerrilleras «se corran a la centroizquierda”, y puso como ejemplo al Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) de El Salvador, que firmó la paz “como una coalición, se radicaliza después del acuerdo y tarda para llegar al gobierno”, cuando “ya no son bolivarianos, no son marxistas-leninistas y no se sabe qué son”.

El analista aseguró, en una entrevista con Télam, que “no hay relación tan mecánica entre la fase de la lucha armada con propósitos políticos con la fase actual de delincuencia” que se da en muchas zonas de la región y que atribuyó en buena medida a “la crisis de las instituciones de seguridad, que no previeron que esto venía”.

“La relación entre transición democrática y aumento de la violencia delictiva tiene que ver con que las instituciones de seguridad son las mismas de las épocas autoritarias; no se hizo ningún cambio, nadie ha tocado esos temas y hay aumento de población, urbanización; básicamente, creo que no tienen ni idea qué hacer y no quieren buscarse conflictos”, evaluó.

Para Villalobos, los próximos retos son los de la seguridad y la inclusión, éste último en parte atendido por los gobiernos progresistas en los últimos años. “Acertaron y era inevitable: porque lo tenían en su ideario, porque tenían los recursos y por razones electorales”, dijo.

“Pero ahora, así como los conservadores deben avanzar en ajustes con responsabilidad social, bueno, esos sectores populistas deben avanzar hacia la responsabilidad macroeconómica; tiene que venir una etapa de neoliberalismo con responsabilidad social y populismo con responsabilidad macroeconómica”, concluyó.