La tecnología y la automatización, combinadas con el crecimiento de una economía de servicios y el trabajo precario, sumado al contexto del Brexit y la pandemia de coronavirus, impulsaron en el Reino Unido un número récord de afiliaciones a los sindicatos, que de esta forma logran revertir el declive de las últimas décadas.

Según el sociólogo británico de la Universidad de Middlesex en Londres, Daniel Ozarow, a pesar de las amenazas que enfrentan los sindicatos para defender a los trabajadores, el Reino Unido cuenta con casi 7 millones de trabajadores sindicalizados, una de las mayores densidades sindicales del mundo.

De acuerdo a cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas británica (ONS), la afiliación a los sindicatos aumentó en 2020 por tercer año consecutivo a 6,44 millones de miembros tanto en el sector público como en el privado.

Esto se debió en parte también a una gran afluencia de mujeres trabajadoras que se están afiliando a los sindicatos durante la pandemia.

Ahora hay más mujeres que portan un carnet sindical que en cualquier otro momento desde 1995.

Para el sociólogo, en un contexto muchas veces adverso, los sindicatos están desarrollando nuevas formas de organización y dan la bienvenida a los desempleados y los trabajadores procedentes de la economía colaborativa, algo que destacó ya existe hace mucho tiempo en la Argentina.

«La pandemia y el aumento de las presiones sobre los trabajadores por parte de los jefes, como el nuevo énfasis en la salud y la seguridad, también llevaron a un resurgimiento de la afiliación sindical en los últimos meses», dijo el académico e investigador en diálogo con Télam.

No obstante, alertó que en el contexto del Brexit hay factores como la firma de numerosos acuerdos bilaterales de libre comercio que pretende cerrar el Reino Unido que debilitan la capacidad de los sindicatos para defender a los trabajadores colectivamente.

Una amenaza habitual es que las empresas se trasladarán al extranjero, si los trabajadores se resisten a defender los empleos y los salarios.

Para Ozarow, el crecimiento de la llamada economía «gig» -basada en el trabajo freelance y de colaboradores externos- y el impacto de la pandemia ejercen también una mayor presión sobre los sindicatos y la capacidad de los trabajadores para organizarse colectivamente debido a que la experiencia del trabajo se ha vuelto cada vez más solitaria y atomizada.

Pero, por otra parte, explicó que «la transición a la red digital facilita a los trabajadores la asistencia a reuniones sindicales o políticas a través de Zoom u otras plataformas».

En su opinión, la posibilidad de que los trabajadores retiren su mano de obra a través de la huelga «online» sigue existiendo, aunque dependiendo de la industria esto puede ser menos perturbador que los paros tradicionales.

Aunque pueda ser cómodo en algunas circunstancias, si el trabajo desde las casas se convierte en un fenómeno a largo plazo, también puede tener efectos perjudiciales para la salud mental y aumentar realmente las horas de trabajo, a pesar de que se reduzcan los tiempos de desplazamiento.

En otras palabras, los límites entre la vida laboral y la doméstica se borran cada vez más.

«Esto podría convertirse en uno de los principales retos a los que los sindicatos deberán enfrentarse en la era pospandemia», advirtió el sociólogo.

En ese sentido, desde el sindicato Community Union, que en sus inicios representó a confederaciones de las industrias del hierro y el acero y ahora sumó a trabajadores de todos los sectores de la economía del Reino Unido, señalaron que la tecnología puede mejorar los salarios y las condiciones de los trabajadores, hacer el trabajo más interesante y menos peligroso, si se aplican correctamente.

«Creemos que es fundamental que los trabajadores sólo se beneficien de los cambios tecnológicos si tienen voz y un lugar en la mesa cuando se hacen las conversaciones y se implementan los cambios», explicó a Télam Anna Mowbray, vocera del sindicato.

«También queremos que se haga un esfuerzo concertado y se tomen decisiones discutidas para dar a los trabajadores la parte que les corresponde del aumento de la productividad. Se trata de decisiones que deben tomarse mediante la colaboración entre los trabajadores, los Gobiernos y los sindicatos», agregó.

Para Mowbray, la flexibilidad en las modalidades de trabajo que forzó o profundizó la pandemia puede aportar muchos beneficios a diferentes grupos de trabajadores y a las empresas, si se hace de manera concertada y respetando los derechos adquiridos.

«Apoyamos a los trabajadores que quieren trabajar de forma flexible y en casa. También es importante que trabajemos para garantizar que la flexibilidad no signifique inseguridad. Hay que hacer lo necesario para garantizar que los sindicatos puedan hablar con las personas que trabajan a distancia, mediante un mayor derecho de acceso digital. Nada de esto debe significar una reducción de los derechos básicos de los trabajadores», aseguró.

Este punto es central para la vocera sindical en el contexto actual creado por el Brexit y el desacoplamiento de la economía de la Unión Europea (UE) y, principalmente, de su marco regulatorio laboral.

De entrada, su sindicato no apoyó el acuerdo posBrexit aprobado con la UE porque no proporcionará más protección a los trabajadores.

«Ambas partes acordaron seguir aumentando sus normas laborales y sociales, pero el acuerdo no es más fuerte que en la mayoría de las negociaciones de libre comercio; el movimiento sindical estaba presionando para obtener protecciones mucho mayores», reconoció.

El Tribunal de Justicia de la UE ya no tendrá competencia en el Reino Unido y para los sindicatos esto sin duda supone una pérdida para los trabajadores británicos ya que ésta había sido una vía para defender sus derechos.