Por Fabrizio Turturici

Hay voces que emergen desde dentro del sistema y que, muchas veces, van contra él. Son ecos que resuenan y nadie escucha, pero allí están. El silencio como respuesta monótona no parece frustrarlos, sino que -al contrario- los impulsa a elevar la voz en busca de una sociedad más justa.

Nadando contra la corriente, ya sea desde el periodismo o de la política, siempre está Carlos del Frade, ahora diputado provincial por el Frente Social y Popular (FSP), distinguido por su incansable lucha contra el narcotráfico.

En las últimas horas, se dio a conocer la detención de Ramón Machuca, alias Monchi Cantero, en la ciudad de Buenos Aires. “Es un paso importante –resalta Del Frade–, por lo menos para comenzar a destrabar no sólo el origen y desarrollo de los Monos, sino quienes hicieron posible ese crecimiento, que pasa por sectores políticos, empresariales, judiciales y contables”, comienza el diputado, sin pelos en la lengua, su diálogo con Conclusión.

En cuanto a la lucha contra el narcotráfico, precisamente referida a la labor del ministro de Seguridad provincial, Maximiliano Pullaro, el periodista evalúa que “la nueva gestión está haciendo las cosas bien. El ministro sabe que no alcanza con poner más policías, prefectos o gendarmes, porque lamentablemente el mundo narco ha crecido por muchos silencios, complicidades y olvidos. Él entiende que es importante poner en los barrios trabajo, deporte, educación, salud y alegría. Mientras no se ponga eso, la lucha no se gana”.

—Hablaba de silencios, complicidades y olvidos: ¿qué responsabilidad le cabe a cada una de las denominadas “patas” del narcotráfico, que son la política, la Justicia y la policía?

—Los gobiernos provinciales y municipales se callaron la boca cuando los Monos u otras bandas lavaban dinero a través de emprendimientos empresariales. El caso de Luis Medina es el más emblemático, porque puso cuatro empresas en Rosario y para abrirlas necesitó de muchos papeles con sellos oficiales de reparticiones municipales, provinciales y nacionales. Esto explica que hay una responsabilidad política que excede el marco de la corrupción policial. Lo mismo hicieron los Monos con sus veintiséis inmuebles registrados, con más de cincuenta autos y demás. Repito: aquí hay complicidades de funcionarios locales y provinciales, durante años con distintos gobiernos, que tendrían que dar explicaciones. Ni hablar de las menciones que aparecen en las escuchas telefónicas, que van de (Raúl) Lamberto a (Antonio) Bonfatti, y también a dirigentes del peronismo en los últimos años, que por supuesto se despreciaron porque ‘daba la sensación’ de que eran jugadas armadas. Todo eso nunca se investigó con profundidad.

—Con esto, entonces, fueron culpables más “por acción” que “por omisión”…

—En efecto, creo que hay más por acción que por omisión. A eso, hay que sumarle el miedo, que también influye. Pero el resultado del miedo es el mismo que el resultado de la corrupción: no hacer nada.

—Usted mencionó que el narcotráfico no es un flagelo, como suele decirse habitualmente. ¿Podría explayarse sobre eso?

—Decir flagelo del narcotráfico es una narcosonsera para mí. Es como decir el Estado ausente. Esa también es una narcosonsera; el Estado siempre está presente, lo que ocurre es que está presente de manera virtuosa o corrupta. Como la policía: que está presente, pero de manera corrupta. El flagelo remite al Antiguo Testamento de la Biblia, cuando se destruyen las ciudades de Sodoma y Gomorra, ahí Jehová aplica su dedo de fuego como si fuera un flagelo, un látigo. Por lo cual es un látigo divino, y si acá hay algo que no es divino, es el narcotráfico. Me parece que cuando dicen flagelo, lo que quieren hacer es ocultar la cadena de responsabilidades que hacen posible un negocio. Porque el narcotráfico es uno de los principales negocios del sistema capitalista.

—Para los ciudadanos de a pie que no están informados como usted y no imaginan todo el poder que tiene en sus manos la narcocriminalidad, ¿podría pintar un panorama? ¿Cuánto poder real tienen sobre nuestra sociedad?

—Hasta el día de hoy, con Monchi y Guille presos, el Pájaro Cantero asesinado, y la Cele en su casa pero detenida; los Monos siguen manejando cuatrocientas personas. Eso es poder real, porque pueden matar, lavar dinero, hacer negocios y seguir haciendo plata. Así que, si una banda en desgracia como son los Monos en los últimos meses, manejan cuatrocientas personas… No hay organización política que maneje cuatrocientos incondicionales. Siguen siendo la organización de distribución de cocaína y marihuana más importante de los últimos años. Ése es el poder real y concreto que tienen.

—¿Se podría concluir en que la banda, a pesar de estar descabezada, sigue operando porque es un mal sistémico y orgánico de la sociedad?

—Claro, eso ya lo dijo Marcola, que era el jefe del Comando Vermelho en Brasil, que sigue actuando desde la cárcel. Eso se puede hacer, tal como lo demostró el propio Guille Cantero. Por eso, nosotros denunciamos este año que el tipo seguía manejando el negocio de la cocaína y la marihuana desde la cárcel de Piñero. Por ende, la cuestión de la ubicación geográfica no determina eso; sí lo determina quién se impone en los barrios. Por eso estamos viendo tantos asesinatos, en este reacomodamiento que hay del negocio narco en Rosario.

—En ese reacomodamiento de fuerzas, ¿quién emerge desde las sombras?

—Los Alvarado. Yo lo vengo diciendo desde que la semana pasada quedó en libertad su líder, Esteban Lindor Alvarado, y creo que tengo la obligación de decirlo, porque si me quedo callado, me convierto en cómplice, esperando que la Justicia haga algo que nunca hará.

—¿`Se va camino a un narcoestado?

—Siempre hubo narcoestado en Argentina. Desde 1976 en adelante, siempre lo hubo, porque la dictadura de Videla y la dictadura de Hugo Banzer en Bolivia determinaron el primer envío de cocaína al puerto de Rosario. Ese fue un negocio para estatal, con lo cual ahí nace para nosotros el narcoestado.

—Reformulo la pregunta: como dice la gente desde el llano, ¿se va camino a ser Colombia o México?

—No creo, porque hay características coyunturales distintas. Tendemos a parecernos más a Brasil que a Colombia, porque hay algo clave para entender esto. Nosotros tenemos ciudades que alguna vez fueron industriales. El Gran Rosario, el Gran Córdoba y el Gran Buenos Aires fueron ciudades industriales como San Pablo y como Río de Janeiro, por eso las características nuestras tienen más que ver con eso. El problema fue la destrucción de las fuentes laborales en los barrios, tal como había pasado en Río.

—Por último, ¿puede cambiar algo en esta eterna lucha contra el narcotráfico, si es que de verdad alguna vez se lo combatió?

—Sí, porque se vislumbra un hastío de las nuevas generaciones políticas, judiciales, sindicales y demás. Y ese hastío se va a expresar en reducir esos mundos paralelos que se alimentan del doble discurso. El gran problema que tenemos es el doble discurso, porque alimenta al mundo paralelo de la mafia.