El papa Francisco les dijo a los empresarios que asistieron recientemente en Roma al Fortune Time Global Forum, y lo visitaron en el Vaticano, que “se necesita una conversión institucional y personal por el bien común de la humanidad».

Dijo el Papa: “En un mundo marcado por grandes inquietudes, en el que la desigualdad entre pueblos continúa creciendo y en el que la gente quiere hacer sentir su propia voz dando su legítimo aporte a las comunidades locales y a la sociedad, se necesitan urgentemente más incluyentes y justos modelos económicos”.

A Francisco le pareció “verdaderamente oportuno” que los empresarios hayan debatido sobre ‘El desafío del siglo XXI: crear un nuevo pacto social’, porque “su objetivo es la necesidad urgente de más incluyentes y justos modelos económicos. Ahora se requiere –añadió-, no un nuevo acuerdo social abstracto, sino ideas concretas y una acción eficaz a favor de todos”.

El Sumo Pontífice también agradeció a los empresarios por todo lo que hacen para “promover la centralidad y la dignidad de la personas humana dentro de las instituciones y de los modelos económicos, y por llamar la atención sobre la plaga de los pobres y de los refugiados, tan habitualmente olvidados por la sociedad. Cuando ignoramos el grito de tantos de nuestros hermanos y hermanas en muchas partes del mundo —dijo Francisco— no solo negamos sus derechos y los valores que han recibido de Dios, sino también rechazamos su sabiduría e impedimos a ellos ofrecer al mundo sus talentos, sus tradiciones y su cultura. Estos comportamientos incrementan el sufrimiento de los pobres y de los marginados, y nosotros mismos nos hacemos más pobres, no solo materialmente, sino moralmente y espiritualmente”.

Desigualdad

Señaló luego a los participantes del foro que “el mundo de hoy está marcado por grandes inquietudes. La desigualdad entre pueblos continúa creciendo y muchas comunidades están directamente afectadas por la guerra y la pobreza. La gente quiere hacer sentir su propia voz y expresar las propias preocupaciones y miedos. Quiere dar su propio aporte a las comunidades locales y a la sociedad, y beneficiarse de los recursos y del

desarrollo muchas veces reservado a pocos. Y todo ello, mientras puede crear conflictos y poner al descubierto todos los sufrimientos de nuestro mundo, también nos permite comprender que estamos viviendo un momento de esperanza. Porque cuando finalmente reconocemos el mal entre nosotros podemos tratar de sanarlo aplicando el medicina adecuada”.

El Papa pidió “una conversión institucional y personal; un cambio del corazón que confiere la primacía a las expresiones más profundas de nuestra humanidad común, de nuestras culturas, de nuestras convicciones religiosas y de nuestras tradiciones. Una renovación que no debe tener que ver simplemente con la economía de mercado, con números que deben cuadrar, con el desarrollo de materias primas y la mejoría de las infraestructuras.

«No –enfatizó-, de lo que estamos hablando es del bien común de la humanidad, el derecho de cada persona de tomar parte en los recursos de este mundo y de tener las mismas oportunidades para realizar sus potencialidades, que, en última instancia, se basan en la dignidad de hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza.

El gran desafío

Francisco habló también de lo que denominó “Nuestro gran desafío”, que “es responder a los niveles globales de injusticia con la promoción de un sentimiento de responsabilidad local, es más personal, para que nadie quede excluido de la participación social. Por lo tanto, la pregunta que debemos plantearnos –según el Papa-, es cómo animarnos mejor los unos a los otros e impulsar a nuestras respectivas comunidades para que puedan responder a los sufrimientos y a las necesidades que vemos, tanto lejos como entre nosotros. La renovación, la purificación y el reforzamiento de sólidos modelos económicos depende de nuestra personal conversión y generosidad hacia los necesitados.

En el último tramo de la reunión en el Vaticano, el Santo Padre los instó a buscar “vías cada vez más creativas con tal de transformar las instituciones y las estructuras económicas para que sepan responder a las necesidades de hoy y para que estén al servicio de la persona humana, especialmente de todos los que son marginados y excluidos. Involucrando a los que tratan de ayudar; denles voz, escuchen sus historias, aprendan de sus experiencias y comprendan sus necesidades”.