La humanidad está en el borde un abismo. Ocho palabras que transmiten pesimismo, frustración y hasta temor, pero mal que les pese a algunos esa es la realidad. Debería pensarse, en tal contexto,  que ninguna enfermedad puede curarse evitando el diagnóstico. Lo que no se sabe en realidad,  cuan profundo y oscuro es ese abismo que parece ávido de devorarse al ser humano; es decir, cuál será el destino de la humanidad. Y el hombre está en el borde de un abismo por una serie de causas y efectos varios, tales como la injusticia, la ausencia de evolución (y hasta involución) moral y ética.

Se vive hoy en muchas regiones del mundo, determinantes por la situación geopolítica, una violencia peligrosa que podría hasta desencadenar en una conflagración cuyas consecuencias son  impredecibles.  A la situación en Siria y la tensión entre Rusia, Europa y los Estados Unidos, se suman desde hace varios días muchos atentados en la ciudad de Jerusalén, a todas luces organizados. Y como a toda acción corresponde una reacción, nunca se sabe cuál podría ser tal reacción y cuáles sus consecuencias. De hecho, hace pocas horas, al momento de escribir esta columna, un pobre joven africano, eritreo, de 26 años, inocente, fue linchado al confundírselo con un terrorista.

Pero esta espiral violenta que parece invadir el corazón del hombre y de quienes poseen el poder, se advierte también en otros países, en otras regiones del mundo; en Latinoamérica, por supuesto, y en nuestra querida ciudad de Rosario casi ya diríamos dramáticamente. Ciudad que en estos tiempos ha llegado a ser noticia en medios internacionales, como que el mismo diario El País de España le ha concedido espacios en su portada poniéndola como una de las ciudades peligrosas del planeta ¿¡Quién lo diría!?

Violencia rosarina que se genera en corazones violentos, en mentes obnubiladas por la droga; en la exclusión material, espiritual e intelectual a la que son sometidas miles y millones de personas. Violencia que se genera, por supuesto, en la indiferencia de algunos funcionarios, en su incapacidad para planificar y ejecutar políticas y en la injusticia proverbial que fomenta la impunidad. Parafraseando a Göebbels, el siniestro ministro de Propaganda nazi, quien proponía la mentira como base de acción política, porque la masa –decía- cree cuanto menos parte de la falacia,  se podría decir que entre el mundo delictivo corre un pensamiento, un convencimiento: “roba, mata, que aquí no pasa nada”. Y es que lamentablemente es así, sea por la ineptitud de ciertos funcionarios, por la corrupción policial o por un falso garantismo judicial (apañado por muchos intelectuales) que ha desconsiderado gravemente la idiosincrasia   de ciertos grupos humanos, aquí no pasa nada o pasa muy poco.

Y así se suceden, todos los días, las tristes noticias de robos y asesinatos en Rosario. En realidad no son noticias, son tragedias, tremendas angustias a veces insuperables de familias enteras.